Ermita del Cristo de los Afligidos (Etreros) |
Cuenta la crónica que
el día anterior al fallecimiento de don Julián Sánchez, y ante su estado
crítico, un jinete partió hacia Salamanca con el fatídico anuncio.
Al amanecer del 19 de
octubre de 1832, los primeros rayos de sol descubren a un grupo de hombres que,
formando varios corros, esperan junto a la puerta del palacio del conde de
Mansilla. Sus rostros serios, duros, no reflejan el cansancio de la larga
jornada a caballo. La mayoría han llegado durante la noche a la población
segoviana de Etreros, acudiendo a la llamada. No todos han podido asistir, por
la premura de la noticia ha sido imposible que el grupo fuera más numeroso. A
su llegada, todos han ido siguiendo el mismo protocolo: presentar sus
condolencias a doña Juana Velarde Gandarillas, viuda de don Julián y cuadrarse
ante el cadáver del que fuera Brigadier de los Reales ejércitos.
Prefieren guardar el
velatorio juntos y han elegido el frío de la mañana para que les acompañe en el
dolor. El silencio les rodea, únicamente interrumpido ocasionalmente por una
solicitud de fuego para encender un cigarro, o para narrar una hazaña lejana en
el tiempo que compartieron con el difunto.
A una señal del
interior de la casa seis de estos hombres, que aparentan más autoridad que el
resto, entran dentro de la vivienda. Al
cabo de un tiempo, por el sonido que se escucha, se comprende que se está
tapando el ataúd. El súbito llanto de doña Juana les hace encogerse, ni el frío
ni el dolor lo había conseguido. Se abre completamente el portón y aparece el
párroco junto con dos monaguillos, seguido por cuatro de los hombres que
entraron anteriormente. Portan sobre sus hombros un sencillo féretro de madera
de pino.
La visión hace aparecer signos de lágrimas en
los curtidos rostros de los hombres. Sus cuatro compañeros han cambiado sus
ropas por un antiguo uniforme que dejó de ser reglamentario hace muchos años.
La desgastada tela azul con sus vivos rojos les evocan lejanos amaneceres
cabalgando por los campos charros, defendiendo el trono a un rey que
posteriormente les dio la espalda. Instintivamente, sin
una orden que lo provoque, la veintena de hombres se juntan en formación.
Estiran sus ropas arrugadas por el viaje y descubren sus cabezas en señal de
respeto. En ese preciso momento un relincho de caballo suena en la calle Real,
a la derecha tras la esquina de palacio aparecen los otros dos compañeros
montados a caballo, uniformados como los anteriores y portando unas lanzas con
banderola granate. Vienen de las cuadras que posee el Conde. Las lanzas las
conservaba don Julián colgadas en una de las paredes de la sala principal de la
casa. Los dos jinetes se adelantan unos metros por la calle Real para encabezar
el cortejo fúnebre.
A continuación sale de
palacio la viuda, apoyándose en el brazo de su primo don Francisco de Paula
Gandarillas. Don Francisco es hijo del conde de Mansilla, se trasladó hace unos
días desde la vecina Segovia ante el aviso del agravamiento de la salud de don
Julián. Tras ellos están don Juan Sánchez García, hermano de don Julián, y uno
de sus sobrinos Juan Antonio Hernández. Únicos familiares del brigadier que han
podido acudir a Etreros.
Por último, sale del
palacio don Juan de San Miguel de la Peña, primer comandante del batallón de
los Voluntarios Realistas de Santa María la Real de Nieva, junto a varias
autoridades de la comarca.
El grupo de hombres se
unen al final del cortejo. Marchan en formación, tal como lo hacían
antiguamente cuando formaban parte del regimiento de Lanceros de Castilla, bajo
el mando de don Julián Sánchez García “el Charro” al que hoy acompañan en su
último trayecto.
El séquito enfila la calle Real camino de la
iglesia de San Juan Bautista, cuyas campanas han empezado a redoblar. El pueblo
se encuentra apostado a ambos lados de la calle mostrando respeto al que ha
sido ilustre vecino en éstos últimos años. La mayoría recuerda las penurias
pasadas en la afrancesada, y como gracias a hombres como don Julián
consiguieron deshacerse del invasor y no seguir temiendo por sus escasos
bienes.
