Fui informado por los numerosos partidarios secretos del nuevo orden, que en Cuellar acababan de confeccionar ropa y otros artículos para los voluntarios del distrito de esa pequeña ciudad, situada a doce leguas de nosotros en línea recta, en la provincia de Segovia. Así que lo arreglé todo para quitárselos y pronto estuvieron en los almacenes de mi regimiento. Esos socorros y algunos otros recibidos por esa misma época del gobierno real me decidieron a controlar el valle de Amblés, con la ocupación del puerto de Villatoro, pues desde ese sitio podía observar las riberas del Tormes….
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domingo, 30 de agosto de 2009
El botón del Tercio de Cuellar
Fui informado por los numerosos partidarios secretos del nuevo orden, que en Cuellar acababan de confeccionar ropa y otros artículos para los voluntarios del distrito de esa pequeña ciudad, situada a doce leguas de nosotros en línea recta, en la provincia de Segovia. Así que lo arreglé todo para quitárselos y pronto estuvieron en los almacenes de mi regimiento. Esos socorros y algunos otros recibidos por esa misma época del gobierno real me decidieron a controlar el valle de Amblés, con la ocupación del puerto de Villatoro, pues desde ese sitio podía observar las riberas del Tormes….
lunes, 24 de agosto de 2009
Nápoles
Un carretero de El Vendrell facilitó a Agustina de Aragón las balas que forzaron la huida francesa
ELPERIÓDICO.COM
23/8/2009
JOSE RICO
BARCELONA
Francesc de Riera. Foto: MONTSE RIERA
La web del Ayuntamiento de El Vendrell (Baix Penedès) reserva un rincón para destacar los personajes ilustres de la ciudad. En la lista se encuentran figuras como Andreu Nin y Pau Casals, pero nada se dice de Francesc de Riera Soldevila (1778-1857). Cierto es que pocos que lean o escuchen este nombre sabrán que se trata de un héroe de la guerra de la independencia española –o guerra del francés–, y menos que fue él quien, dos siglos atrás, situó en los anales de la historia nada menos que a Agustina de Aragón. Porque su famoso cañonazo, que motivó la huida de las tropas napoleónicas en pleno asedio de Zaragoza, no hubiera sido posible si este carretero tarraconense no le hubiera proporcionado algo indispensable: la munición.Cinco generaciones más tarde, los descendientes del héroe se esfuerzan desde hace años para que la historia haga justicia con su pariente. Un monolito inaugurado el mes pasado, además de una calle, recuerda la gesta de Riera en el municipio que le vio nacer y del que partía en sus continuos viajes a Madrid. Se ocupaba de transportar personas y todo tipo de mercancías en su carruaje, pero los bandoleros convertían su trabajo en un oficio de gran riesgo. Sin embargo, Riera nunca perdió una sola carga, motivo por el que se le apodaba el Lleona.Junio de 1808. De regreso a Barcelona, el carretero hizo una parada para visitar a su hermano en una Zaragoza de la que la gente más bien huía. En medio del continuo bombardeo de los franceses, el Ejército español le confiscó las balas de algodón que portaba en el carro y le reclutó para abastecer de armamento a la diezmada infantería.Sin atender los consejos para que abandonase la ciudad –«¡Catalán, no entre!», le gritaban–, Riera reunió provisiones y, valiéndose de triquiñuelas para engañar al enemigo (giró las herraduras de sus caballos para simular pisadas saliendo de la localidad, cuando en realidad entraba), logró llevar las nuevas balas, esta vez de fusil, hasta un rodeado Portillo. Allí solo resistían un teniente coronel, dos paisanos y una joven, también catalana, Agustina Saragossa Domènech.Más de 500 balas de plomo, solo cuatro personas y un cañón. El Lleona cargó las balas y Agustina prendió la mecha que hizo la epopeya. Una intensa ráfaga de más de 500 balas de plomo bastó para causar la retirada de las aturdidas tropas de Napoleón. Agustina se ganó para siempre el apellido de Aragón, además de títulos y condecoraciones que la elevaron a heroína de gran valor. Riera solo obtuvo un diploma firmado por el general Palafox tras salir a hombros de Zaragoza entre gritos de «¡Viva el catalán!», según las crónicas de la época. No quiso más reconocimientos. «Solo he cumplido con mi deber», argumentó.Los cuadrinietos de el Lleona conservan todavía las cartas manuscritas y el diploma del general Palafox que Riera llevaba siempre en el bolsillo para poder acreditar sus méritos allá donde le fueran requeridos. De regreso a Catalunya, aún tuvo tiempo de participar en la defensa de Tarragona y Tortosa. En definitiva, un héroe discreto.
