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domingo, 20 de julio de 2025

PRIMERAS NOTICIAS QUE LE LLEGAN A NAPOLEÓN SOBRE LA DERROTA DEL EJÉRCITO DE MARMONT EN LOS ARAPILES (SALAMANCA) 1812

 


Primeras noticias que le llegan a Napoleón sobre la derrota del ejército de Marmont en Los Arapiles (Salamanca). El próximo martes 22 de julio será el aniversario de la batalla. La carta la dirige el Jefe del Estado Mayor de Marmont, Lamartinière, al ministro de la Guerra:

El Ejército Imperial de Portugal atacó al enemigo el día 22 del presente mes, a la vista de Salamanca, sobre la orilla izquierda del río Tormes. Lamento tener que anunciar a V. E. que resultó vencido, perdiendo doce piezas de artillería y dos águilas.
El señor mariscal duque de Ragusa sufrió la fractura de su brazo derecho a causa de una esquirla de obús; yo me hallaba a su lado cuando fue herido. Aunque, según he sabido, habría motivos para censurar los movimientos realizados durante la campaña—la situación del ejército, sus disposiciones y las causas de nuestros desastres—, no corresponde instruir a V. E. sobre ellos mientras el general en jefe sea aún capaz de dictar su propio informe.
Me apresuro a comunicar que el mando del ejército ha sido confiado a Su Excelencia el conde Clausel, por ser el general más antiguo. Es venturoso que este oficial, muy estimado por el ejército a pesar de su herida, goce de tan alta reputación por su capacidad.
No puedo dar a V. E. un cálculo exacto de nuestras pérdidas; me parece, sin embargo, que las bajas en el mismo campo de batalla ascienden a unos 3 000 hombres. He observado además una dispersión inmensa que, durante varios días, aumentará la incertidumbre que reina en los destacamentos.
Muchos hombres, abatidos por las fatigas y el hambre, se han quedado rezagados en los últimos puestos; ciertos camaradas malintencionados aseguran que ya no temen ni los castigos de la disciplina ni a las guerrillas. Saquean o amenazan, dejando a su paso la devastación, el incendio y el asesinato.
No ha sido posible obtener de ninguna unidad un parte de situación.
Hasta los ojos menos perspicaces reconocían desde hace tiempo que el Ejército de Portugal —siempre demasiado atrasado en el pago de la soldada, sin distribuciones regulares de víveres y vestido a retazos— veía formarse y crecer en su seno una horda de saqueadores, murmuradores, panaderos‑vivanderos, carreteros y toda esa grey que, a mi entender, constituye el vicio de tener soldados sin disciplina. Los buenos propósitos del general en jefe y su firmeza habían logrado aún sostener el orden; pero desde hace cinco o seis días, los castigos y demás medidas que dependen de los oficiales subalternos se han vuelto imposibles, cuando estos mismos ya no pueden vivir sino del pillaje.
Hoy el Ejército de Portugal, derrotado ignominiosamente y convertido en menos que un ejército, tardará mucho en volver la cara al enemigo. ¿Se recompondrán sus cuadros? ¿Se enviarán otros cuerpos para reforzarlo? Las nuevas levas y las tropas que se le añadiesen quedarían pronto impregnadas del espíritu de bandidaje, de licencia y de insubordinación adquirido en Portugal. Los dos primeros resortes de su fuerza —el honor y el apego al Soberano— se relajan. No es raro oír decir: «¿Qué me importa ser hecho prisionero? Estaré bien tratado, mejor alimentado, mejor pagado; por el honor, no tengo patria.»
¿Qué cabeza bastante firme, qué poder lo bastante extenso y qué medios habría para volver a poner en marcha la máquina, reanimarla con el sentimiento del honor, las armas del valor, examinarla y sanear su sistema? Sólo el Emperador podría obrar semejante prodigio. ¡Pero Su Majestad está lejos! Así pues, no queda más recurso que la disolución del ejército de Portugal y la tropa incorporada a él todavía no han contagiado a los demás Cuerpos de ejército; de propagarse la infección lo haría, en todo caso, por regimientos.
Tales son, señor, las reflexiones de quien ha sido testigo de nuestros desastres y ha podido ver sus causas principales. Las someto a Vuestra Excelencia convencido de que son fundadas y de que es mi deber llamar su atención sobre ellas.
Tengo el honor firmado— de Lamartinière.
P. D. Este acontecimiento, que se anunció como si se hubiesen perdido tres águilas, sólo ha costado dos: las de los 22.º y 62.º regimientos. Enviaré a V. E. la lista nominal de los hombres tomados prisioneros en la batalla del 22, con la indicación de los muertos y heridos.





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