Al llegar a la altura
de la iglesia giran a la derecha para entrar en la gran explanada que hace de
plazuela. Junto al templo, haciendo escuadra con el mismo, se encuentran dos
compañías de Voluntarios Realistas que se han desplazado desde Santa María la
Real de Nieva. En formación, con las cajas sin enlutar, a una señal del
comandante don Juan de San Miguel a su segundo don Tomás Rodrigo, éste ordena a
la tropa presentar armas en el momento que la comitiva entra en el edificio. El
comandante no está obligado hacerlo, pero quiere rendir de ésta forma honores
al que fuera caudillo castellano. A pesar de sus diferencias políticas, don
Julián y él entablaron amistad y eran frecuentes las visitas entre uno y otro.
A don Juan de San Miguel se le encargó la orden de vigilar y controlar las
visitas que recibiera Sánchez en Etreros, pero la figura del brigadier le
sedujo desde el primer momento forjándose entre ellos gran simpatía.
Los dos jinetes quedan
a ambos lados de la puerta mientras que el resto de hombres entran en la
iglesia. El féretro es depositado en la cabecera del templo y el padre Llata
realiza el oficio funeral resaltando las figuras de marido y militar de don
Julián.
Al finalizar el
responso, las escasas autoridades pasan en fila a dar el pésame a la viuda y
familiares, al igual que lo hacen los parroquianos que han conseguido hueco
dentro de la iglesia. El funeral no ha terminado, ya que el deseo de don Julián
fue el de ser enterrado en la vecina ermita del Cristo de los Afligidos. El
recorrido entre la iglesia y la ermita, poco más de 200 metros, lo realizarán
únicamente sus allegados y los hombres que le sirvieron en vida.
La salida del féretro
del templo viene acompañada por una descarga de los Voluntarios Realistas. La
población de Etreros se ha terminado reuniendo en la plazuela de la iglesia y
rompe a aplaudir cuando el cortejo dobla la esquina y se encamina recto hacia
la ermita. En primer lugar los dos jinetes, seguidos por el padre Fr. Francisco
Llata y el féretro llevado por los cuatro hombres uniformados. A continuación
la viuda, don Francisco de Paula y el hermano y sobrino de don Julián. Por
último, cerrando la comitiva, la veintena de hombres. Al llegar a la pequeña
ermita los dos jinetes bajan de sus caballos y entran en su interior, seguidos
por el resto de hombres. El párroco, doña Juana, su primo y el hermano y
sobrino de don Julián permanecen unos instantes fuera, a la espera de la salida
de los hombres. Con ellos está Pedro
García, el encargado de habilitar la sepultura y que estaba esperando la
llegada para terminar su trabajo. Dentro de la ermita, en el centro junto al
altar, los hombres han depositado el féretro en la sepultura y con gran dolor
se despiden del que fuera su jefe. Al salir permanecen juntos, asumiendo la
pérdida y recordando a todos los compañeros que se fueron y a los que se les ha
unido don Julián.
Dentro de la ermita
doña Juana Velarde llora desconsoladamente la pérdida de su esposo, mientras
que don Francisco Llata bendice la sepultura y dedica unas últimas palabras
antes de que Pedro García proceda a colocar las piedras del suelo que tapan el
lugar donde se ha producido el enterramiento. Una vez terminada la pequeña
ceremonia se cierra la puerta con llave, quedando don Julián Sánchez García, el
que fuera héroe de la Independencia, enterrado en la pequeña ermita del pueblo
de Etreros. La talla del Santo Cristo de los Afligidos, que preside la ermita,
velará por él.
Una vez retornados al
palacio de los Mansilla, los hombres hacen tiempo para salir escalonadamente
camino de Salamanca. No se les permite, desde el año 23, reunirse en grupos
numerosos ni viajar juntos. A pesar de su edad y el abandono de la carrera
militar, su soberano todavía les teme. El fallecimiento de su jefe ha sido la
última ocasión en que se reúnan todos, y han dado gracias al comandante de
Santa María la Real de Nieva que les permitiera el poder hacerlo. Los hombres
de don Julián Sánchez “el Charro” quedarán definitivamente olvidados.
