El pasado 3 de agosto me invitaron a participar en las XXIII Jornadas de Estudios Briocenses, organizadas por la asociación Gentes de Brihuega con el apoyo del Ayuntamiento. Al escribir el libro: El Empecinado, la vida de Juan Martín Díez, investigué en varios archivos y en uno de ellos apareció una curiosa correspondencia entre el general Hugo y José Bonaparte; en ella, además de temas militares, hace referencia Hugo a la guarnición que quiere establecer en Brihuega y a un robo producido en la iglesia de Santa María de la Peña y que termina teniendo relación con el tesoro de Sigüenza. Dato curioso que narro en el libro y que necesariamente quería contarlo en Brihuega (entre otras historias curiosas protagonizadas por el Empecinado) ante un público tan interesado por la historia de la villa.
El general Hugo en sus memorias indica que llega a Brihuega en junio de 1810 siendo recibido por las autoridades en el puente sobre el río Tajuña, siendo acompañado por éstos hasta el interior de la población. Aprovechan para expresarle que es Corpus y que temen salir en procesión ante las tropas francesas, pero Hugo quiere ganarse la confianza de las gentes y así evitar que colaboren con el Empecinado por lo que les anima a sacar en procesión la custodia y les ofrece a sus hombres para que se posicionen a lo largo del recorrido para dar más vistosidad al evento, además de acompañar el acto religioso con la música y fanfarria de la infantería y caballería. Según Hugo, la procesión tiene tanto éxito que será recordada por los vecinos de Brihuega durante muchos años.
El puente a principios del S.XX y en la actualidad |
Ya en esta primera visita a Brihuega reconoce la importancia estratégica de la población y la urgencia de restablecer el funcionamiento de la Real Fábrica de Paños que se encuentra allí instalada. Unos meses después, en septiembre, escribe al rey José I:
Brihuega es un pueblo a orillas
del Tajuña; su majestad tiene aquí una magnífica fábrica, lavaderos y pontones.
Este pueblo ha sido saqueado y sus talleres y herramientas destruidos; la
fábrica saqueada durante varios días por una columna a las órdenes del general
Dembowski. He establecido una guarnición en esta ciudad para mantener a la
población y preservar todo aquello de lo que su majestad aún pueda
beneficiarse. Mi cuartel general lleva seis días aquí, lo he establecido por
ser un lugar céntrico y con la intención de llegar más fácilmente al enemigo,
además de reiniciar la fábrica de su majestad que nadie cuidaba. Estos dos
objetivos ya se han cumplido. Se ha traído un convoy de lanas. Vuestra fábrica,
Sire, se ha restablecido y en estos momentos se encuentran en plena actividad
los talleres, dos escuelas de hilado y los cardadores. Su Majestad ha
recuperado casi 800 fardos de lana que juntos pueden pesar 6.400 arrobas: cada
arroba se estima en una onza de plata. El Sr. Ramon Bartholomé, director interino
de la fábrica, merece hasta ahora muchos elogios; pero lo que más le merecerá
es que con la lana que se decía que ya no valía nada tomó medidas para tener
hechas 3.000 yardas de tela en un mes. La contribución que le impuse a Budia
entra y cubre los gastos conjuntamente con los fondos de que dispongo. El señor
Ramón me parece desinteresado, está lleno de celo, lleno de actividad; hará
todo lo posible para obtener su condecoración [la Real Orden de España], es la única ambición que me
parece le anima. Soy consciente que el restablecimiento de la fábrica traerá
muchos bandidos. Su Majestad verá por estos largos detalles la necesidad de una
guarnición de al menos 400 hombres en Brihuega, sólo puedo poner aquí en estos
momentos un destacamento del 55º regimiento con 300 hombres. También verá lo
urgente que es separar la administración de esta fábrica de la de Guadalajara,
que tiene mucho que hacer para cuidarla y que no la cuida. Guadalajara podría
mantenerse como fábrica de telas finas, Brihuega como fábrica de telas para la
tropa. Ordené que no se hicieran más y en cuanto estemos preparados pasaremos a
40 telares para la tela blanca de los soldados.
Foto de Brihuega tomada en marzo de 2023. A la izquierda se puede observar la fábrica de paños y al fondo, a la izquierda de la plaza de toros, la iglesia de Santa María de la Peña |
Un mes después vuelve a escribir al rey, ha desalojado Sigüenza y se ha traído un cargamento de plata y obras de arte hasta Brihuega para, cuándo tenga ocasión, mandarlo todo a Madrid. Dos soldados franceses aprovechan la estancia estos días y roban el cáliz de la iglesia de Santa María de la Peña huyendo de Brihuega y desertando del ejército francés. El general Hugo no quiere tener problemas con las autoridades de Brihuega al tener aquí una guarnición permanente además del interés de que funcione la fábrica de paños, por lo que decide el 12 de octubre regalar, en nombre del rey, varios objetos a la iglesia para sustituir lo robado. A mayores, hace redactar y firmar un escrito por todos los párrocos de Brihuega dirigido al rey, dándole las gracias por el regalo recibido. Éste se compone de un cáliz con su patena y demás necesario, una preciosa casulla, paño de cáliz, bolsas de corporales y hasta los que se extiende sobre el ara del altar.
En la carta que envía al rey narrando lo sucedido, y que acompaña el escrito de agradecimiento, le indica a José Bonaparte que lo regalado procede de lo traído (robado) desde Sigüenza.
Interior y altar de la iglesia |