TRANSLATE - TRADUCTOR

domingo, 30 de agosto de 2009

El botón del Tercio de Cuellar


En las colecciones de botones militares, centradas en la Guerra de la Independencia Española, hay un botón que es relativamente frecuente: Tercio de Cuellar. Al inicio de la guerra las poblaciones castellanas intentan crear batallones de voluntarios, estos llevan la denominación de Tercio seguido del nombre de la localidad. Varios de estos batallones se llegaron a crear y participaron en la batalla de Medina de Rioseco, a las órdenes de Cuesta. Del Tercio de Cuellar no hay constancia de su participación en batalla alguna. Entonces ¿a que se debe la aparición de tantos botones de esta unidad?. La respuesta la podemos encontrar en las memorias del general francés Hugo:

A principios de enero de 1809 el general ocupa Ávila. Junto a él está el nuevo regimiento Real Extranjero formado inicialmente con Suizos, Wallones y franceses del ejército francés de Dupont. Pero el regimiento, a su llegada a Ávila, no cuenta todavía con toda su equipación El Real Extranjero aún sólo contaba con su decreto de constitución; algunos fusiles, desechados de los arsenales o recogidos en los campos de batalla, y reparados a toda prisa, le habían sido enviados escoltados por conscriptos que él mismo había incorporado y que en su mayor parte desertaban en el trayecto; ninguna ropa, ningún equipamiento le había sido entregado aún, y su situación de penuria lo agotaba mucho en una temporada siempre inclemente en las altas montañas.
Fui informado por los numerosos partidarios secretos del nuevo orden, que en Cuellar acababan de confeccionar ropa y otros artículos para los voluntarios del distrito de esa pequeña ciudad, situada a doce leguas de nosotros en línea recta, en la provincia de Segovia. Así que lo arreglé todo para quitárselos y pronto estuvieron en los almacenes de mi regimiento. Esos socorros y algunos otros recibidos por esa misma época del gobierno real me decidieron a controlar el valle de Amblés, con la ocupación del puerto de Villatoro, pues desde ese sitio podía observar las riberas del Tormes….

Con toda seguridad el regimiento Real Extranjero esparció por ambas castillas este botón, el cual no llegaría a retirar en muchos de los uniformes capturados en Cuellar, llevándolos consigo.

lunes, 24 de agosto de 2009

Nápoles





Saliendo de España es fácil encontrar localidades relacionadas, en cierta forma, con la Guerra de la Independencia y esto me ha pasado al visitar Nápoles.
El trono del reino de Nápoles y de las Dos Sicilias, a principios del XIX, estaba ocupado por el tercer hijo de Carlos III, reinando con el título de Fernando IV. Es depuesto el 30 de marzo de 1806 por Napoleón Bonaparte, poniendo en el trono a su hermano José Napoleón. En 1808 José Napoleón es nombrado por su hermano rey de España, siendo sustituido en Nápoles por Joaquín Murat. Joaquín I Napoleón, título con el que reina el mariscal Murat, mantendrá el trono de Nápoles hasta 1815, año en el que retornará Fernando IV.
Nápoles también fue el escenario del escarceo amoroso de Lord Nelson y Lady Hamilton (esposa del embajador británico en Nápoles Sir William Hamilton). Se conocieron en 1797 pero la atracción se efectuo cuando Nelson recaló en la ciudad tras su victoria en la batalla del Nilo. Con ella tendría una hija.
Paseando por Nápoles se puede visitar el Palacio Real y en su fachada contemplar una estatua de Murat muy conseguida. Curiosamente no hay ninguna de José Napoleón.

Un carretero de El Vendrell facilitó a Agustina de Aragón las balas que forzaron la huida francesa



