LOS DUQUES DE ABRANTES EN VALLADOLID
La decisión de Napoleón de hacer que sus ejércitos vuelvan a
internarse en Portugal, provoca que la ciudad de Valladolid se vea inundada por
una gran cantidad de soldadesca de diferentes armas a comienzos de 1810. Junto
a ellos llega uno de los generales más queridos por el emperador francés:
Jean-Andoche Junot, duque de Abrantes. Junot unió su destino con Napoleón en el
año 1793, durante el sitio de Tolón. Un día se encontraba en el emplazamiento
de la batería de los Sans-Culottes cuando el capitán de artillería Bonaparte,
recién llegado de París para dirigir las operaciones del asedio, pidió un
suboficial inteligente para realizar una misión de incógnito en las posiciones
enemigas. Junot, por entonces con la graduación de sargento de granaderos, se
presenta, pero se niega a realizarla sin uniforme, alegando que no es un espía.
Bonaparte le replica que le matarán, pero el futuro duque de Abrantes ignora la
recomendación y se marcha a las posiciones enemigas entonando una canción.
Bonaparte, atraído por la actitud del sargento, apunta el nombre en su libro de
notas. Días después, en la misma batería, Napoleón solicita un soldado con
buena letra para escribir una carta. Junot se vuelve a presentar y se pone a
escribir la misiva en el mismo espaldón de la batería. Apenas ha terminado,
cuando una granada lanzada por los ingleses explota a escasos diez pasos
cubriendo de tierra a Junot; éste, quitando importancia al suceso, exclama:
¡Bravo! Ya tenemos arenilla para secar la tinta. Bonaparte, asombrado con esta
actitud, asigna al joven sargento a su servicio y una vez terminado el sitio,
ascendido a general Bonaparte, Junot es nombrado ayudante de campo de Napoleón
siguiendo al futuro emperador en su destino.
JUNOT |
El día 25 de febrero de 1810 a las dos de la tarde, hace su
entrada en Valladolid aquel joven sargento, pero ya con el título de duque y
con numerosas campañas militares en su haber desde aquel lejano año de 1793.
Viene acompañado de su mujer e hija y se encaminan, seguidos por una numerosa
escolta de caballería, hacia el Palacio Real donde les espera el general
Kellerman, al mando de la ciudad. Junot inmediatamente se dedica a organizar su
cuerpo del ejército pasando revista a menudo, en el Campo Grande y en la
explanada frente al Palacio, a las tropas. Mientras, su esposa Laura Junot
centra la vida social de la ciudad; su salón de París es famoso por ser
frecuentado por lo más granado de la corte imperial e intenta reproducirlo en
Valladolid. Para amenizar las veladas pide a la marquesa de Aravaca, hija del
intendente de la ciudad, su piano que instala en Palacio. Los días transcurren
monótonos únicamente alterados por la celebración del cumpleaños del Rey, el 19
de marzo. Ese día se celebra una misa solemne y Te Deum en la catedral y por la
noche la ciudad se ilumina, celebrándose un baile en la casa de Kellerman. Pero
los asuntos de la guerra no esperan y el 14 de abril Junot parte hacia Astorga
a poner fin a la resistencia de la plaza, quedándose la duquesa en Valladolid.
La Semana Santa llega a una ciudad prácticamente vacía de tropas
militares, la población busca, en el recogimiento de las procesiones, la paz
que no tiene desde la llegada de los franceses. La relativa tranquilidad se
rompe el 26 de abril con el retorno de Junot y sus hombres, victoriosos tras la
toma de Astorga el día 2. La llegada del general ha venido precedida por los
prisioneros de la guarnición astorgana, que marchan en grandes columnas camino
de París. La duquesa de Abrantes siente curiosidad por estos hombres y una
mañana soleada sale en su calesa a observarlos. Al poco de llegar, una descarga
de fusilería resuena a cierta distancia. Asustada, manda a su acompañante que
se acerque a informarse de lo sucedido. Un oficial francés la tranquiliza: se trataba
de varios prisioneros que no podían continuar andando sentándose al borde del
camino. Se ha procedido a matarlos para que no ralenticen la marcha o se pasen
a las guerrillas una vez se aleje la columna. Laura, horrorizada, reprocha al
oficial la acción y vuelve a subir a la calesa para retornar a Valladolid.
Antes de partir puede escuchar al oficial: ¿Y usted señora, cree que nuestros
presos están mejor tratados a bordo de los pontones de Cádiz? Mi hermano murió
allí.
La ciudad se vuelve a convertir en un enorme cuartel que da
alojamiento a los soldados que próximamente se van a encaminar hacia Portugal.
