Diario de Burgos
6 de noviembre de 2008
6 de noviembre de 2008
Los estudios antropológicos y de los objetos asociados han determinado que tenían unos 22 años, pertenecían al ejército inglés y uno de ellos llevaba a su espalda un pala de zapador
C.M. / Burgos
Los trabajos de adecuación de la calle Las Murallas para dotar a los vecinos de un acceso peatonal a sus casas han sacado a la luz casi 95 nuevos metros de muralla. Los restos están divididos en cuatro tramos diferentes, aunque los dos extremos están interrumpidos por las voladuras llevadas a cabo durante la Guerra de la Independencia.
Además, dentro de la construcción se ha descubierto una puerta en la parte más alta de la ladera, que se ha identificado como la Puerta de los Ferros y que sería el acceso a la judería.
La excavación también ha permitido recuperar importantes hallazgos de la Guerra de la Independencia entre los que destacan los restos de al menos seis soldados que perecieron al pie de la muralla durante el intento del ejército aliado de asaltar el Castillo, donde se encontraban las tropas de Napoleón. Al parecer la muerte les sorprendió bajo un intenso fuego de artillería pesada y ligera, tal y como lo demuestran las balas de cañón, fragmentos de metralla y balas de fusil encontradas junto a los restos. Los estudios posteriores han servido para determinar que los soldados tenían unos 22 años y eran ingleses. «Las abotonaduras de sus casacas han puesto de manifiesto que pertenecían al ejército inglés, en concreto al 83º Regimiento de Infantería del Condado de Dublín y al 58º Regimiento de Infantería de Rytlandshire de Inglaterra, que estuvieron combatiendo desde 1810 a 1813 a las órdenes de Wellington», indicó la arqueóloga Ana Isabel Ortega, que ha dirigido las excavaciones junto a Ana Bores.
Uno de los soldados portaba a la espalda una pala de zapador. Los restos se han localizado agrupados y agazapados junto a la muralla.
El sitio y defensa del Castillo de Burgos culminó con la voladura de su estructura por el ejército francés en el momento de su retirada en 1813 destruyendo y asolando el conjunto. La arqueología ha sacado a la luz las evidencias de dicha destrucción, encontrando gran parte de la muralla desaparecida por las voladuras y llegando a identificar incluso las bocaminas en los cimientos de la muralla.
Los trabajos arqueológicos también han servido para descubrir 8.028 restos cerámicos medievales. «Tenemos una colección de producciones mudéjares de las mejores que hay en el país. Hay que restaurarlas y estudiarlas, pero la muestra que tenemos no desmerece a las de otras ciudades como Toledo», añadió Ortega.
También se han hallado estucos y baldosas de un suelo que podría ser de una sinagoga o palacio, sí como 885 restos óseos de animales domésticos.
En este sentido, la arqueóloga apuntó la necesidad de mostrar estos hallazgos y otros posteriores que aparezcan a la sociedad a través de un museo sobre el origen de la ciudad.
Por su parte, el alcalde, Juan Carlos Aparicio, destacó la importancia de los descubrimientos al ayudar a recuperar «parte de nuestra historia» y alabó los trabajos realizados por Construcciones Ortega, que ha consolidado los restos de la nueva muralla para que puedan ser observados por los burgaleses. «Somos conscientes de la importancia arqueológica de estos descubrimientos y si se hace alguna intervención deberá llevarse a cabo con garantías».
Además, dentro de la construcción se ha descubierto una puerta en la parte más alta de la ladera, que se ha identificado como la Puerta de los Ferros y que sería el acceso a la judería.
La excavación también ha permitido recuperar importantes hallazgos de la Guerra de la Independencia entre los que destacan los restos de al menos seis soldados que perecieron al pie de la muralla durante el intento del ejército aliado de asaltar el Castillo, donde se encontraban las tropas de Napoleón. Al parecer la muerte les sorprendió bajo un intenso fuego de artillería pesada y ligera, tal y como lo demuestran las balas de cañón, fragmentos de metralla y balas de fusil encontradas junto a los restos. Los estudios posteriores han servido para determinar que los soldados tenían unos 22 años y eran ingleses. «Las abotonaduras de sus casacas han puesto de manifiesto que pertenecían al ejército inglés, en concreto al 83º Regimiento de Infantería del Condado de Dublín y al 58º Regimiento de Infantería de Rytlandshire de Inglaterra, que estuvieron combatiendo desde 1810 a 1813 a las órdenes de Wellington», indicó la arqueóloga Ana Isabel Ortega, que ha dirigido las excavaciones junto a Ana Bores.