ELPERIÓDICO.COM


23/8/2009





JOSE RICO
BARCELONA




Francesc de Riera. Foto: MONTSE RIERA


La web del Ayuntamiento de El Vendrell (Baix Penedès) reserva un rincón para destacar los personajes ilustres de la ciudad. En la lista se encuentran figuras como Andreu Nin y Pau Casals, pero nada se dice de Francesc de Riera Soldevila (1778-1857). Cierto es que pocos que lean o escuchen este nombre sabrán que se trata de un héroe de la guerra de la independencia española –o guerra del francés–, y menos que fue él quien, dos siglos atrás, situó en los anales de la historia nada menos que a Agustina de Aragón. Porque su famoso cañonazo, que motivó la huida de las tropas napoleónicas en pleno asedio de Zaragoza, no hubiera sido posible si este carretero tarraconense no le hubiera proporcionado algo indispensable: la munición.Cinco generaciones más tarde, los descendientes del héroe se esfuerzan desde hace años para que la historia haga justicia con su pariente. Un monolito inaugurado el mes pasado, además de una calle, recuerda la gesta de Riera en el municipio que le vio nacer y del que partía en sus continuos viajes a Madrid. Se ocupaba de transportar personas y todo tipo de mercancías en su carruaje, pero los bandoleros convertían su trabajo en un oficio de gran riesgo. Sin embargo, Riera nunca perdió una sola carga, motivo por el que se le apodaba el Lleona.Junio de 1808. De regreso a Barcelona, el carretero hizo una parada para visitar a su hermano en una Zaragoza de la que la gente más bien huía. En medio del continuo bombardeo de los franceses, el Ejército español le confiscó las balas de algodón que portaba en el carro y le reclutó para abastecer de armamento a la diezmada infantería.Sin atender los consejos para que abandonase la ciudad –«¡Catalán, no entre!», le gritaban–, Riera reunió provisiones y, valiéndose de triquiñuelas para engañar al enemigo (giró las herraduras de sus caballos para simular pisadas saliendo de la localidad, cuando en realidad entraba), logró llevar las nuevas balas, esta vez de fusil, hasta un rodeado Portillo. Allí solo resistían un teniente coronel, dos paisanos y una joven, también catalana, Agustina Saragossa Domènech.Más de 500 balas de plomo, solo cuatro personas y un cañón. El Lleona cargó las balas y Agustina prendió la mecha que hizo la epopeya. Una intensa ráfaga de más de 500 balas de plomo bastó para causar la retirada de las aturdidas tropas de Napoleón. Agustina se ganó para siempre el apellido de Aragón, además de títulos y condecoraciones que la elevaron a heroína de gran valor. Riera solo obtuvo un diploma firmado por el general Palafox tras salir a hombros de Zaragoza entre gritos de «¡Viva el catalán!», según las crónicas de la época. No quiso más reconocimientos. «Solo he cumplido con mi deber», argumentó.Los cuadrinietos de el Lleona conservan todavía las cartas manuscritas y el diploma del general Palafox que Riera llevaba siempre en el bolsillo para poder acreditar sus méritos allá donde le fueran requeridos. De regreso a Catalunya, aún tuvo tiempo de participar en la defensa de Tarragona y Tortosa. En definitiva, un héroe discreto.

jueves, 6 de agosto de 2009

DESTROZANDO LA MEMORIA - ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 03 de Agosto de 2009