A doña Juana Velarde ya
no la sujeta nada en Etreros. En éste pequeño pueblo segoviano deja enterrados
a sus dos hijos y a su marido. Una vez preparado todo para el traslado,
marchará pocos meses después a Cantabria a casa de su hermana.
El cronista desconoce que la noticia
llegó a Madrid y le fue comunicada de inmediato al rey Fernando VII. Más
preocupado por el retorno a Palacio después de la larga estancia en La Granja
de San Ildefonso, leyó el comunicado y sin más lo mandó archivar. España
siempre ha sido ingrata con sus héroes.
Tardó más la noticia en cruzar el mar y llegar hasta Apsley
House, Londres. Sentado a la mesa de trabajo, el viejo militar revisa la
correspondencia. Cuando termina de leer el despacho llegado desde España
numerosos recuerdos y sensaciones que creía olvidados, se le presentan
repentinamente. El calor en España, el temor a sufrir una derrota, la amplia
meseta castellana... y aquellos hombres que lucharon bajo sus órdenes,
valientes y orgullosos. Una pequeña sonrisa se le escapa al recordar como se
produjo la captura del gobernador francés de Ciudad Rodrigo. Nunca lo ha
expresado en público, pero el duque de Wellington reconoce que fueron parte
importante en la expulsión francesa de la Península y cuando tuvo ocasión
mostró su reconocimiento a don Julián Sánchez y a su lanceros.
Miguel Ángel García García
Madrid 2016
Los Lanceros de Castilla y don Julián Sánchez |
Placa colocada en el interior de la ermita |
Para conocer el motivo por el cual don
Julián Sánchez se encontraba viviendo en el pequeño pueblo de Etreros y el posterior
traslado de sus restos a Ciudad Rodrigo, tenemos que retroceder hasta 1816.
Tras terminar la
guerra contra los franceses le nombran el 5 de abril de 1816 gobernador de la
plaza de Santoña. El 9 de julio de 1819 fallece en Santoña Cecilia Muriel su
esposa, volviéndose a casar don Julián el 18 de marzo de 1821 en Liérganes con
doña Juana Ignacia Velarde Gandarillas.
El 22 de marzo de 1822 se le amplía el
mando a toda la provincia de Santander.
6 de abril de 1823 está destinado en el segundo ejército de
operaciones para contener la entrada del ejército francés del duque de Angulema,
que viene en socorro de Fernando VII. Se le ordenar cubrir Logroño. En un enfrentamiento es herido en un costado
y llevado prisionero a Vitoria.
Enterado el duque de Angulema << de
las circunstancias de D. Julián>>
lo pone en libertad bajo su palabra de honor, dejándole que siga al cuartel
general hasta Burgos, donde se le confiere una comisión reservada para S.M. que
desempeña en Madrid a completa satisfacción, por lo que es exceptuado de la
medida general que se dictó para el ejército constitucional el 1 de octubre de
1823. No sin antes tener que interceder por él el Mayor General, Conde de
Guilleminot al Embajador de Francia:
Don Julián Sánchez me expresa el temor
que le causa el decreto de S.M. Católica, que separa de Madrid y del camino que
debe seguir la familia Real a todos los individuos que han sido empleados por
el Gobierno Constitucional. El Brigadier don Julián Sánchez servía
efectivamente en el Ejército Constitucional y fue hecho prisionero en Logroño,
pero como antes de abrirse la campaña había ya dado pruebas de su deseo de ser
útil a la causa Real, hubiera también entregado la plaza de Santoña que
mandaba, si el Gobierno de las Cortes, desconfiando de él, no le hubiera dado
otro destino.
Monseñor se dignó, cuando aquél cayó
prisionero, remitirle a Madrid, bajo su palabra de honor, encargándole al mismo
tiempo una comisión secreta, que desempeñó según lo convenido. Desde entonces
no ha cesado de dar muchas pruebas de su verdadera adhesión al servicio de su
Soberano. Ha ofrecido repetidas veces trasladarse al país de Salamanca, donde
tiene grande influencia, para atraer a sí a sus antiguos compañeros de armas,
que están en el día bajo las órdenes del Empecinado. En fin, de todos modos,
S.A.R. (el duque de Angulema) ha tenido motivos para estar satisfecho de la
conducta del Brigadier don Julián Sánchez, quien, por otra parte, no posee otra
fortuna que su destino. S.A.R. me encarga, en su consecuencia, de pediros que
le recomendéis del modo más eficaz al Gobierno de S.M. Católica y aun de
insistir para que se haga en su favor una excepción en la medida general, con
respecto a los diversos empleados del Gobierno Constitucional. Monseñor desea
que V.E. me haga conocer el resultado de sus diligencias en éste particular.
