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viernes, 16 de febrero de 2018

LA CAPTURA DE JOAQUÍN MURAT Y SU CAUTIVERIO, EN LOS ARCHIVOS DEL DUQUE DEL INFANTADO

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Escultura de Murat en la fachada del palacio de Nápoles



Todo el mundo conoce el trágico final de Joaquín Murat cuando, queriendo emular a su cuñado Napoleón, regresa a Nápoles con la intención de recuperar su trono. Hay diversas memorias y obras que relatan como terminó su aventura, pero en el archivo de los duque de Osuna, fondo del duque del Infantado, hay un conjunto de documentos remitidos por el apoderado y administrador de las propiedades del Duque en Pizzo (Italia) donde relata la captura de Murat, su encarcelamiento y el juicio que terminó con su fusilamiento. En las cartas, Francisco Alcalá, declara que él es la persona que en principio captura a Murat, además de la posterior relación que mantiene con el prisionero al estar encarcelado en el castillo que el duque del Infantado tiene en Pizzo.
Es una documentación muy interesante, acompañada de diversos documentos que remite al secretario del Duque.

Pizzo 10 de octubre de 1815
Sr. Don Felipe Sainz de Baranda
Muy señor mío: Aunque a el arribo de ésta ya habrá leído en los papeles públicos el arresto efectuado en esta ciudad de Joaquín Murat y sus secuaces, creo sin embargo que no le será desagradable saber algunas circunstancias de este famoso acontecimiento, en el cual me he encontrado presente, habiendo principalmente contribuido a su buen suceso.
Antes de ayer día 8 de este mes de octubre, a las 9 de la mañana, oí un grande alboroto en la Marina. Entra en el momento en mi cuarto un criado todo asustado y me dice: ¿oye usted estos gritos? dicen ¡Viva el Rey Joaquín! ¿Cómo es posible? le respondo y me encamino al balcón que asoma a la rada. Entran en ese intervalo otras gentes atemorizadas diciendo ¿No oye usted que dicen viva el Rey Joaquín? vi entonces con el anteojo, que de una lancha y un barco de unas 20 toneladas, que tenían la proa en la arena, saltaban a tierra varios soldados y oficiales con uniforme francés. Que sucesivamente se iban encaminando para subir a esta ciudad gritando del mismo modo, cuyo número me pareció como de unos 50 porque estaban mezclados con los marineros. Continúan su marcha gritando del mismo modo hasta la plaza, donde llegaron en breves minutos. Allí principió a gritar con los brazos abiertos el mismo Murat - ¿No conocéis vuestro Rey Joaquín? Patriotas seguidme todos. En un instante no quedó un alma en la plaza, las tiendas y casas se cerraron todas. Este palacio de su excelencia se llenó de gentes atemorizados todos sin saber que hacerse. Murat y su gente se dirigieron a pie por el camino de Monteleón. Luego que vi la poca tropa que lo seguía, y conocí la buena disposición de estos habitantes, me armé de un fusil y me encaminé hacia la plaza, seguido del pueblo que se me andaba reuniendo por las calles donde pasaba. Me refirieron que el capitán de gendarmería don Gregorio Trantacapilli (Gentil Hombre de esta ciudad, cuya familia ha sido aniquilada en la época pasada) se había dirigido con algunas gentes del pueblo por la parte superior de la ciudad para salirle al encuentro. Con efecto, a 400 pasos distantes de las últimas casas, se le presentó y le intimó de rendirse en nombre del rey Fernando. Tomándolo de un brazo le dijo Murat: ¿Me conoces? Yo soy Joaquín Murat, tu Rey; a que replicó el Capitán de Gendarmería
–Mi soberano es Fernando IV, que está en Nápoles. Si no te rindes eres muerto.
En este contraste llega uno de sus generales, y presentándole dos pistolas lo obligó a dejarlo, no teniendo el citado Capitán otra arma que su espada y estando todavía distantes algunas gentes armadas de fusil, no pudo retenerlo. Murat continuó su camino hacia Monteleón. Entonces ordenó de hacer fuego el Capitán de Gendarmería, y a los primeros tiros oí gritar ¡A la Marina! ¡A la Marina!. Corro hacia esta parte, seguido de un pueblo innumerable para impedirle el embarco. Murat con los suyos se precipitaba por una cuesta y yo me dirigía con mi gente según el ruido y humo de los fusiles que se tiraban de una y otra parte, a causa de un olivar que impedía verlos. Al fin nos encontramos al mismo tiempo en la orilla del mar, sus dos barcos se habían apartado a una milla y media de tierra, y viéndose perdido, trataba de desencallar un barquillo de pesca, que acaso se encontraba en aquel sitio, pero una descarga de fusilazos, y el verse rodeado por todas partes, les hizo desistir de la empresa y echaron mano de sus sables que casi no tuvieron el tiempo de levantar en alto y cayeron en nuestro poder. En aquel momento de furor, me vi en el mayor apuro para poder salvar la vida a Murat, pues como iba llegando el pueblo, quién tiraba de una parte, quién de otra, apuntándole fusiles, pistolas y las armas que cada uno tenía. Finalmente, en aquella confusión, pude hacerles entender que matándolo