Uno de los soldados portaba a la espalda una pala de zapador. Los restos se han localizado agrupados y agazapados junto a la muralla.
El sitio y defensa del Castillo de Burgos culminó con la voladura de su estructura por el ejército francés en el momento de su retirada en 1813 destruyendo y asolando el conjunto. La arqueología ha sacado a la luz las evidencias de dicha destrucción, encontrando gran parte de la muralla desaparecida por las voladuras y llegando a identificar incluso las bocaminas en los cimientos de la muralla.
Los trabajos arqueológicos también han servido para descubrir 8.028 restos cerámicos medievales. «Tenemos una colección de producciones mudéjares de las mejores que hay en el país. Hay que restaurarlas y estudiarlas, pero la muestra que tenemos no desmerece a las de otras ciudades como Toledo», añadió Ortega.
También se han hallado estucos y baldosas de un suelo que podría ser de una sinagoga o palacio, sí como 885 restos óseos de animales domésticos.
En este sentido, la arqueóloga apuntó la necesidad de mostrar estos hallazgos y otros posteriores que aparezcan a la sociedad a través de un museo sobre el origen de la ciudad.
Por su parte, el alcalde, Juan Carlos Aparicio, destacó la importancia de los descubrimientos al ayudar a recuperar «parte de nuestra historia» y alabó los trabajos realizados por Construcciones Ortega, que ha consolidado los restos de la nueva muralla para que puedan ser observados por los burgaleses. «Somos conscientes de la importancia arqueológica de estos descubrimientos y si se hace alguna intervención deberá llevarse a cabo con garantías».
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Historia del sitio de Burgos en 1812:
El antiguo castillo de Burgos, que el Emperador Napoleón cuatro años antes había hecho poner en estado de defensa, ocupa la cumbre de una colina oblonga de forma cónica, cuya parte inferior se hallaba rodeada de una obra descubierta y el todo defendido con una batería casa-matada. Los franceses habían construido líneas de reductos que rodeaban la colina, de modo que esta por su situación local y la mucha artillería que la guarnecía, presentaba el aspecto de una plaza de las mas respetables, siendo este punto el único depósito de municiones y víveres que restaba al ejército francés de Portugal. Este fuerte sin embargo se hallaba dominado por el monte de San Miguel ,situado á 150 toesas, cuya altura tenían también fortificada los enemigos. El 18 tomaron las tropas españolas posición delante de Burgos; pero con la noticia de que el enemigo había evacuado la ciudad, como unos 800 hombres, pertenecientes a las guerrillas o cuerpos francos, contra las órdenes expresas de Lord Wellington entraron en la población, en donde cometieron todo género de desórdenes, como gente sin oficiales; pues si alguno había era tan malo como el simple guerrillero. Divididos en grupos de diez en diez se entregaron tan sin freno al pillaje, que ni aun respetaron los establecimientos pertenecientes a la nación, forzando las puertas de los almacenes de vestuarios, armamento y monturas, que saquearon en un momento, sin perdonar los hospitales, privando al ejercito de un recurso que tan indispensable le era en el momento crítico de ir á empezar un sitio que necesariamente debía ser sangriento. El desorden subió á su colmo por haber encontrado los guerrilleros un almacén de licores y vinos que consumieron, y nada es comparable á la escena lastimosa que presentaba la desgraciada ciudad de Burgos, blanco al mismo tiempo del fusil y cañón que los enemigos disparaban sin cesar. Solo la partida del Cura Merino observó la más completa disciplina. Con un destacamento de su gente y dos escuadrones de Don Julián Sánchez el General Álava, comisionado por Lord Wellington para restablecer el orden entre esta tropa desmandada, cargó sable en mano á los guerrilleros, y arrojándolos de la ciudad logró salvar una porción de almacenes preciosos y un millón de reales en tabaco que había en la Aduana, con un parque de artillería provisto de todo. Aquella misma noche envió el General Castaños para que ayudasen a Álava dos batallones españoles que contribuyeron á mantener el orden en la ciudad, y asegurar los efectos salvados y cajas confiscadas. Tan graves fueron los excesos cometidos en Burgos, que las Cortes generales y extraordinarias los tomaron en consideración, y mandaron á la Regencia en 8 de Octubre que dictase las providencias mas activas para el castigo ejemplar de los autores de semejantes desórdenes.