jueves, 6 de agosto de 2009
DESTROZANDO LA MEMORIA - ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 03 de Agosto de 2009
ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 03 de Agosto de 2009
Les hablaba la semana pasada de manipulaciones históricas y de museos desaparecidos, o pasados por el tamiz del pacifismo simplón, de telediario y foto de periódico, que tanto nos pone. Y al final, por falta de espacio, me quedé con ganas de mencionar también otra clase de museos, esta vez al aire libre: los escenarios de sucesos históricos. Alguna vez hablé aquí del magnífico trabajo de conservación que el Gobierno belga hace en Waterloo, escenario de la última batalla napoleónica. Menos el museo local y la colina artificial del León, desde donde puede abarcarse con la vista todo el terreno, el lugar está intacto. Ni una casa más, o casi, desde 1815. Eso hace posible un continuo ir y venir de visitantes: turistas, aficionados, historiadores, colegios y gente así. En España, como saben, la situación suele ser la opuesta. Esas cosas tienen mala prensa; no sólo por confusiones ideológicas, sino también, y sobre todo, por ignorancia y desidia. Ni siquiera el franquismo, con todos sus trompeteos y fastos imperiales, se interesó por esos lugares. Excepto los monumentos y placas de la Cruzada contra los rojos malvados, lo demás importaba un carajo. Casi todos los monumentos conmemorativos de la historia de España los debemos a iniciativas cultas del siglo XIX y principios del XX. Eso dura hasta hoy. El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, pidió y obtuvo el año pasado, en plena demagogia del Bicentenario, textos para placas que señalarían lugares notables del 2 de Mayo; y que, año y pico después, ni están colocadas ni se las espera. Mientras que en París no hay apenas calle sin mención de que allí murió Fulanito Dupont luchando contra los nazis, las ciudades italianas están salpicadas de alusiones a los que cayeron sotto il piombo tedesco, y a los republicanos españoles se los recuerda más en Francia que en España. Mucha gente, políticos analfabetos sobre todo, cree que se trata de recordar batallitas del abuelo Cebolleta. Por eso desprecian y degradan lugares que podrían servir como atracción turística y como lección viva de Historia y de memoria. Ahí están, entre muchos, los ejemplos de Las Navas de Tolosa, Arapiles, Bailén –chalets adosados por todas partes–, o la atrocidad que se está haciendo con el paisaje histórico de Numancia, con el proyecto de un polígono industrial que destrozará lo que en cualquier país decente sería de cuidado exquisito y visita obligada para escolares. O el parque eólico marino que se instalará, como si no hubiera otro lugar en toda la costa, exactamente en las aguas donde se libró el combate del cabo Trafalgar. Desparrame este, el de los molinos eólicos –subvencionados con fondos públicos y con mucho interés privado mojando en la salsa–, que pende sobre algunos de los pocos lugares de importancia histórica que nos quedan intactos. Como Uclés. El caso de Uclés clama al cielo. Aparte de que el pueblo sea de una belleza espectacular con sus calles medievales, sus murallas y monasterio, y de que desde sus alturas pueda contemplarse un paisaje extraordinario, allí tuvieron lugar dos acontecimientos importantes en la historia de España. Uno fue la batalla famosa en la que, el año 1108, un ejército almorávide compuesto de murcianos, valencianos y cordobeses bajo el mando de Tamin Yusuf saqueó la ciudad después de hacer picadillo en la llanura a un ejército castellano, cortando tres mil cabezas cristianas entre las que se contaban las de García Ordóñez –el enemigo del Cid– y el infantito don Sancho, hijo del rey Alfonso VI. Y setecientos años más tarde, en 1809 y exactamente en el mismo sitio, las tropas francesas mandadas por los generales Ruffin y Villatte destrozaron al ejército español del Centro, que mandaban los zánganos incompetentes del general Venegas y el duque del Infantado, haciendo una carnicería de juzgado de guardia. Ese doble campo de batalla, bajo los muros mismos de Uclés, se encuentra milagrosamente intacto; igual que estaba, no hace dos siglos, sino nueve. Y acabo de enterarme de que hay un proyecto, apoyado por la Junta de Castilla-La Mancha, para instalar un parque eólico con torres de 121 metros de altura a tres kilómetros y medio de allí, sobre la sierra vecina. Reventando no sólo ese magnífico paisaje histórico y natural, sino también el del cercano parque arqueológico de Segóbriga. Con fondo de molinillos dando vueltas. Flop, flop. Imaginen la foto. Confieso, de todas formas, que lo de Uclés lo tengo como asunto personal. Porque también en sus campos se libró una tercera pajarraca, ésta ficticia. O de pastel. Allí, debido precisamente a lo limpio del lugar y su belleza, se situó la escena de la batalla de Rocroi durante el rodaje de la película Alatriste. Así que calculen. Ponerle molinos de fondo al paisaje donde transcurre mi escena favorita, cuando Viggo Mortensen, hecho polvo como sus colegas, le dice al franchute: «Decid al señor duque de Enghien que agradecemos su oferta, pero éste es un tercio español». O sea. Me llevan los diablos.