Destrozando la memoria

ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 03 de Agosto de 2009

Les hablaba la semana pasada de manipulaciones históricas y de museos desaparecidos, o pasados por el tamiz del pacifismo simplón, de telediario y foto de periódico, que tanto nos pone. Y al final, por falta de espacio, me quedé con ganas de mencionar también otra clase de museos, esta vez al aire libre: los escenarios de sucesos históricos. Alguna vez hablé aquí del magnífico trabajo de conservación que el Gobierno belga hace en Waterloo, escenario de la última batalla napoleónica. Menos el museo local y la colina artificial del León, desde donde puede abarcarse con la vista todo el terreno, el lugar está intacto. Ni una casa más, o casi, desde 1815. Eso hace posible un continuo ir y venir de visitantes: turistas, aficionados, historiadores, colegios y gente así. En España, como saben, la situación suele ser la opuesta. Esas cosas tienen mala prensa; no sólo por confusiones ideológicas, sino también, y sobre todo, por ignorancia y desidia. Ni siquiera el franquismo, con todos sus trompeteos y fastos imperiales, se interesó por esos lugares. Excepto los monumentos y placas de la Cruzada contra los rojos malvados, lo demás importaba un carajo. Casi todos los monumentos conmemorativos de la historia de España los debemos a iniciativas cultas del siglo XIX y principios del XX. Eso dura hasta hoy. El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, pidió y obtuvo el año pasado, en plena demagogia del Bicentenario, textos para placas que señalarían lugares notables del 2 de Mayo; y que, año y pico después, ni están colocadas ni se las espera. Mientras que en París no hay apenas calle sin mención de que allí murió Fulanito Dupont luchando contra los nazis, las ciudades italianas están salpicadas de alusiones a los que cayeron sotto il piombo tedesco, y a los republicanos españoles se los recuerda más en Francia que en España. Mucha gente, políticos analfabetos sobre todo, cree que se trata de recordar batallitas del abuelo Cebolleta. Por eso desprecian y degradan lugares que podrían servir como atracción turística y como lección viva de Historia y de memoria. Ahí están, entre muchos, los ejemplos de Las Navas de Tolosa, Arapiles, Bailén –chalets adosados por todas partes–, o la atrocidad que se está haciendo con el paisaje histórico de Numancia, con el proyecto de un polígono industrial que destrozará lo que en cualquier país decente sería de cuidado exquisito y visita obligada para escolares. O el parque eólico marino que se instalará, como si no hubiera otro lugar en toda la costa, exactamente en las aguas donde se libró el combate del cabo Trafalgar. Desparrame este, el de los molinos eólicos –subvencionados con fondos públicos y con mucho interés privado mojando en la salsa–, que pende sobre algunos de los pocos lugares de importancia histórica que nos quedan intactos. Como Uclés. El caso de Uclés clama al cielo. Aparte de que el pueblo sea de una belleza espectacular con sus calles medievales, sus murallas y monasterio, y de que desde sus alturas pueda contemplarse un paisaje extraordinario, allí tuvieron lugar dos acontecimientos importantes en la historia de España. Uno fue la batalla famosa en la que, el año 1108, un ejército almorávide compuesto de murcianos, valencianos y cordobeses bajo el mando de Tamin Yusuf saqueó la ciudad después de hacer picadillo en la llanura a un ejército castellano, cortando tres mil cabezas cristianas entre las que se contaban las de García Ordóñez –el enemigo del Cid– y el infantito don Sancho, hijo del rey Alfonso VI. Y setecientos años más tarde, en 1809 y exactamente en el mismo sitio, las tropas francesas mandadas por los generales Ruffin y Villatte destrozaron al ejército español del Centro, que mandaban los zánganos incompetentes del general Venegas y el duque del Infantado, haciendo una carnicería de juzgado de guardia. Ese doble campo de batalla, bajo los muros mismos de Uclés, se encuentra milagrosamente intacto; igual que estaba, no hace dos siglos, sino nueve. Y acabo de enterarme de que hay un proyecto, apoyado por la Junta de Castilla-La Mancha, para instalar un parque eólico con torres de 121 metros de altura a tres kilómetros y medio de allí, sobre la sierra vecina. Reventando no sólo ese magnífico paisaje histórico y natural, sino también el del cercano parque arqueológico de Segóbriga. Con fondo de molinillos dando vueltas. Flop, flop. Imaginen la foto. Confieso, de todas formas, que lo de Uclés lo tengo como asunto personal. Porque también en sus campos se libró una tercera pajarraca, ésta ficticia. O de pastel. Allí, debido precisamente a lo limpio del lugar y su belleza, se situó la escena de la batalla de Rocroi durante el rodaje de la película Alatriste. Así que calculen. Ponerle molinos de fondo al paisaje donde transcurre mi escena favorita, cuando Viggo Mortensen, hecho polvo como sus colegas, le dice al franchute: «Decid al señor duque de Enghien que agradecemos su oferta, pero éste es un tercio español». O sea. Me llevan los diablos.

LA BATALLA DE UCLÉS :
http://1808-1814escenarios.blogspot.com/2009/01/batalla-de-ucls-13-de-enero-1809-12.html

martes, 4 de agosto de 2009

LA BATALLA DE LA ALBUERA - 16 DE MAYO DE 1811

LA BATALLA DE LA ALBUERA

MAPA GUÍA PARA SITUAR LAS FOTOGRAFÍAS

CERRO DE LAS BATERÍAS DESDE EL CAMINO QUE CRUZA EL CAMPO DE BATALLA (DE 1 A 2)


CAMINO QUE ACTUALMENTE SEPARA LAS POSICIONES FRANCESAS Y ALIADAS. EN DIRECCIÓN DE 1 A 2


VISTA DE LA POSICIÓN FRANCESA. FOTOGRAFÍA TOMADA DESDE EL PUNTO 2 HACIA EL 4



VISTA DE LA DERECHA ALIADA, POR DONDE CARGAN LOS LANCEROS POLACOS. FOTOGRAFÍA TOMADA EN EL PUNTO 2 MIRANDO HACIA LA POSICIÓN ALIADA