perderían todo el honor que se habían adquirido con su arresto, y que semejante acción sería muy disgustosa para el Rey, a quién solamente estaba reservado el disponer de la vida del usurpador de su trono y perturbador de sus dominios. Sosegado el primer furor, puse un poco de orden en la gente y lo coloqué en medio de los menos enfurecidos, encaminándonos de este modo hace la ciudad. A poca distancia nos encontró el capitán Trantacapilli, que no pudo correr con la velocidad de los fugitivos, y a quien lo entregué para conducirlo a este castillo, como efectuó. Así terminó en una hora la famosa y desesperada expedición, que a imitación de su digno cuñado, había emprendido Joaquín Murat. El número de toda su gente era de 29 individuos, entre generales, oficiales, criados y soldados (según se adjunta nota).
Partieron de Ajaccio, donde estaban ocultos, el 28 de septiembre y los conducía un tal Barbará, maltés de nación, que he conocido al principio de la invasión de los franceses, capitán de un miserable Corsario y últimamente tenía la graduación de Capitán de Fragata.
Pasé después al castillo para ajustar la custodia de los prisioneros, de concierto con el Capitán de Gendarmería, el cual se encargó de quedar allí con guardias a la vista. Con este motivo vi el estado deplorable en que estaban todos los prisioneros: Murat solamente no había recibido heridas, pero le faltaba medio uniforme, que con el tirar de una parte y otra se rasgó en el momento de la confusión. Los demás estaban unos en camisa, otros con pedazos de uniforme y cubiertos de sangre de pies a cabeza. No podía hablar de la sed y del cansancio. Hice llamar un cirujano para curarlos, y les envié dos sábanas de mi cama para vendas, algunas botellas de vino, cerveza y agua fresca. No esperando este refrigerio, después de lo que acababa de suceder, lo agradecieron mucho y se consolaron, pues temían que se les quitase la vida. Como oyeron nombrarme Gobernador, se figuraron (según cuenta el inimitable Miguel de Cervantes en su célebre historia del Ingenioso Hidalgo) que esta pequeña torre que sirve de cárcel fuese un gran castillo, y yo su Gobernador; pues Murat dijo a un centinela (que era un aprendiz de zapatero) :
– Suplico al señor Gobernador de incomodarse en oír dos palabras.
Sin embargo, del aturdimiento y sobresalto en que me hallaba, como puede usted imaginar, casi me hizo disparar de risa. Fui a las rejas de su prisión y después de haberme expresado su infinito agradecimiento por haber recomendado para que el pueblo no atentase contra su vida y las de sus gentes, me dijo en Francés:
-Señor Gobernador ¿parece a usted que este sitio en que me ha puesto el Capitán de Gendarmería es próspero para guardar al rey Joaquín? Le suplico de hacerme pasar a otra prisión más decente con mis criados.
Yo le respondo en estos términos en presencia del Capitán expresado:
-General (bajó la cabeza disgustado) yo no soy autoridad del país, soy un particular español que resido en esta ciudad con el encargo de Administrador General de su Excelencia el duque del Infantado. Me llaman Gobernador porque éste era el título que tenía antes de que el sistema francés lo privase de la jurisdicción; más puedo asegurarle que en esta torre no hay otro sitio más decente que la cárcel en que se encuentra. Esta noche llegará el general Nunziante, Comandante de las Calabrias, y dará las disposiciones convenientes. Por lo que hace a su vida, puede estar sosegado, pues los momentos críticos se han superado. Ahora es menester pensar en curar a los heridos y refocilarse todos.
En esto llegó una comida bastante decente que les había programado y varios vestidos, camisas, pañuelos, etc y entre ellos uno de exquisito paño bleu que solamente me ponía cuatro o cinco veces al año, para Murat. Hice entrar a mi criado para servirles la comida y hacer la distribución de estos efectos, y dije a Murat, que estaba observando sin hablar palabra:
-General, espero que atendido el estado en que se encuentra con sus gentes, le será agradable esta pequeña atención. Esta es la mayor parte de mi guardarropa y he pensado para todos, pero si falta alguna cosa me puede avisar.
Cubriéndose entonces la cara con las manos, se apoyó a la pared sin proferir palabra, y de allí a un instante se volvió a mí cayéndosele las lágrimas y prorrumpiendo en exclamaciones de agradecimiento, a la francesa me dijo:
-Soy más sensible a las expresiones que usted me hace que a la desgracia que acabo de pasar.
Y continuó repetidos agradecimientos que interrumpí diciéndole:
-Yo no exijo alguna especie de agradecimiento, pues me basta de haber acreditado la generosidad de los españoles con los enemigos que se han rendido, pero si cuenta alguna vez estas pequeñas atenciones que le he dado, puede decir de haberlas recibido de un criado del duque del Infantado.
Me vino entonces a la memoria los estragos que este hombre hizo en Madrid en el año de 1808 y lo que he padecido por su causa en estos seis últimos años.