Lord Wellington conoció la necesidad de atacar inmediatamente el castillo de Burgos, aun cuando por de pronto no podía disponer mas que de tres cañones, cinco obuses y algunos centenares de balas. En la misma mañana del 18 practicó un reconocimiento atacando dos flechas que los enemigos tenían construidas delante de la obra avanzada del cerro de San Miguel, desde cuya altura se domina dos toesas la del castillo. Su fortificación consistía en un hornabeque con un reducto interior, un profundísimo foso por el frente y por los lados una escarpa inaccesible. Nada pudo detener al intrépido General Pak, que al frente del regimiento escocés número 42, compuesto de soldados recién llegados de Inglaterra, intentó la escalada de este punto, y á pesar de ser cortas las escalas, con el auxilio de las bayonetas clavadas en tierra, se apoderaron en la noche del 19 de estas obras, guiados por su valiente mayor el honorable Carlos Cox, después de 40 minutos de una vigorosa resistencia, al cabo de los cuales fueron arrojados del hornabeque sus defensores con pérdida de 150 prisioneros. Aquella misma noche se empezó la construcción de tres baterías en el mismo cerro de San Miguel, y los trabajos á la zapa por el camino de Reynosa. Lord Wellington, penetrado de la necesidad de vencer sin pérdida de tiempo aquel obstáculo que se le oponía para continuar persiguiendo á los franceses hasta el Pirineo, quiso aprovechar el ardor que la toma del cerro de San Miguel inspiró en sus soldados, é intentó tomar por asalto en la noche del 22 de Septiembre el primer recinto del castillo, ordenando que los destacamentos de tropas portuguesas que habían formado la embestidura, atacasen bruscamente la parte del mediodía para llamar hacia aquel lado la atención general de la guarnición, mientras varias columnas de tropas inglesas se presentaron al mismo tiempo con escalas por la parte que mira á, la ciudad. Los portugueses fueron vivamente rechazados, no pudiendo verificarse la escalada por la vigilancia de la guarnición. Desde este mismo día se empezó á proceder en el orden regular de un sitio, continuando los trabajos de este con el mayor ardor, así como la extracción del número considerable de efectos abandonados por el enemigo en la ciudad, obstruyéndose con estacadas las calles de la parte del castillo para impedir las salidas de su guarnición.
La naturaleza del terreno, los fuegos perpendiculares del castillo, no permitían abrir trincheras; y careciendo además Lord Wellington de artillería de sitio, dispuso para suplirlo la construcción de minas. El 29 por la noche se volaron dos hornillos sobre el muro exterior del castillo, quedando abierta una brecha de 30 varas, de la que habiendo tratado de apoderarse con buen éxito un destacamento inglés, no pudo mantenerse en ella mucho tiempo por las defensas que á su frente establecieron los enemigos. El 4 de Octubre se voló otro hornillo con, mejor resultado, y las tropas inglesas sin perder un momento asaltaron las brechas, estableciéndose en las obras exteriores. El ataque y la defensa del castillo de Burgos son muy notables por el valor y obstinación que sitiadores y sitiados manifestaron en los reiterados asaltos, que fueron otros tantos combates cuerpo á cuerpo, y mas aun por las consecuencias que tuvo. Lord Wellington pudo muy bien, bloqueando este castillo, haber continuado la persecución del ejército francés sin perder tanto tiempo en una operación casi inútil.