El Embajador Francés realiza el encargo y
un mes después escribe al conde de Guilleminot:
Madrid, 15 de noviembre de 1823.- Sr.
Conde: He recibido la carta que V.E. me ha hecho el honor de remitir ayer,
relativa a don Julián Sánchez. He dado cuenta a Monseñor el 17 del mes último,
y según el interés que yo había hecho conocer, según sus órdenes, al Ministro
de Estado, me ha dicho éste mismo que don Julián se había exceptuado de todas
las disposiciones.
Aun así se le concede una solución
arbitraria, no pudiendo permanecer en la capital:
Capitanía General de Castilla la
Nueva.- El excelentísimo señor Secretario del despacho de la guerra, con fecha
13 del actual, me previene, de orden del Rey N.S. diga a V.S. manifieste y pida
su cuartel de Brigadier para el paraje que más le acomode. Lo que pongo en
conocimiento de V.S. para su inteligencia y cumplimiento, esperando se sirva
darme aviso del recibo de éste escrito.- Dios guarde a V.S. muchos años.-
Madrid 16 de diciembre de 1823
Don Julián solicita cuartel para Ledesma
(Salamanca) con un sueldo mensual de 2.000 reales.
El 18 de septiembre de 1824 se le acusa
de conspiración:
Comandancia Militar de Ávila
Excmo. Sr.: He visto y el señor
Intendente de Policía de esta provincia, carta en que se demuestra aumentarse
las sospechas que infunden el brigadier don Julián Sánchez, que se halla con
fija residencia en Ledesma. En éstos últimos días dicen que ha ido a varios
pueblos de aquellas inmediaciones, en cuyos parajes se supone haber más de 800
indefinidos y licenciados del Ejército revolucionario, sin contar con muchas
que pertenecieron a la Caballería que mandó; el conducto de la noticia es
fidedigno y dicho Sánchez podía acaso contar con alarmar dicha gente. No hay
duda que V.E. tiene que fijar la vista sobre la conducta de aquél, y por lo
mismo y para que sirva de conocimiento, lo elevo al superior de V.E. rogándole
tenga presente esto. V.E. tendrá la bondad de
hacer el mérito que le parezca del fruto de mis observaciones y disponer
lo conveniente para cuanto expongo, que no son más que deseos de que no haya
alguna tentativa con don Julián, y cuente con los soldados que fueron
constitucionales y oficiales indefinidos.- Dios guarde a V.E. muchos año.-
Ávila 18 de septiembre de 1824.- Excmo. Sr. Juan Mediavilla de la Torre.-
Excmo. Capitán general de Castilla la Vieja.
A consecuencia de ésta delación, por Real
Orden del 29 de septiembre de 1824 se ordena prisión para don Julián, ocupación
de sus papeles y correspondencia y a la formación de sumario como sospechoso de
alterar el orden público en sentido constitucional en la provincia de
Salamanca. Es encerrado en la Real Chancillería de Valladolid.
Desde su prisión don Julián eleva el 31
de diciembre de 1824 una instancia al Rey solicitando que se le formase causa o
se le dejara en libertad. Pero hasta el 12 de marzo no se remite al Supremo
Consejo de Guerra. Por Real Orden de 3 de julio de 1825 se dispone que continúe
la sumaria conforme a lo prevenido el 29 de septiembre del año anterior, y a
pesar de que la Comisión Militar de Castilla sobreseyó la sumaria por no
encontrar motivo contra don Julián en la supuesta conspiración, por otra Real
Orden de 3 de agosto se manda que se lleve a efecto lo prevenido el 3 de julio
y que vuelva a empezar la sumaria.