Imágenes de las celdas en la actualidad. El castillo está abierto al público. Fuente: https://www.castellomurat.it/galleria/
A las 8 de la noche del mismo día llegó el mariscal de Campo Nunziante, Comandante General de las dos Calabrias, a quien hice relación de todo lo ocurrido hasta su arribo, y como ha querido quedar al lado del prisionero, le envié la cena y mi cama, y otra para Murat. 
Es de notar hasta qué punto llega el fanatismo de Murat pues sin embargo del estado a que se ve reducido, en una infame cárcel en que apenas pueden caber doce personas, se hace dar el tratamiento de Rey por sus gentes, mientras que a un palmo de distancia se oye llamar Revolucionario, Usurpador, Ladrón y de los más moderados: Murat y General que es el tratamiento que le da el Comandante de la Provincia. No hay refrán español que no sea verdadero: Cada loco con su tema y yo con la mía.
A propósito de esto, voy a contar a usted lo que sucedió esta mañana y concluiré mi carta por no cansarle más. Me envió una nota pidiéndome algunos efectos que necesitaban (que originalmente incluyo a usted para satisfacer su curiosidad) como se hallaba en esta ciudad el Comandante de la Provincia me pareció que podría disgustarle que no se dirigiesen a él los prisioneros, como era regular, y pensé de enviarle la citada nota para que la aprobase. Me la restituyó diciendo que podía enviarles todo lo que pedían pero que no la firmaba porque en la expresada nota le daba su edecán el título de Rey, que no reconocía. La envié de nuevo a Murat con recado para que la reformase en otros términos, y me la devolvió con haber borrado los títulos y tratamiento de Rey, como puede usted observar en la misma. Este edecán parece que sabe el refrán español: De lo que no cuesta dinero, buen recado a todos. Habrá usted advertido que en la citada nota me da también a mí el tratamiento de Excelencia. Si yo hubiera caído en poder de esta gente, estoy persuadido que no me hubieran dado de aquella hermandad con que han sido tratados.
CARTA QUE MANDA MURAT SOLICITANDO ROPA
Espero que cuanto he practicado en esta ocasión encuentre la aprobación de su Excelencia el señor Duque nuestro amo, lo que sería para mí de la mayor satisfacción.
Queda entretanto a la disposición de usted su más atento servidor
Francisco Alcalá
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Pizzo 21 de octubre de 1815
Sr. D. Felipe Sainz de Baranda
Muy señor mío: No he podido hasta ahora continuar a usted la relación de la temeraria y trágica expedición de Murat a causa de haber estado algunos días en cama con fuertes dolores en toda la musculatura de resultas de la carrera y fatigas del día 8 que me han tenido baldado de pies y manos, y de que gracias a Dios me he librado a fuerza de paños calientes.
El día 11 y 12 no hubo novedad y según he oído decir a algunos oficiales y especialmente al Capitán de Navío inglés Robinson, que ha comido un día con Murat, parece que había olvidado la situación en que se encontraba, pues en las varias conversaciones que han tenido con él, no hablaba más que de sus hazañas, política y de su buen gobierno en este Reino, dándose siempre el aire de Rey.
NOTA DONDE MURAT FACILITA SU VERSIÓN SOBRE COMO HA IDO A PARAR A PIZZO
Incluyo a usted dos borradores, uno de la carta que escribió al embajador inglés, y el otro de la que con el mayor descaro escribió al rey Fernando llamándolo: Señor mi hermano, como usted verá en ellos. Todo esto tiene alguna semejanza con muchos pasos de la historia de D. Quijote.
Me envió a pedir otras varias cosas y entre ellas algunos libros. A falta de libros franceses, de que no me ha quedado más que el diccionario, le envié las excelentes fábulas de Vignotti, que han merecido de ser traducidas en inglés; y dos tomos de las Dracmas de Metastasio en italiano, y la historia de Tom Jones, y las elegantes cartas de la señora de Montague en inglés. Le envié un recado con el carcelero diciéndole que no tenía otros libros que enviarle, pues mi librería y la mayor parte de mis efectos los había perdido cuando puso el secuestro a estos Estados, y a mí en arresto.
La noche del día 12 llegó un correo extraordinario con orden al general Nunziante para que fuese juzgado por la Comisión Militar, como público enemigo, y con efecto fue sentenciado a muerte el día 13 según sus mismas leyes, que provisionalmente están todavía en rigor. La sentencia se puso en ejecución a las cuatro de la tarde del mismo día. Remito a usted un ejemplar de ella en estampa. La relación del hecho que está expresado en la misma lo encontrará usted conforme a la que le hice con mi carta del 10, a excepción de algunas cosas que la Comisión ha puesto para favorecer al Comandante de la Legión, que efectivamente no tuvo parte en el arresto, y solamente asistió algún individuo de ella a la fin de la fiesta. Se le han encontrado a Murat vestidos brillantes, gruesos como garbanzos, que sin duda serán de los muchos que robó en Madrid en el año de 1808, pertenecientes al Rey nuestro señor. El Capitán de Gendarmería los envió a Nápoles.
Queda de usted su más atento seguro servidor
Francisco Alcalá                  