LA BATALLA DE UCLÉS :
http://1808-1814escenarios.blogspot.com/2009/01/batalla-de-ucls-13-de-enero-1809-12.html
martes, 4 de agosto de 2009
LA BATALLA DE LA ALBUERA - 16 DE MAYO DE 1811
MAPA GUÍA PARA SITUAR LAS FOTOGRAFÍAS
CERRO DE LAS BATERÍAS DESDE EL CAMINO QUE CRUZA EL CAMPO DE BATALLA (DE 1 A 2)
VISTA DE LA DERECHA ALIADA, POR DONDE CARGAN LOS LANCEROS POLACOS. FOTOGRAFÍA TOMADA EN EL PUNTO 2 MIRANDO HACIA LA POSICIÓN ALIADA
A las 7 de la mañana del 16, se presentó el enemigo a la salida del bosque que está frente de la Albuera, y por donde atraviesa el Camino Real que conduce a Badajoz. La dirección sobre su derecha de tres escuadrones de caballería y como tres mil infantes con 4 piezas, indicaba atacar nuestra izquierda. En razón de ese movimiento, nos preparamos a recibirlo, tomando la derecha de la línea mi división de vanguardia, a la que seguía la tercera mandada por el teniente general el Exmo. Señor Dn. Francisco Ballesteros, más habiéndose también presentado sobre nuestro flanco derecho varios tiradores y una columna que se dirigía a pasar el pequeño arroyo que dividía los dos ejércitos, por orden de V.E. formaron en batalla sobre la cresta de la altura, y a las órdenes del mariscal de campo don Josef de Zayas, los batallones 2º y 4º de Reales Guardias Españolas con el regimiento de Irlanda, que en masa se conservaba a retaguardia de su centro, y mi división se corrió mucho más a la derecha. Finalmente, como la presentación de varias columnas en diferentes sentidos no manifestaban aun con la claridad necesaria la intención del enemigo, formé en columna por batallones y con el frente a la derecha para evitar el ser flanqueado y acudir con más prontitud y acierto a todas partes. En este momento fue cuando el vivísimo fuego de la artillería enemiga y la cierta dirección de tres columnas con sus correspondientes reservas, 800 lanceros polacos y el 4º de dragones que cubrían su izquierda no nos dejaron la menor duda del verdadero ataque. La división desplegó rápidamente la batalla a su frente, apoyando la derecha sobre dos piezas españolas situadas a la izquierda de los batallones de Guardias cuyo movimiento siguió también la 3ª. Aquí se estableció en ambas líneas y a medio tiro de fusil el fuego más vivo de artillería y fusilería; costados y centro todo fue atacado aun tiempo con la mayor bizarría, pero rechazados con la misma, cedieron por un momento. Reforzados de nuevo volvieron a la carga con mayor denuedo, y después de contenidos en ella, a pesar del diluvio de balas que había se ejecutó a su vista por las tropas aliadas una de las operaciones más difíciles de la guerra. Como la primera línea llevábamos ya dos cargas y más de hora y media del fuego más mortífero, para proveernos de cartuchos y dar algún descanso a las tropas vinieron a reemplazarnos los ingleses, y se hizo el pasaje de las dos líneas con el mismo silencio y orden que en un ejercicio doctrinal; sostuvieron media hora el fuego con la constancia y valor que les son característicos y volviendo nosotros a pasar por sus claros ocupamos la primera línea, en el momento en que los enemigos, con todas sus fuerzas reunidas y a la desesperada, daban la 3ª carga haciendo el último esfuerzo para romper la línea por el centro. Vista su decisión preferí salirles al encuentro y colocado yo entre los siempre valientes regimientos de Murcia, Canarias y León dirigidos con la mayor intrepidez por sus dignísimos jefes, y con la tercera división sobre mi