En los días 5 y 8 de Octubre la guarnición hizo dos salidas, en las que no dejó de causar bastante daño á los aliados, los que sin embargo lograron abrir otra nueva brecha en el recinto exterior y establecer en ella algunas tropas. Así permanecieron las cosas hasta el 18 de dicho mes, en que habiendo recibido Wellington de Santander un socorro de municiones, y concluido una tercera mina sobre el segundo recinto, se determinó al asalto en el momento en que la explosión de esta mina destruyese la parte de muralla correspondiente. En efecto, se voló la mina, y abierta la brecha se intentó el asalto con la mayor energía; pero el fuego de los sitiados sobre los puntos amenazados fue tan vivamente sostenido, que los ingleses se vieron precisados á desistir.
El ejército francés, que retirado sobre las márgenes del Ebro no había tratado de turbar durante tres semanas las operaciones del sitio, reforzado por tropas venidas de Francia y por las del General Caffarelli, Gobernador de Vizcaya y Navarra, que se le habían reunido el 17 de Octubre para operar con el ejército francés de Portugal, de acuerdo con los del centro y mediodía, que se hallaban reunidos en los confines de Castilla la Nueva, Murcia y Valencia, se dirigió hacia Burgos, mientras José y Soult al frente de aquellos marchaban hacia el Tajo y Madrid, donde había quedado Hill con fuerzas inglesas, españolas y portuguesas, y parte del segundo y tercer ejército español con el General Elio. El 13 de Octubre el General Gautbier hizo un, reconocimiento de los puestos avanzados de los aliados establecidos en Monasterio, y el 18 y 19 el General en jefe Souham maniobró como si intentase presentar batalla, la que Lord Wellington no rehusó, colocando su ejército en posición, apoyando su derecha en el Arlanzon, y prolongando su izquierda en la dirección de Ibeas y Riovena. El 20 los dos ejércitos se observaron, y por la noche el General inglés Paget con dos divisiones rechazó un cuerpo de tropas francesas que se había situado en Quintanapalla. Lord Wellington no creyendo prudente esperar en Burgos á los franceses, y comprometer el suceso de la campaña por el empeño de la toma del castillo, y siéndole indispensable su reunión con el General Hill para no combatir con fuerzas desproporcionadas y exponerse á perder una batalla, que hubiera puesto al Mariscal Soult en estado de volver á penetrar en Andalucía y comenzar de nuevo el bloqueo de Cádiz, levantó después de 31 días el sitio del castillo de Burgos el 21 de Octubre, y por una temeridad sin ejemplo hizo desfilar durante la noche todo su ejército bajo los muros de la fortaleza por el puente de Arlanzon, que está dominado por la artillería de aquella. De este modo los franceses no notaron la retirada de Lord Wellington, ni pudieron por consiguiente ir en su seguimiento, sino dos días después que este levantó el sitio. La caballería y tropas ligeras francesas tuvieron algunos encuentros parciales con diverso éxito con la retaguardia del ejército aliado hasta el 26 de Octubre en que llegó este á Cabezón, y atravesó el Pisuerga.
El ejército francés, que retirado sobre las márgenes del Ebro no había tratado de turbar durante tres semanas las operaciones del sitio, reforzado por tropas venidas de Francia y por las del General Caffarelli, Gobernador de Vizcaya y Navarra, que se le habían reunido el 17 de Octubre para operar con el ejército francés de Portugal, de acuerdo con los del centro y mediodía, que se hallaban reunidos en los confines de Castilla la Nueva, Murcia y Valencia, se dirigió hacia Burgos, mientras José y Soult al frente de aquellos marchaban hacia el Tajo y Madrid, donde había quedado Hill con fuerzas inglesas, españolas y portuguesas, y parte del segundo y tercer ejército español con el General Elio. El 13 de Octubre el General Gautbier hizo un, reconocimiento de los puestos avanzados de los aliados establecidos en Monasterio, y el 18 y 19 el General en jefe Souham maniobró como si intentase presentar batalla, la que Lord Wellington no rehusó, colocando su ejército en posición, apoyando su derecha en el Arlanzon, y prolongando su izquierda en la dirección de Ibeas y Riovena. El 20 los dos ejércitos se observaron, y por la noche el General inglés Paget con dos divisiones rechazó un cuerpo de tropas francesas que se había situado en Quintanapalla. Lord Wellington no creyendo prudente esperar en Burgos á los franceses, y comprometer el suceso de la campaña por el empeño de la toma del castillo, y siéndole indispensable su reunión con el General Hill para no combatir con fuerzas desproporcionadas y exponerse á perder una batalla, que hubiera puesto al Mariscal Soult en estado de volver á penetrar en Andalucía y comenzar de nuevo el bloqueo de Cádiz, levantó después de 31 días el sitio del castillo de Burgos el 21 de Octubre, y por una temeridad sin ejemplo hizo desfilar durante la noche todo su ejército bajo los muros de la fortaleza por el puente de Arlanzon, que está dominado por la artillería de aquella. De este modo los franceses no notaron la retirada de Lord Wellington, ni pudieron por consiguiente ir en su seguimiento, sino dos días después que este levantó el sitio. La caballería y tropas ligeras francesas tuvieron algunos encuentros parciales con diverso éxito con la retaguardia del ejército aliado hasta el 26 de Octubre en que llegó este á Cabezón, y atravesó el Pisuerga.