Murat, antes de ser fusilado escribió una carta a su esposa Carolina, carta que el administrador del duque del Infantado reproduce y manda a Madrid.

COPIA DE LA CARTA QUE ESCRIBE A SU ESPOSA POCO ANTES DE MORIR
Joaquín Murat rechaza ser vendado y él mismo da la orden al pelotón de fusilamiento de disparar sobre él. Inmediatamente fue introducido en un tosco ataúd de abeto y llevado por doce soldados a la iglesia principal de Pizzo. Allí, Antonio Condoleo, que ayudó en su entierro, dejó escrito que al colocar en el suelo el ataúd éste se abrió por las esquinas y pudo ver el cadáver de Murat, el cual tenía el rostro pálido y desfigurado por una bala que había surcado horriblemente su mejilla derecha. Los ojos cerrados, la boca entreabierta, como si quisiera terminar alguna palabra iniciada. La caja fue nuevamente cerrada e introducida en una fosa común.
En varias ocasiones se han intentado encontrar sus restos, la última en el 2015 con motivo del bicentenario de su muerte, y a sido imposible dado la gran cantidad de huesos que contiene la fosa común de la iglesia.
El resto de prisioneros fueron llevados a la isla de San Esteban. Al administrador del duque del Infantado le fueron concedidos varios méritos, al igual que a la ciudad de Pizzo.
LISTADO CON LOS INTEGRANTES DE LA EXPEDICIÓN DE MURAT















Fuente:
Código de Referencia: ES.45168.AHNOB/1.8.9.7//OSUNA,CT.195,D.146
 Archivo Histórico de la Nobleza
1. Archivo de los Duques de Osuna
1.7. Ducado del Infantado
PERSONAL: FUNCIONES DESEMPEÑADAS
FUNCIONES GUBERNATIVAS

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