izquierda, nos embestimos recíprocamente con la firme resolución de destruirnos unos u otros, más felizmente la muerte del General Werler que conducía la columna enemiga, la toma del estandarte de los Polacos por el regimiento de Murcia y la mucha pérdida que tuvieron en el acto del choque, les intimidó en términos que huyeron precipitadamente; les seguí el alcance con los mismos tres regimientos y un batallón inglés muy corto que venía por mi izquierda, y me contuve porque toda la caballería enemiga la dejaba sobre la derecha y podía envolverme fácilmente. El batallón de Campo Mayor y las compañías de cazadores de la división a las órdenes del teniente coronel graduado don Lorenzo Calvo, estuvieron por orden de V.E. custodiando parte de la artillería inglesa, y guerrilleando todo el día con la constancia y bizarría que tan acreditada tienen.
Creo Exmo. Señor que no aventuro nada en establecer como cierta la proposición de que jamás infantería ninguna se ha batido tan de cerca, con tanto entusiasmo, por más tiempo ni con tanta firmeza y obstinación. Sería un agravio el particularizar a nadie, jefes, oficiales y soldados se disputaron a porfía la victoria y todos generalmente se cubrieron de la más indeleble gloria.
Dios guarde a V.E. muchos años. Campo al frente de Santa Marta 23 de mayo de 1811
Exmo. Señor Josef Lardizabal
Parte de José Costanela
A las siete de la mañana del diez y seis, llegué con la artillería de mi cargo al campo de la Albuera, y por disposición del Excmo. Señor Dn. Joaquín Blake formó ésta martillo detrás de la primera línea en el centro de ella con dos batallones de Reales Guardias Españolas, y una compañía de zapadores, y marchó en esta disposición a ocupar la altura de la derecha amenazada por el enemigo, en la que rompió el fuego luego que tomó posición contra sus baterías, sostenida por las guerrillas del batallón ligero de Campo Mayor, siendo volado a pocos tiros el cajón de municiones de un armón, por una granada del enemigo, cuyo accidente dio lugar a suspender el fuego por un breve rato por el desorden que ocasionó en el ganado. Seguidamente por disposición del general Zayas, se colocaron dos piezas de a 4 sobre el flanco izquierdo del batallón de Guardias Españolas que cubría la izquierda de nuestra primera posición y se continuó el fuego correspondiendo a éste el enemigo con una batería de piezas de a 8 que estableció para este objeto, y el de sostener con las demás establecidas sobre este frente sus columna de ataque, las que efectivamente cargaron intrépidamente la posición, con particularidad sus lanceros. Obligándonos a cubrir la artillería al abrigo de las tropas que lo recibieron a quema ropa y rechazados ya por la carga de la inglesas, y el vivísimo y constante fuego de nuestra línea, se le hizo fuego en retirada por la sección de la artillería de mayor calibre de mi cargo, al mando del capitán don Ramón Ibáñez, mientras se conservaron a su alcance, permaneciendo esta sección a la vista del enemigo sostenida por el regimiento de Murcia hasta concluida la acción que se incorporó con el resto de mi división.
En esta acción murió de una bala de cañón el teniente don Joaquín Moscoso, contuso de una de fusil el subteniente don Antonio Arderinos, un cabo muerto, seis artilleros heridos, tres de ellos de bala de cañón, dos muleteros, y dos artilleros contusos, tres mulas muertas y siete heridas.
Dios guarde a V.S. muchos años
Almendral 23 de mayo de 1811
Parte del General Castaños
Excmo. Señor.
