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sábado, 23 de enero de 2016

LOS DUQUES DE ABRANTES EN VALLADOLID (1810)

Este texto es una pequeña aportación para el libro de Juan Carlos Urueña Paredes: Qvestio, Una antigua Pasión de Valladolid que se publicará próximamente.

LOS DUQUES DE ABRANTES EN VALLADOLID

La decisión de Napoleón de hacer que sus ejércitos vuelvan a internarse en Portugal, provoca que la ciudad de Valladolid se vea inundada por una gran cantidad de soldadesca de diferentes armas a comienzos de 1810. Junto a ellos llega uno de los generales más queridos por el emperador francés: Jean-Andoche Junot, duque de Abrantes. Junot unió su destino con Napoleón en el año 1793, durante el sitio de Tolón. Un día se encontraba en el emplazamiento de la batería de los Sans-Culottes cuando el capitán de artillería Bonaparte, recién llegado de París para dirigir las operaciones del asedio, pidió un suboficial inteligente para realizar una misión de incógnito en las posiciones enemigas. Junot, por entonces con la graduación de sargento de granaderos, se presenta, pero se niega a realizarla sin uniforme, alegando que no es un espía. Bonaparte le replica que le matarán, pero el futuro duque de Abrantes ignora la recomendación y se marcha a las posiciones enemigas entonando una canción. Bonaparte, atraído por la actitud del sargento, apunta el nombre en su libro de notas. Días después, en la misma batería, Napoleón solicita un soldado con buena letra para escribir una carta. Junot se vuelve a presentar y se pone a escribir la misiva en el mismo espaldón de la batería. Apenas ha terminado, cuando una granada lanzada por los ingleses explota a escasos diez pasos cubriendo de tierra a Junot; éste, quitando importancia al suceso, exclama: ¡Bravo! Ya tenemos arenilla para secar la tinta. Bonaparte, asombrado con esta actitud, asigna al joven sargento a su servicio y una vez terminado el sitio, ascendido a general Bonaparte, Junot es nombrado ayudante de campo de Napoleón siguiendo al futuro emperador en su destino.
JUNOT
El día 25 de febrero de 1810 a las dos de la tarde, hace su entrada en Valladolid aquel joven sargento, pero ya con el título de duque y con numerosas campañas militares en su haber desde aquel lejano año de 1793. Viene acompañado de su mujer e hija y se encaminan, seguidos por una numerosa escolta de caballería, hacia el Palacio Real donde les espera el general Kellerman, al mando de la ciudad. Junot inmediatamente se dedica a organizar su cuerpo del ejército pasando revista a menudo, en el Campo Grande y en la explanada frente al Palacio, a las tropas. Mientras, su esposa Laura Junot centra la vida social de la ciudad; su salón de París es famoso por ser frecuentado por lo más granado de la corte imperial e intenta reproducirlo en Valladolid. Para amenizar las veladas pide a la marquesa de Aravaca, hija del intendente de la ciudad, su piano que instala en Palacio. Los días transcurren monótonos únicamente alterados por la celebración del cumpleaños del Rey, el 19 de marzo. Ese día se celebra una misa solemne y Te Deum en la catedral y por la noche la ciudad se ilumina, celebrándose un baile en la casa de Kellerman. Pero los asuntos de la guerra no esperan y el 14 de abril Junot parte hacia Astorga a poner fin a la resistencia de la plaza, quedándose la duquesa en Valladolid.

La Semana Santa llega a una ciudad prácticamente vacía de tropas militares, la población busca, en el recogimiento de las procesiones, la paz que no tiene desde la llegada de los franceses. La relativa tranquilidad se rompe el 26 de abril con el retorno de Junot y sus hombres, victoriosos tras la toma de Astorga el día 2. La llegada del general ha venido precedida por los prisioneros de la guarnición astorgana, que marchan en grandes columnas camino de París. La duquesa de Abrantes siente curiosidad por estos hombres y una mañana soleada sale en su calesa a observarlos. Al poco de llegar, una descarga de fusilería resuena a cierta distancia. Asustada, manda a su acompañante que se acerque a informarse de lo sucedido. Un oficial francés la tranquiliza: se trataba de varios prisioneros que no podían continuar andando sentándose al borde del camino. Se ha procedido a matarlos para que no ralenticen la marcha o se pasen a las guerrillas una vez se aleje la columna. Laura, horrorizada, reprocha al oficial la acción y vuelve a subir a la calesa para retornar a Valladolid. Antes de partir puede escuchar al oficial: ¿Y usted señora, cree que nuestros presos están mejor tratados a bordo de los pontones de Cádiz? Mi hermano murió allí.

