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domingo, 18 de mayo de 2025

CUENCA - PROYECTO DEL EJÉRCITO FRANCÉS PARA LA DEFENSA DE LA CIUDAD (1812)


El
9 de mayo de 1812, el Empecinado logró entrar en la ciudad de Cuenca, obligando a la guarnición francesa a evacuar la plaza en busca de refuerzos. Aunque la permanencia de su división en la ciudad fue breve, obtuvo un valioso botín al capturar un convoy francés que se preparaba para salir, además de infligir un importante golpe moral al ejército de José Bonaparte al arrebatarle temporalmente una plaza de gran valor estratégico.

Un mes más tarde, el duque de Mahón, comandante militar de Cuenca, encargó al ingeniero español Julián Albo —al servicio del ejército francés— la elaboración de un estudio detallado sobre las defensas de la ciudad y las medidas necesarias para reforzarlas, con el fin de evitar que se repitiera lo sucedido en mayo.

Éste es el contenido del informe:

Al duque de Mahón

Mi General,

En cumplimiento de la orden que V. E. tuvo a bien dirigirme, me permito exponer mi opinión acerca de los medios para fortificar el hospital y la altura de Santiago. Antes, considero imprescindible hacer algunas reflexiones sobre la vinculación de este punto con la situación general de Cuenca.

1.º Situación general de Cuenca.
La plaza se halla en una posición sumamente desfavorable para resistir un ataque de campo reglamentario por parte de un enemigo que disponga de fuerzas superiores y de artillería suficiente para un sitio prolongado—más de quince días—. Los reductos históricos de El Socorro, Molina, Santiago, La Merced y San Julián, que dominan todo el entorno, encierran la ciudad como una caja fuerte y facilitan al asaltante el establecimiento de baterías envolventes y de flanco en todas direcciones, a distancias inferiores al alcance eficaz de la artillería defensiva.

2.º Guarnición de 500–600 hombres.
Incluso admitiendo que el enemigo doblara o triplicara el número de nuestra guarnición, 500 – 600 hombres bastarían para defender la plaza durante al menos quince días y ganar tiempo para recibir auxilios. La solidez de la posición, el apoyo del fuerte de la Inquisición y otros recursos locales reforzarían nuestra resistencia.

3.º Guarnición de sólo 200 hombres.
Con tan escasa tropa, la defensa debería limitarse al fuerte de la Inquisición, que hoy, gracias a las obras realizadas, presenta un estado muy respetable. Privado el enemigo de artillería y acosado por los defensores, constituiría la posición el blanco principal de las acciones minadoras, y nuestra guarnición podría sostenerla incluso frente a una batería de calibre superior (4 libras), siempre que se mantenga a buena distancia de disparo y cuente con las piezas de campaña restantes.

4.º Peligros de dispersar la defensa.
Una fuerza dispersa deja puntos aislados y vulnerables. En el caso de una guarnición reducida obligada a cubrir un frente muy extenso, el enemigo hallaría fácil presa: es preferible un punto bien defendido que dos mal defendidos. Si sólo contásemos con 300 – 400 hombres, resultaría mucho más eficaz defender exteriormente Santiago en bloque que pretender fortificar sucesivos reductos dominados, en última instancia, por las baterías de La Merced.

— El edificio y la plataforma de Santiago quedan a menos de doscientos pasos de la guarnición, dependiente totalmente del fuerte de la Inquisición. Un enemigo solvente podría cortar la comunicación con la ciudad y el suburbio, y las pequeñas reducciones de Santiago no bastarían para impedirlo.

— Si las fuerzas no permiten guarnecer Santiago según mi propuesta, es preferible no fortificarlo: unas obras sin defensores suficientes se volverían contra nosotros y perjudicarían la defensa de Cuenca. Aun aunando sus fuegos con los del fuerte de la Inquisición, el enemigo acabaría ocupando la ciudad y el arrabal gracias a la disposición de sus baterías.

5.º Alternativa: San Cristóbal.
La altura y posición de San Cristóbal concentran todas las virtudes defensivas y, al mismo tiempo, garantizan la existencia de la guarnición en ese punto, ofreciéndole protección y vías de retirada:

1.     Es el punto más elevado de todo el entorno y se halla dentro del alcance de fusil del fuerte de la Inquisición.

2.     Una torre de cuarenta hombres cubre ambos caminos de acceso y retirada hacia dicho fuerte.

3.     Ocupada por una guarnición adecuada, puede considerarse parte integrante del fuerte —o incluso como dos torres separadas—; y, llegado el caso, sus defensores podrían retirarse con facilidad dejando preparada una mina para volar la posición.

4.     La ocupación de esta altura ofrece una vía de retirada estrecha pero eficaz, idónea para interceptar a la infantería enemiga en las montañas: ya sucedió en el pasado, cuando un socorro llegó desde un punto mucho más lejano y logró impedir el asedio con escasos medios.

5.     Para restaurar el edificio de Santiago y reforzar la reduta bastarían unos 60 000 – 70 000 reales. En cambio, erigir la torre fuerte de San Cristóbal costaría sólo 20 000 – 30 000, más otros 10 000 para el depósito de municiones.

Además, si quisieran emplazarse dos piezas de artillería en Santiago, podría defenderse simultáneamente tanto el reducto como el fuerte de la Inquisición. Pero con las dos torres de San Cristóbal, cubriríamos el fuerte frente a los únicos dos ángulos que el enemigo podría aprovechar.

Dejo, pues, a las virtudes militares y al sabio discernimiento de Su Excelencia la elección de la opción que estime más conveniente y útil al servicio de Su Majestad.

Cuenca, 14 de junio de 1812

Julián Albo (Jefe de Batallón, Ingeniero)





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