Las grandes batallas que por sus circunstancias han de ser memorables, no necesitan ni pueden referirse por escrito de un modo bastante expresivo que represente a lo vivo de los hechos gloriosos, y que coloque a los valientes soldados en el eminente lugar que merecen. Las alturas y campo de la Albuera, hermoso teatro del honor por uno de los combates más sangrientos de guerra, serán para siempre desde el día 16 de este mes, digno objeto de la memoria y admiración de los hombres, al considerarlo cubiertos de 8000 y más guerreros muertos y heridos por una y otra parte en el breve tiempo de siete horas, cuya sangre hará brotar lozanos laureles para coronar las armas españolas y anglo-portuguesas. No es fácil ni me toca particularizar los detalles de una batalla tan reñida como importantísima. Tal vez las ventajosas consecuencias que nos promete, habrán empezado a mostrarse ya a la vista del gobierno antes que llegue este correo, y no será mucho que la plaza de Cádiz sea la primera que coja el fruto de esta victoria célebre, de que voy a referir a V.E. Algunas circunstancias particulares que me corresponden directamente, y que debo hacer presente al gobierno por la situación en que me hallo.
Con fecha 26 de abril último dije a V.E. que la extraordinaria avenida del río Guadiana, llevándose el puente de campaña establecido al frente de Jurameña, dejó cortada la comunicación de esta parte de Extremadura con el Portugal, imposibilitando mi entrevista con Lord Wellington en Yelves.
Con este motivo me dirigió por escrito una memoria en que manifestaba sus ideas sobre las operaciones que le parecían convenientes en Extremadura, y que hallé muy conformes con las mías, excepto un artículo, que por tocarme directamente, no me pareció admitir; pues que establecía el principio de que en cualquiera caso de reunirse diferentes cuerpos de ejércitos aliados para dar una batalla, debía tomar el mando del todo, el general mas autorizado por graduación militar y antigüedad, circunstancias que por precisión hacían recaer en mí este mando, y que por todas consideraciones, y bajo todos aspectos, debía rehusar, como lo hice, proponiendo que para el caso indicado debería tomar el mando aquel general que concurriese en la ocasión con mayores fuerzas, considerándose las de los otros como auxiliares, proposición que me lisonjeo, ha sido tan acertada como fue bien admitida, según V.E. podrá reconocer por las copias de mi oficio a Lord Wellington, y de su satisfactoria repuesta que ambas acompaño adjuntas.
Inmediatamente dirigí una copia de la memoria de Lord Wellington al Sr. general Blake que desde luego subscribió conforme con el plan y con mi proposición, siendo aun mas recomendable esta idea por los felices resultados que ha producido la gloriosa batalla de la Albuera, en que por consecuencia de aquel principio tomo el mando el acreditado y digno mariscal Beresford.
A la primer anoticia que se tuvo de la venida del mariscal Soult sobre Extremadura, dispuso el Sr. Blake el movimiento de reunión de sus tropas con las del ejército aliado, con tanta puntualidad y exactitud con el plan acordado, que puede decirse que fueron calculados los momentos para verificarlo en todas sus partes, pues se reunieron sus fuerzas a las once de la noche, víspera de la batalla, sin que pudiese Soult saberlo, cuando se disponía para atacar al ejército aliado, que creía aun separado y solo en las alturas de la Albuera, teniendo este punto la particularísima circunstancia de ser precisamente el que Lord Wellington había indicado para dar una batalla.
Allí concurrimos el día 16 de este mes tres generales de las primeras jerarquías militares, allí las tropas de tres naciones, allí divisiones y generales subalternos de diferentes ejércitos españoles, y allí sin embargo ha reinado la mas cordial armonía entre los generales, la mas fraternal unión entre las tropas, la mejor voluntad de protegerse unos a otros en el mayor riesgo, y el mas honroso deseo de aventajarse en los esfuerzos, y en la gloria del triunfo, repartida tan abundantemente, y con tal igualdad que todos arrastran trofeos, y ninguno tiene que mendigar la sombra de laureles ajenos.
