En toda contienda militar, la
población civil es la principal perjudicada. Durante la
llamada Guerra de la Independencia fueron innumerables los daños personales y
patrimoniales que sufrió la ciudadanía. Pese a la frecuencia y generalización
de estos sucesos, muchos han permanecido silenciados por el paso del tiempo,
ocultos en archivos y colecciones privadas.
Hace once años, rebuscando en
una librería de viejo de Madrid, me topé con varios legajos relacionados con la
época napoleónica. La lectura de sus hojas manuscritas nos desvela los daños
producidos a la familia Arteaga, una de las principales de la villa de
Torrelaguna (Madrid), entre los años 1808 y 1814 por las tropas francesas y
españolas. El contenido nos traslada a la localidad natal del Cardenal
Cisneros, su proximidad al camino real de Burgos, y con dos “ramales” de las
Cañadas “Segoviana” y “Galiana” convergiendo en su casco urbano, la hacen ser
frecuentada por los ejércitos de ambos bandos. Durante los primeros meses de
1808 sus habitantes ya tienen que empezar hacer frente a los gastos que
realizan las diferentes guarniciones francesas acantonadas en la villa, y en
los pueblos vecinos. Así, hasta el 31 de
mayo se suministra cebada, trigo, paja, carne, vino y pan cocido para: Siete
Iglesias, El Molar, Buitrago, Cavanillas, Lozoyuela y la propia Torrelaguna. En
noviembre del mismo año, días antes de la batalla de Somosierra, don Joaquín de
Arteaga, por medio de su administrador don Casimiro de Montalbán, suministra a
las tropas españolas que se encuentran en Buitrago: 38 fanegas de trigo para
hacer pan, a 32 reales la fanega, y 20 fanegas de cebada, a 18 reales fanega.
Aparte de estas contribuciones,
los habitantes de Torrelaguna se encuentran con la aparición de partidas de
guerrilla. Desde septiembre de 1809 una de estas partidas, que llaman
“Empecinados” en honor a su comandante don Juan Martín “El Empecinado”, ha
trasladado sus operaciones a Guadalajara frecuentando el término de
Torrelaguna. Un suceso extraño ocurre en la noche del 7 de diciembre de 1809.
Sobre las doce y media, un grupo de unas 70 personas a caballo de las que dicen
“Empecinados” irrumpe en el pueblo asaltando dos casas. Según declaración del
hijo de uno de los propietarios [1] :
«En la noche del día siete como a la hora de las doce y
media de ella, advirtió llegaron a la puerta de su casa muchas personas a
caballo dando golpes y diciendo les abriesen pero que recelosa su madre y los
criados, que aquella hora pudiese ser gente de sospecha, no las abrieron, que
viendo esta resistencia dieron con una hacha y despedazaron la madera de la
cerradura franquearon las puertas y se entraron dentro como unos veinte
hombres, que abriendo puertas llegaron a donde estaba su madre acostada. La
amenazaron con las carabinas y espadas que llevaban diciéndola a donde estaba
el pícaro de su marido, y respondiéndoles que en Madrid la pidieron las llaves
donde tenía el dinero, y abriendo con ellas las arcas y cofres tomaron lo que
había y muchos muebles. Que mandándola vestir decían se la iban a llevar que la
estaban aparejando la mula, que luego que se puso en pie insistían saliese con
ellos a enseñarles la casa de Manuel de Montalban que resistiéndose a ello determinaron
fuese con una luz el que declara a dicho efecto, y llegando a las puertas
llamaron dos o tres veces, y viendo no los abrían sacaron una hacha y rompieron
la cerradura entrándose en el portal de dicha casa mas de una docena de hombres
y como sesenta a caballo rodearon dicha casa, que llegando a la segunda puerta
los que habían entrado llamaron diferentes veces con estrépito, al que salió el
criado Francisco Martínez y la abrió, a quien cogieron a la subida de la
escalera y le precisaron a que los llevase donde estaba su amo lo que así
ejecutó, acompañado del que declara, que entrando en la alcoba y dormitorio
aquellos doce o catorce hombres dijeron al citado Manuel de Montalban y aun
hijo que en dicha alcoba estaban acostados se vistiesen inmediatamente y
habiendo visto los maniataran a su presencia con una faja a cada uno y después
los unieron y ataron con un cordel bajándolos a la calle, y estando en ella
manifestó dicho Montalban los metiesen en el portal porque hacía mucho frío lo
que se les concedió por dicha gente que viniendo uno de ellos expresó traía
orden de su comandante para que entregasen todas las llaves de la casa y dinero
que tenía, lo que habiendo ejecutado los subieron a la misma casa a un cuarto y
el que declara se quedó abajo donde había centinelas y vio a uno que traía un
talego grande de dinero, y a otros catorce o quince de ellos los vio bajar
otros tantos líos de ropa que sin duda habían tomado del dicho Montalban, sus
menores Don Joaquín y Doña Petra de Arteaga, y de otras Administraciones que
tiene a su cargo, que después de hora y media que allí estarían se bajaron y le
dijeron al que declara vamos otra vez a tu casa chico, a la que bajaron y
juntos bebieron mucho aguardiente que encontraron, llenaron una bota de vino, y
sacando una mula que había en la cuadra de su padre se la llevaron por el
camino del Hongar, que es cuanto puede decir ».