Al final se le pone en libertar por Real
Orden de 6 de enero de 1827 << En atención a haber resultado inocente en
la proyectada conspiración constitucional contra el Gobierno del Rey, sin que
le sirva de nota alguna en su conducta la prisión sufrida>>
Cansado don Julián Sánchez de tanto
desprecio se retira a la localidad Segoviana de Etreros en el año 1828, donde
el tío de su mujer, el conde de Mansilla, tiene un pequeño palacio. Al poco de
llegar fallece su único hijo Francisco Luis, el 30 de agosto de 1828. El 30 de
mayo del año siguiente su mujer da a luz a una niña a la que ponen por nombre
Rosa Petronila que lamentablemente muere el 4 de octubre de 1831.
Don Julián fallecería el 18 de octubre de
1832 siendo enterrado en la ermita de Etreros.
Don Julián Sánchez, conjunta persona de
doña Juana Velarde. En el día diez y nueve de octubre de mil ochocientos treinta
y dos. Yo, el infrascrito Cura Teniente de éste lugar de Etreros, di sepultura
eclesiástica en su ermita al cadáver del señor don Julián Sánchez, Brigadier de
los Reales Ejércitos, residente en este pueblo, conjunta persona de doña Juana
Velarde; murió el día anterior, después de haber recibido los Santos
Sacramentos de Penitencia, Comunión y Extremaunción. Hizo testamento por ante
el fiel de fechos de este pueblo, Vicente Montalvo, y si resultare algo para
Colecturía se anotará en su respectivo libro.- Y para que conste, lo firmo.
En 1909 el capitán de ingenieros Martínez
Unciti estudia el expediente militar de don Julián Sánchez y descubre el lugar
donde está enterrado. Unciti lo comunica al Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo.
Heraldo de Madrid 27 de abril de 1909 |
El
sacerdote e investigador don Jesús Pereira Sánchez promueve el traslado de los
restos de don Julián Sánchez a Ciudad Rodrigo en 1910, con motivo del
bicentenario del primer Sitio. Se ha puesto en contacto con el párroco entonces de Etreros don Antonio
Balbuena, que le proporciona la partida de defunción. También le indica que
desde 1834, en que es construido el cementerio que existe todavía junto a la
ermita, no se había producido ningún enterramiento dentro de la ermita, a no
ser de algún sacerdote de los escasos que durante los 75 años transcurridos
hubieran podido morir en el pueblo.
En 1871 se abrió una sepultura para
enterrar a un sacerdote fallecido y uno de los tres hombres que intervinieron
en el entierro halló en ella una espada, que utilizó después para hacer
cuchillos. En 1909 todavía vivía uno de los tres sepultureros y les indicó el
sitio de dicha sepultura, afirmando que el cadáver junto al cual encontraron la
espada, no fue extraído sino que lo dejaron como estaba. Por lo que dedujeron
que la tumba era la de don Julián Sánchez.
El traslado no se puede producir y la
empresa quedó suspendida.
En 1980 se vuelve a retomar la iniciativa del traslado
de los restos de don Julián. El Obispado de Segovia, autoriza debidamente la
exhumación. Se realizan varias catas y en un ataúd se descubren los restos de
una persona junto con lo que queda de un uniforme, por lo que se determina que es don
Julián. El lugar del enterramiento es frente al altar. Únicamente se conserva
del cráneo la mandíbula. Los restos se
trasladan a Salamanca y el 19 de enero de 1985 definitivamente se llevan a
Ciudad Rodrigo, donde se encuentran actualmente.
Estado actual de la fachada principal del palacio del Conde de Mansilla, Etreros |
Parte trasera del palacio |
Iglesia de Etreros |
Ermita de Etreros, lugar donde fue enterrado don Julián |
Ciudad Rodrigo. Monumento donde están depositados en la actualidad los restos de don Julián Sánchez |
La puerta "principal" de la iglesia de Etreros es la que da al sur (como la de todas o casi todas las iglesias), y no la que da a la plaza (lado norte). Hasta la década de los 80 del pasado siglo XX, todos los entierros, procesiones, etc., entraban y salían de la iglesia por la puerta sur. El entierro de D. Julián casi seguro que se hizo por la puerta "principal".
ResponderEliminarMuchas gracias por la información. Conocía el detalle de cual era la entrada principal de la iglesia de Etreros. Como dice usted casi seguro fue esa la puerta de entrada del entierro... o no
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