El mariscal Soult con ejército algo inferior al nuestro en el número de su infantería, pero superior en caballería y artillería, no se detuvo un momento en el ataque premeditado, dirigiéndose contra nuestra posición por junto al pueblo de la Albuera, que venía a quedar en el centro de la línea; pero muy pronto se conoció ser este un ataque falso, y que su objeto era ganar el flanco derecho que ocupaban las tropas españolas, atacándole resueltamente con la mayor parte de sus fuerzas, que desplegadas sucesivamente debían envolvernos por la espalda, pero nuestra segunda línea y cuerpos de reserva, sabiamente colocados, acudieron rápidamente, formando martillo con el primitivo frente de la línea, y entablándose el combate mas obstinado y sangriento. El enemigo enfurecido cada vez más, repetía sus ataques, reforzándolos continuamente con tropas de reserva, pero encontraba siempre otras que se le hicieron impenetrables por espacio de siete horas, aunque empleó en vano toda la intrepidez, y arrojo de la caballería polaca, y el formidable fuego de su numerosa artillería que era un trueno continuado sin intermisión. Al fin tuvo que ceder a las dos y media de la tarde empezando a retroceder sin dejar de combatir, entonces fue cargado y perseguido en su retirada hasta los bosques y alturas que iba ocupando, dejando el campo de batalla cubierto de cadáveres y de un número considerable de heridos que no pudo retirar, y que inundados por los fuertes aguaceros que acompañaban a la acción, formaban el espectáculo mas horroroso de la guerra, corriendo los arroyos ensangrentados por las vertientes de la alturas. La perdía del enemigo, según cálculo prudencial, confirmado después por varios desertores, asciende a unos siete mil hombres, entre los muertos se encuentra el general Verlé que quedó en el campo de batalla y el general Pepin que murió por la noche de resultas de sus heridas. Los generales Gazan, Brix y otros salieron heridos. Nuestra pérdida ha sido también considerable, aunque muy inferior a la del enemigo.
El general Blake siempre a la cabeza de las tropas donde el mayor peligro llamaba su atención, recibió un balazo de fusil rasante al brazo izquierdo con la felicidad de romperle solo el vestido y la camisa, sin hacerle daño alguno, en medio de tan inminentes riesgos hemos tenido la fortuna de quedar ileso este general, cuya pérdida hubiera sido una verdadera desgracia para la nación, De este modo dio el mas eficaz ejemplo a sus subalternos que supieron imitar su bizarría y serenidad, manteniéndose constantemente en las primeras filas todo el tiempo del combate.
Espectador inmediato de una batalla tan obstinada, no me atrevo a particularizar elogios, porque todos los generales, jefes, oficiales y soldados se han excedido a si mismos como a porfía en el valor, y firmeza con aquella serenidad acompañada del furor que exaltaba el espíritu de todos. El buen orden, exactitud y velocidad en las maniobras con un profundo silencio, poco común en semejantes casos, han sido el objeto de admiración general: no se deseaba mas que pelear, y vencer a toda costa. Los generales subalternos sin esperar a que el grueso de sus divisiones entrase en acción fueron al combate al lado de las primeras tropas, nadie faltó de su puesto y todos supieron conservarle con el valor que constituye el honor individual y el de las armas.
Soult sin haber logrado dar vista a Badajoz, tuvo que emprender ayer su retirada por Villalba y Almendralejo antes del amanecer, dejando en el bosque que ocupaba su campamento, muchos muertos y mas de 200 heridos que no ha podido llevar consigo ni enviar con los demás a los pueblos inmediatos. Va perseguido y observado por el Conde de Penne Villemur con la caballería y vanguardia del general Lardizabal y algunos batallones ingleses de tropas ligeras.
Estas son las circunstancias que he creído correspondía manifestar a V.E. por mi parte acerca de la batalla de la Albuera y antecedentes, cuyas acertadas maniobras dirigidas por el mariscal Beresford, siempre de acuerdo con el Sr. Blake, han proporcionado una gran victoria que nos ofrece otros resultados de la mayor consecuencia.
Dios guarde a V.E. muchos años
Campo de la Albuera 19 de mayo de 1811
Diario de las operaciones verificadas por el Cuarto Ejército Expedicionario en Extremadura desde el 10 de Abril hasta el 22 de Julio de 1811, y entre ellas la Batalla de la Albuera de 16 de mayo
Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-COLECCIONES,109,N.4