Un criado de don Manuel
Montalbán es obligado a seguirles «... y hicieron al declarante pasase con
ellos a la casa de Andrés Calleja en donde también habían robado le precisaron
a ir con ellos hasta el río Jarama cerca de la villa de Talamanca, y que
habiéndose parado junto el mismo río se dirigieron como a la del Vellon, y en
el mismo campo se formaron todos aquellos hombres que serían como setenta y
echando el dinero que habían tomado, lo repartieron entre todos, que ascendería
según vio a mas de cuarenta mil reales en efectivo, que después de esto le
dijeron se viniese y no le entregaron la mula que habían tomado de la casa de
Andrés Calleja , que el destrozo que hicieron de cofres, arcas, papeleras fue
inmenso, y que no conoció a dichos hombres».
Don Manuel Montalbán[2]
lleva varias administraciones, entre las que destaca la de los Arteaga,
importante familia de Torrelaguna emparentada con la casa del Infantado. Por su
parte, Andrés Calleja ejerció de alcalde ordinario en varias ocasiones. De las
declaraciones se desprende que los asaltantes conocen a ambos personajes,
probablemente no hubieran querido anteriormente colaborar económicamente con la
partida o con la Junta Provincial de Sigüenza y Guadalajara (a la que pertenece
ésta), y actúan como represalia.
Más tarde las tropas del Empecinado entran
habitualmente en Torrelaguna en busca de suministros, pero el periodo más largo
de permanencia será a partir del mes de julio de 1812; el día 4 de este mes el
Empecinado es herido en La Cabrera y llevado a Torrelaguna para su
recuperación, don Casimiro Montalbán[3]
realiza las siguientes anotaciones en la cuenta de gastos[4]:
«12 de Julio se
dieron para la caballería de Don Juan Martín, dicho Empecinado, catorce fanegas
y media de Cebada, a cuarenta reales fanega.
En
dicho Julio se dieron para dicha tropa cuatro fanegas de pan cocido, ciento
treinta y cuatro panes, a seis reales cada uno.
En
30 de dicho dos camisas nuevas para dicha tropa. Setenta y dos reales.
En 2 de Agosto una camisa nueva para dicha tropa cuarenta
reales.
En
siete de dicho para dicha tropa de Don Juan Martín, dos fanegas de pan cocido,
sesenta y ocho panes a tres reales y medio cada uno.
En
primero de Octubre seis panes para dicha tropa a tres reales y medio».
Las tropas del Empecinado no
son las únicas partidas que entran en Torrelaguna, es frecuente el paso del
vallisoletano Jerónimo Saornil y de don Juan Abril. Además hay que enviar
suministros a las tropas acantonadas en Guadalajara. Al finalizar la guerra, el
administrador de los bienes de la familia Arteaga estima la pérdida en
suministros a las tropas españolas en 38.000 reales. Es significativo el precio de la cebada, en noviembre de 1808 el
costo de la fanega estaba en 18 reales, y en julio de 1812 subió a 40 reales.
La fanega de trigo pasa de 32 reales en 1808 a 160 en octubre de 1812, cuando
se mandan 6 fanegas a Guadalajara.
Pero no sólo hay que abastecer
a los españoles, las tropas francesas consumen más recursos y realizan
periódicas requisiciones amenazando a saqueo si no se cumplen. Estas son
algunas de las anotaciones de don Casimiro[5]:
«En tres de Marzo de 1811 entregué a la Señora Justicia
en calidad de reintegro, seis mil reales por la contribución de los treinta mil
reales que en dos horas hubo que juntarlos
porque amenazaban a saqueo.
En
primero de Marzo de 1812 la Señora Justicia y todo el Ayuntamiento delataron a
Don Joaquín de Arteaga y Rivera que se hallaba en su casa de Torrelaguna, al
comandante de la columna que se hallaba en dicha villa a cobrar las
contribuciones, el Coronel de la Guardia Real Señor Sabalier. Este nos arrestó
y nos dijo que el Ayuntamiento le había dicho que Don Joaquín podía pagar dicha
contribución de ciento doce mil reales que pedían, lo que se respondió que no
lo había que daría sobre veinte y siete mil reales en trigo y dinero pues no
tenía mas dicho Señor como se verificó. No queriendo acceder a la suplica de
que no lo había, y dicho señor hallase sumergido en pena de verse como se veía
por sus paisanos, se suplicó a dicho comandante viniese a Madrid el día dos de
Marzo para ver si lo encontraba afianzando con la hacienda de dicho Señor.