Historia política y militar de la guerra de la independencia de España contra Napoleón Bonaparte desde 1808 á 1814
Autor José Muñoz Maldonado
Publicado: 1833
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Napoleón, a su llegada a Burgos en el mes de noviembre de 1808, examina el castillo y sus alrededores y ordena una serie de trabajos que le hagan inexpugnable. El 12 de noviembre, desde Burgos, escribe el siguiente informe a Berthier:
El fuerte de Burgos consta fundamentalmente del reducto. El reducto no es de verdad atacable más que por el lado superior. Querría contra esta altura dos caballetes, uno, con la altura actual de la muralla, que se arme con ocho piezas de cañón y otro de torres que se llenarían o que se armarían, o que se arreglarían para poder contener dos pequeñas piezas de cañón. Estas torres, se diga lo que se diga, no se abaten tan deprisa como se cree; me acuerdo que en el sitio de Milán no puedieron abatir las del reducto.
Que hará el enemigo? colocará seis piezas del 24 sobre la altura para batir en brecha y empleará seis piezas del 12 para responder al fuego del fuerte. En 48 ó 72 horas aplastará las murallas; producirá dos efectos: destruirá las baterías y hará la brecha, sin abrir trinchera, sin zapa. Pero es necesario, después de eso, subir al asalto descendiendo un pequeño valle y remontándolo. Si se le presenta un obstáculo cualquiera y se le da al fuerte otro cierre por ese lado, es evidente que será necesario que destruya este nuevo recinto antes de que subir al asalto. Propongo pues cerrar el fuerte, del lado en cuestión, por una contraescarpa, una zanja, una defensa y un glacis y un camino cubierto. Todo eso no llegará a 50 toesas de longitud. Ni la escarpa ni la contra escarpa serían alcanzadas por baterías del 24 colocadas sobre la altura. Será necesario que el enemigo avanzara y viniera a colocarse sobre el glacis para cortar esta escarpa , lo que supone un asedido, y bastante considerable. ¿Debe ser, en línea recta, una especie de flecha o de media luna? Eso será decisión del ingeniero.
Lo fundamental es tener un punto de fortificación permanente que el enemigo no pueda destruir desde la altura. Debe ser fácil situar esa pieza. No me ha parecido que eso fuera difícil. Se podrían colocar ocho piezas de cañón, lo que sería temible. Aceptemos que el enemigo terminara por invertir la estructura, pero no habrá hecho nada.
Por todas partes donde se suponga que el enemigo puede abrir brecha, se hará una segunda zanja, de modo que no considero la obra actual más que como un ensayo. No tiene 200 toesas de controrno; es pues una zanja de 200 toesas, un camino cubierto y una escarpa de 200 toesas revestida de albañilería en las partes más importantes y destacadas, en otras reforzadas por empalizadas y por medios ordinarios. Se pondría al ras a continuación todo lo que se eleva inútilmente y, excepto la estructura del lado de la altura, se igualaría todo el resto a 20 pies de escarpa; e incluso se descubrirían con prudencia las partes enterradas, de suerte que, cuando se suponga que un golpe de barra aplastaría todo el reducto construido, seguiría siendo todo alrededor un recinto, en parte provisional, que solo se dominaría de un único lado.