Para encabezar este gran ejército, formado por las divisiones de Junot, Reynier
y el mariscal Ney, Napoleón concede el mando al mariscal Massena (príncipe de
Essling). La noticia no es bien acogida por los generales divisionarios al
imponerles el Emperador a un General en Jefe para el Ejército de Portugal,
comprobando Ney y Junot que no tienen la confianza de Napoleón para desempeñar
el cargo. Aun así intentan acomodarse a las órdenes y aceptan que el valiente
Massena tome el mando. El mariscal comunica, desde Vitoria, que el día 11 de
mayo entrará en Valladolid. Kellerman entonces ordena realizar los preparativos
para la recepción del príncipe de Essling, engalanando las calles para tal
acontecimiento. El día señalado, a primera hora de la tarde, un cortejo de
doscientas personas encabezado por Junot y Kellerman, acompañados de su
personal y principales funcionarios del Ayuntamiento, salen al encuentro del
Mariscal. A una legua de la ciudad se divisan los carruajes y el séquito de
Massena. Éste encabeza la expedición montado en una pequeña calesa descubierta.
Al que apodan el hijo querido de la victoria cuenta cincuenta años, es de
constitución fuerte y todavía conserva la estima de sus soldados por su valor y
tenacidad, pese a su conocida afición por sustraer bienes de las poblaciones
ocupadas y de ir a medias con los proveedores y comisarios del ejército. Pocas
veces ha resultado herido en combate y aún así un disparo le hizo perder la
visión del ojo izquierdo. No le gusta hablar de ello, pero todo el mundo sabe
que quién apretó el gatillo fue Napoleón durante una jornada de caza, pese a
que el jefe del estado mayor Berthier dijera que fue él quien disparó, para
exculpar al Emperador.
LOS MARISCALES NEY Y MASSENA |
Cuando Junot y Kellerman
llegan junto a Massena observan que un joven oficial de dragones le acompaña en
la calesa. El duque de Abrantes no deja de mirarle mientras habla con el
príncipe de Essling, le extraña que alguien tan joven porte en su pecho la cruz
de la Legión de Honor, distinción que concede Napoleón a aquellos que han hecho
méritos extraordinarios. Parece asustado y no levanta los ojos de sus botas;
incluso a Massena se le ve incomodo con la situación e intenta terminar la
presentación para reanudar la marcha. Junot pretende agradar al mariscal y le
comunica que su esposa Laura se encuentra en Valladolid y ha preparado el
Palacio Real para que esté a su gusto, ya que compartirán el aposento. Massena
entonces, muy nervioso al enterarse de la presencia de la duquesa de Abrantes,
dice que no puede residir en el palacio. Junot, disgustado, le replica que el
edificio es muy grande para dar cabida a todos y si alguien tiene que
abandonarlo sería él y su familia, dado su inferior rango. El príncipe de
Essling intenta disculparse indicando que ése no es el motivo de no poder
compartir aposento con Laura Junot, mientras mira de reojo a su joven oficial.
Alguien se acerca a Junot y le susurra al oído que el acompañante del viejo
mariscal es en realidad una mujer. Entonces el duque de Abrantes, con una
sonrisa no disimulada, resta importancia al asunto. La comitiva se
pone en marcha camino de Valladolid, todos van riéndose comentando el
incidente; menos Massena que apurado no pronuncia palabra durante el trayecto.
El motivo de esta situación se debe a que el joven oficial acompañante del
mariscal es en realidad una mujer: Henriette Lebreton su amante. El príncipe la
lleva disfrazada para que pase más inadvertida.
EL PALACIO REAL DE VALLADOLID EN EL SIGLO XIX Y EN LA ACTUALIDAD
Todavía resuenan las salvas de artillería cuando Massena llega a
Palacio. Tras saludar a la municipalidad, se hace llevar a los apartamentos de
Laura Junot para presentarle sus respetos y expresarle la alegría de volver a
verla, pues hace años que se conocen, omitiendo que llega acompañado por su
amante. Por su parte, Henriette es alojada en el ala del palacio destinada al
príncipe de Essling y hasta el día en que abandonen Valladolid, no se mostrará
en público ni coincidirá con la mujer del duque de Abrantes.
PATIO DEL PALACIO |
Todo está preparado para marchar hacia Ciudad Rodrigo, antesala de
la entrada a Portugal. Los franceses saben que los bergantes volverán a hacer
acto de presencia por la provincia en el momento en que se marchen hacia la
frontera. Para intimidarles se ejecuta el 12 de mayo a cinco guerrilleros. Los
días se suceden lluviosos y el 26, al amanecer, sale Massena camino de
Salamanca. Tres días después, lo hace Junot con su familia. Valladolid vuelve a
quedar vacía, solo el fugaz paso de tropas, camino de Ciudad Rodrigo, alterará
la vida en la población. Muchos años más tarde, una protagonista de estos
acontecimientos, Laura Junot, escribirá sus memorias dando a conocer a todo el
mundo los sucesos que ocurrieron en Valladolid durante los primeros meses de aquel año de 1810.
Animo a Juan Carlos a publicar el libro, esperado por muchos entre los que me encuentro
ResponderEliminarMiguel Angel