Antes de mi venida a Madrid dicho Ayuntamiento hizo una escritura de obligación
de pagar a los seis meses lo que dicho señor diese, en el mes de Agosto del año
1812. Cuya escritura tengo y no se acuerdan de pagar y están muy remisos.
Habiéndome traído a Madrid con tropa bien acompañado me presentaron al Señor
General. Este me dijo venía a poner el dinero por la villa de Torrelaguna que
Don Joaquín había salido por fiador. A lo que le reclamé Señor yo vengo a
buscarlo sobre la hacienda de dicho señor y sin agotar diligencias no se podrá
poner, a lo que me dijo que sino lo ponía pronto me metería preso, y a dicho
Don Joaquín. Me dejaron libre para hacer mis diligencias con bastante trabajo
pude poner sesenta y siete mil y ochocientos reales en dinero y trigo. Por
último volví con el General diciéndole que ya había puesto en la pagaduría los
dichos, y los 27.800 reales en Torrelaguna, que hacen la suma de 95.600 reales,
me amenazó y le dije que hiciese lo que fuere de su agrado que yo no podía
hacer mas que lo que hecho, y levantó la mano y me dejó libre.
En
primero de Julio de 1812, no queriendo dicha Señora Justicia buscar auxilio
para la tropa, un destacamento de caballería y infantería francesa, que vino
desde Colmenar viejo de batirse con Don Juan Martín el Empecinado, dio orden
dichos señores alcaldes de que se alojasen en las casas de los vecinos que
ellos no tenían raciones, y que pidiesen lo que les hiciese falta. Habiendo
dicho el comandante primero los acompañaría buscando las raciones, y no
quisieron molestarse, sino que los vecinos padeciesen en un todo lo que fue una
confusión en el pueblo de compasión, no teniendo muchos de sus vecinos
subsistencia para sí, ni haber probado el pan en todo el invierno, entraron en
las casas como dueños de ellas diciendo a voces el Alcalde dice se nos dé lo
que nos haga falta, pidiendo ropas y cosas que no había, y principiando a dar
golpes y echando a la mujer por las escaleras, tuvieron muchos vecinos que
abandonar su casa dejándolas abandonadas, todo en un puro desorden en las
veinticuatro horas que dichas tropas estuvieron, habiendo gastado yo con los
que tuve alojados que fueron treinta, veintidós de caballería que después de
gastar lo que quisieron me robaron.
En
primero de Mayo de 1813 el Señor Alcalde puso un oficio en nombre de todo el
Ayuntamiento para Madrid donde se hallaba Don Joaquín Arteaga para que este
entregase en Madrid nueve mil reales o setenta fanegas de trigo que después de
los muchos servicios que había echo a la villa siempre estarían sus vecinos
agradecidos, que de no ponerlos estaba expuesta la villa a saqueo. Con este
oficio y venir con él uno de los hidalgos del pueblo (el cual venía en rehén
hasta su pago) se le entregaron dichos nueve mil».
Al terminar la guerra, don Casimiro evaluó la pérdida
sufrida a causa de las tropas francesas en 191.839 reales, que sumados a los
38.000 reales que se gastó en suministros a las tropas españolas hacen un
total de 229.839 reales. Llevará a los tribunales al Ayuntamiento, procuradores
y diputados del común de la villa de Torrelaguna para reclamar las cantidades
suministradas durante la guerra, más los intereses devengados; alegando que el
dinero fue anticipado a la justicia de la villa para evitar daños en ella,
comprometiéndose ésta a su devolución.
A partir de 1814, particulares y ayuntamientos procederán
a reclamar las cantidades aportadas al ejército en las Juntas Compensatorias
que se crean al respecto. Pero estas Juntas demoran los pagos y la mayoría de
los reintegros no se producen. Los pleitos se alargaran hasta mediados del SXIX
postergando la recuperación económica del país.
[1]
Autos de oficio de la Real Justicia sobre haber robado una partida de Guerrilla
de los que llaman Empecinados compuesta de setenta hombres armados y a caballo
a Manuel de Montalbán, sus menores don Joaquín y Doña Petra de Arteaga y de
otras Administraciones, diferentes cantidades de dinero, alhajas, y ropas en la
noche del día 7 de Diciembre Torrelaguna – Año de 1809 (Colección del autor)
[2] Don Manuel
Montalban fue abuelo del Jurista don
Juan Manuel Montalbán Herranz que ocupó escaño de Diputado en 1843, y de
Senador en 1872.
[3] Don Manuel
Montalbán falleció el 22 de julio de 1810, ocupando su cargo don Casimiro de
Montalbán.
[4]
Salida de los suministros que yo Casimiro de Montalban ha suministrado a las tropas
españolas, como apoderado y administrador del Señor Joaquín de Arteaga. Desde
el Año 1808 a 1814. (Colección del autor)
[5]
Salida de los suministros que yo Casimiro de Montalban ha suministrado a las
tropas francesas, como apoderado y administrador del Señor Joaquín de Arteaga.
Desde el Año 1808 a 1814. (Colección del autor)
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