POSICIÓN DE LA GUARDIAS ESPAÑOLAS. FOTOGRAFÍA TOMADA DESDE EL PUNTO 2 AL 3

VISTA DE LA POSICIÓN ALIADA DESDE LA POSICIÓN FRANCESA. AL FONDO LA ALBUERA. FOTOGRAFÍA TOMADA DESDE EL PUNTO 4

MISMA VISTA

MISMA VISTA DESDE LA IZQUIERDA FRANCESA






Parte de don José Lardizabal

A las 7 de la mañana del 16, se presentó el enemigo a la salida del bosque que está frente de la Albuera, y por donde atraviesa el Camino Real que conduce a Badajoz. La dirección sobre su derecha de tres escuadrones de caballería y como tres mil infantes con 4 piezas, indicaba atacar nuestra izquierda. En razón de ese movimiento, nos preparamos a recibirlo, tomando la derecha de la línea mi división de vanguardia, a la que seguía la tercera mandada por el teniente general el Exmo. Señor Dn. Francisco Ballesteros, más habiéndose también presentado sobre nuestro flanco derecho varios tiradores y una columna que se dirigía a pasar el pequeño arroyo que dividía los dos ejércitos, por orden de V.E. formaron en batalla sobre la cresta de la altura, y a las órdenes del mariscal de campo don Josef de Zayas, los batallones 2º y 4º de Reales Guardias Españolas con el regimiento de Irlanda, que en masa se conservaba a retaguardia de su centro, y mi división se corrió mucho más a la derecha. Finalmente, como la presentación de varias columnas en diferentes sentidos no manifestaban aun con la claridad necesaria la intención del enemigo, formé en columna por batallones y con el frente a la derecha para evitar el ser flanqueado y acudir con más prontitud y acierto a todas partes. En este momento fue cuando el vivísimo fuego de la artillería enemiga y la cierta dirección de tres columnas con sus correspondientes reservas, 800 lanceros polacos y el 4º de dragones que cubrían su izquierda no nos dejaron la menor duda del verdadero ataque. La división desplegó rápidamente la batalla a su frente, apoyando la derecha sobre dos piezas españolas situadas a la izquierda de los batallones de Guardias cuyo movimiento siguió también la 3ª. Aquí se estableció en ambas líneas y a medio tiro de fusil el fuego más vivo de artillería y fusilería; costados y centro todo fue atacado aun tiempo con la mayor bizarría, pero rechazados con la misma, cedieron por un momento. Reforzados de nuevo volvieron a la carga con mayor denuedo, y después de contenidos en ella, a pesar del diluvio de balas que había se ejecutó a su vista por las tropas aliadas una de las operaciones más difíciles de la guerra. Como la primera línea llevábamos ya dos cargas y más de hora y media del fuego más mortífero, para proveernos de cartuchos y dar algún descanso a las tropas vinieron a reemplazarnos los ingleses, y se hizo el pasaje de las dos líneas con el mismo silencio y orden que en un ejercicio doctrinal; sostuvieron media hora el fuego con la constancia y valor que les son característicos y volviendo nosotros a pasar por sus claros ocupamos la primera línea, en el momento en que los enemigos, con todas sus fuerzas reunidas y a la desesperada, daban la 3ª carga haciendo el último esfuerzo para romper la línea por el centro. Vista su decisión preferí salirles al encuentro y colocado yo entre los siempre valientes regimientos de Murcia, Canarias y León dirigidos con la mayor intrepidez por sus dignísimos jefes, y con la tercera división sobre mi izquierda, nos embestimos recíprocamente con la firme resolución de destruirnos unos u otros, más felizmente la muerte del General Werler que conducía la columna enemiga, la toma del estandarte de los Polacos por el regimiento de Murcia y la mucha pérdida que tuvieron en el acto del choque, les intimidó en términos que huyeron precipitadamente; les seguí el alcance con los mismos tres regimientos y un batallón inglés muy corto que venía por mi izquierda, y me contuve porque toda la caballería enemiga la dejaba sobre la derecha y podía envolverme fácilmente. El batallón de Campo Mayor y las compañías de cazadores de la división a las órdenes del teniente coronel graduado don Lorenzo Calvo, estuvieron por orden de V.E. custodiando parte de la artillería inglesa, y guerrilleando todo el día con la constancia y bizarría que tan acreditada tienen.
Creo Exmo. Señor que no aventuro nada en establecer como cierta la proposición de que jamás infantería ninguna se ha batido tan de cerca, con tanto entusiasmo, por más tiempo ni con tanta firmeza y obstinación. Sería un agravio el particularizar a nadie, jefes, oficiales y soldados se disputaron a porfía la victoria y todos generalmente se cubrieron de la más indeleble gloria.
Dios guarde a V.E. muchos años. Campo al frente de Santa Marta 23 de mayo de 1811
Exmo. Señor Josef Lardizabal