La ciudad se vuelve a convertir en un enorme cuartel que da alojamiento a los soldados que próximamente se van a encaminar hacia Portugal. Para encabezar este gran ejército, formado por las divisiones de Junot, Reynier y el mariscal Ney, Napoleón concede el mando al mariscal Massena (príncipe de Essling). La noticia no es bien acogida por los generales divisionarios al imponerles el Emperador a un General en Jefe para el Ejército de Portugal, comprobando Ney y Junot que no tienen la confianza de Napoleón para desempeñar el cargo. Aun así intentan acomodarse a las órdenes y aceptan que el valiente Massena tome el mando. El mariscal comunica, desde Vitoria, que el día 11 de mayo entrará en Valladolid. Kellerman entonces ordena realizar los preparativos para la recepción del príncipe de Essling, engalanando las calles para tal acontecimiento. El día señalado, a primera hora de la tarde, un cortejo de doscientas personas encabezado por Junot y Kellerman, acompañados de su personal y principales funcionarios del Ayuntamiento, salen al encuentro del Mariscal. A una legua de la ciudad se divisan los carruajes y el séquito de Massena. Éste encabeza la expedición montado en una pequeña calesa descubierta. Al que apodan el hijo querido de la victoria cuenta cincuenta años, es de constitución fuerte y todavía conserva la estima de sus soldados por su valor y tenacidad, pese a su conocida afición por sustraer bienes de las poblaciones ocupadas y de ir a medias con los proveedores y comisarios del ejército. Pocas veces ha resultado herido en combate y aún así un disparo le hizo perder la visión del ojo izquierdo. No le gusta hablar de ello, pero todo el mundo sabe que quién apretó el gatillo fue Napoleón durante una jornada de caza, pese a que el jefe del estado mayor Berthier dijera que fue él quien disparó, para exculpar al Emperador.

                        
LOS MARISCALES NEY Y MASSENA
 Cuando Junot y Kellerman llegan junto a Massena observan que un joven oficial de dragones le acompaña en la calesa. El duque de Abrantes no deja de mirarle mientras habla con el príncipe de Essling, le extraña que alguien tan joven porte en su pecho la cruz de la Legión de Honor, distinción que concede Napoleón a aquellos que han hecho méritos extraordinarios. Parece asustado y no levanta los ojos de sus botas; incluso a Massena se le ve incomodo con la situación e intenta terminar la presentación para reanudar la marcha. Junot pretende agradar al mariscal y le comunica que su esposa Laura se encuentra en Valladolid y ha preparado el Palacio Real para que esté a su gusto, ya que compartirán el aposento. Massena entonces, muy nervioso al enterarse de la presencia de la duquesa de Abrantes, dice que no puede residir en el palacio. Junot, disgustado, le replica que el edificio es muy grande para dar cabida a todos y si alguien tiene que abandonarlo sería él y su familia, dado su inferior rango. El príncipe de Essling intenta disculparse indicando que ése no es el motivo de no poder compartir aposento con Laura Junot, mientras mira de reojo a su joven oficial. Alguien se acerca a Junot y le susurra al oído que el acompañante del viejo mariscal es en realidad una mujer. Entonces el duque de Abrantes, con una sonrisa no disimulada, resta importancia al asunto. La comitiva se pone en marcha camino de Valladolid, todos van riéndose comentando el incidente; menos Massena que apurado no pronuncia palabra durante el trayecto. El motivo de esta situación se debe a que el joven oficial acompañante del mariscal es en realidad una mujer: Henriette Lebreton su amante. El príncipe la lleva disfrazada para que pase más inadvertida.

EL PALACIO REAL DE VALLADOLID EN EL SIGLO XIX Y EN LA ACTUALIDAD 

Todavía resuenan las salvas de artillería cuando Massena llega a Palacio. Tras saludar a la municipalidad, se hace llevar a los apartamentos de Laura Junot para presentarle sus respetos y expresarle la alegría de volver a verla, pues hace años que se conocen, omitiendo que llega acompañado por su amante. Por su parte, Henriette es alojada en el ala del palacio destinada al príncipe de Essling y hasta el día en que abandonen Valladolid, no se mostrará en público ni coincidirá con la mujer del duque de Abrantes.

PATIO DEL PALACIO
Todo está preparado para marchar hacia Ciudad Rodrigo, antesala de la entrada a Portugal. Los franceses saben que los bergantes volverán a hacer acto de presencia por la provincia en el momento en que se marchen hacia la frontera. Para intimidarles se ejecuta el 12 de mayo a cinco guerrilleros. Los días se suceden lluviosos y el 26, al amanecer, sale Massena camino de Salamanca. Tres días después, lo hace Junot con su familia. Valladolid vuelve a quedar vacía, solo el fugaz paso de tropas, camino de Ciudad Rodrigo, alterará la vida en la población. Muchos años más tarde, una protagonista de estos acontecimientos, Laura Junot, escribirá sus memorias dando a conocer a todo el mundo los sucesos que ocurrieron en Valladolid durante los primeros meses de aquel año de 1810.

1 comentario:

  1. Animo a Juan Carlos a publicar el libro, esperado por muchos entre los que me encuentro
    Miguel Angel

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