En cuanto a la altura de la iglesia que hay delante del fuerte, hay muchas cosas que hacer; en primer lugar una nueva fila de empalizadas; a continuación es necesario construir algunos resaltos que flanqueen todo y descubran mejor el pie del lado opuesto al alto. No puede haber ninguna objeción del lado de la altura.
En cuanto al agua, si la hay en el fondo, no hay ninguna objeción. Se hará una galería bien cubierta, un buen pozo, y el diablo no atacará este reducto cuando sea dueño de la altura. Si es necesario hacer algunos blindajes u obras de esta especie, nada impedirá hacerlo.
Que hará el enemigo? colocará seis piezas del 24 sobre la altura para batir en brecha y empleará seis piezas del 12 para responder al fuego del fuerte. En 48 ó 72 horas aplastará las murallas; producirá dos efectos: destruirá las baterías y hará la brecha, sin abrir trinchera, sin zapa. Pero es necesario, después de eso, subir al asalto descendiendo un pequeño valle y remontándolo. Si se le presenta un obstáculo cualquiera y se le da al fuerte otro cierre por ese lado, es evidente que será necesario que destruya este nuevo recinto antes de que subir al asalto. Propongo pues cerrar el fuerte, del lado en cuestión, por una contraescarpa, una zanja, una defensa y un glacis y un camino cubierto. Todo eso no llegará a 50 toesas de longitud. Ni la escarpa ni la contra escarpa serían alcanzadas por baterías del 24 colocadas sobre la altura. Será necesario que el enemigo avanzara y viniera a colocarse sobre el glacis para cortar esta escarpa , lo que supone un asedido, y bastante considerable. ¿Debe ser, en línea recta, una especie de flecha o de media luna? Eso será decisión del ingeniero.
Lo fundamental es tener un punto de fortificación permanente que el enemigo no pueda destruir desde la altura. Debe ser fácil situar esa pieza. No me ha parecido que eso fuera difícil. Se podrían colocar ocho piezas de cañón, lo que sería temible. Aceptemos que el enemigo terminara por invertir la estructura, pero no habrá hecho nada.
Por todas partes donde se suponga que el enemigo puede abrir brecha, se hará una segunda zanja, de modo que no considero la obra actual más que como un ensayo. No tiene 200 toesas de controrno; es pues una zanja de 200 toesas, un camino cubierto y una escarpa de 200 toesas revestida de albañilería en las partes más importantes y destacadas, en otras reforzadas por empalizadas y por medios ordinarios. Se pondría al ras a continuación todo lo que se eleva inútilmente y, excepto la estructura del lado de la altura, se igualaría todo el resto a 20 pies de escarpa; e incluso se descubrirían con prudencia las partes enterradas, de suerte que, cuando se suponga que un golpe de barra aplastaría todo el reducto construido, seguiría siendo todo alrededor un recinto, en parte provisional, que solo se dominaría de un único lado.
En cuanto a la altura de la iglesia que hay delante del fuerte, hay muchas cosas que hacer; en primer lugar una nueva fila de empalizadas; a continuación es necesario construir algunos resaltos que flanqueen todo y descubran mejor el pie del lado opuesto al alto. No puede haber ninguna objeción del lado de la altura.
En cuanto al agua, si la hay en el fondo, no hay ninguna objeción. Se hará una galería bien cubierta, un buen pozo, y el diablo no atacará este reducto cuando sea dueño de la altura. Si es necesario hacer algunos blindajes u obras de esta especie, nada impedirá hacerlo.
Cartas de Napoleón Bonaparte desde Castilla y León (1808-1809)
Jesús García Sánchez
Editorial Ámbito
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Editorial Ámbito
Sitio de Burgos 1812
Situación actual del castillo. En la parte superior todavía es posible distinguir el contorno del hornabeque
Paraje donde han aparecido los restos. Antes de la excavación
Es curioso que Napoleón se dedicara a estudiar en persona la fortificación.
ResponderEliminarCarlos Mathé