Parte de José Costanela

A las siete de la mañana del diez y seis, llegué con la artillería de mi cargo al campo de la Albuera, y por disposición del Excmo. Señor Dn. Joaquín Blake formó ésta martillo detrás de la primera línea en el centro de ella con dos batallones de Reales Guardias Españolas, y una compañía de zapadores, y marchó en esta disposición a ocupar la altura de la derecha amenazada por el enemigo, en la que rompió el fuego luego que tomó posición contra sus baterías, sostenida por las guerrillas del batallón ligero de Campo Mayor, siendo volado a pocos tiros el cajón de municiones de un armón, por una granada del enemigo, cuyo accidente dio lugar a suspender el fuego por un breve rato por el desorden que ocasionó en el ganado. Seguidamente por disposición del general Zayas, se colocaron dos piezas de a 4 sobre el flanco izquierdo del batallón de Guardias Españolas que cubría la izquierda de nuestra primera posición y se continuó el fuego correspondiendo a éste el enemigo con una batería de piezas de a 8 que estableció para este objeto, y el de sostener con las demás establecidas sobre este frente sus columna de ataque, las que efectivamente cargaron intrépidamente la posición, con particularidad sus lanceros. Obligándonos a cubrir la artillería al abrigo de las tropas que lo recibieron a quema ropa y rechazados ya por la carga de la inglesas, y el vivísimo y constante fuego de nuestra línea, se le hizo fuego en retirada por la sección de la artillería de mayor calibre de mi cargo, al mando del capitán don Ramón Ibáñez, mientras se conservaron a su alcance, permaneciendo esta sección a la vista del enemigo sostenida por el regimiento de Murcia hasta concluida la acción que se incorporó con el resto de mi división.
En esta acción murió de una bala de cañón el teniente don Joaquín Moscoso, contuso de una de fusil el subteniente don Antonio Arderinos, un cabo muerto, seis artilleros heridos, tres de ellos de bala de cañón, dos muleteros, y dos artilleros contusos, tres mulas muertas y siete heridas.
Dios guarde a V.S. muchos años
Almendral 23 de mayo de 1811


Parte del General Castaños

Excmo. Señor.

Las grandes batallas que por sus circunstancias han de ser memorables, no necesitan ni pueden referirse por escrito de un modo bastante expresivo que represente a lo vivo de los hechos gloriosos, y que coloque a los valientes soldados en el eminente lugar que merecen. Las alturas y campo de la Albuera, hermoso teatro del honor por uno de los combates más sangrientos de guerra, serán para siempre desde el día 16 de este mes, digno objeto de la memoria y admiración de los hombres, al considerarlo cubiertos de 8000 y más guerreros muertos y heridos por una y otra parte en el breve tiempo de siete horas, cuya sangre hará brotar lozanos laureles para coronar las armas españolas y anglo-portuguesas. No es fácil ni me toca particularizar los detalles de una batalla tan reñida como importantísima. Tal vez las ventajosas consecuencias que nos promete, habrán empezado a mostrarse ya a la vista del gobierno antes que llegue este correo, y no será mucho que la plaza de Cádiz sea la primera que coja el fruto de esta victoria célebre, de que voy a referir a V.E. Algunas circunstancias particulares que me corresponden directamente, y que debo hacer presente al gobierno por la situación en que me hallo.
Con fecha 26 de abril último dije a V.E. que la extraordinaria avenida del río Guadiana, llevándose el puente de campaña establecido al frente de Jurameña, dejó cortada la comunicación de esta parte de Extremadura con el Portugal, imposibilitando mi entrevista con Lord Wellington en Yelves.
Con este motivo me dirigió por escrito una memoria en que manifestaba sus ideas sobre las operaciones que le parecían convenientes en Extremadura, y que hallé muy conformes con las mías, excepto un artículo, que por tocarme directamente, no me pareció admitir; pues que establecía el principio de que en cualquiera caso de reunirse diferentes cuerpos de ejércitos aliados para dar una batalla, debía tomar el mando del todo, el general mas autorizado por graduación militar y antigüedad, circunstancias que por precisión hacían recaer en mí este mando, y que por todas consideraciones, y bajo todos aspectos, debía rehusar, como lo hice, proponiendo que para el caso indicado debería tomar el mando aquel general que concurriese en la ocasión con mayores fuerzas, considerándose las de los otros como auxiliares, proposición que me lisonjeo, ha sido tan acertada como fue bien admitida, según V.E. podrá reconocer por las copias de mi oficio a Lord Wellington, y de su satisfactoria repuesta que ambas acompaño adjuntas.
Inmediatamente dirigí una copia de la memoria de Lord Wellington al Sr. general Blake que desde luego subscribió conforme con el plan y con mi proposición, siendo aun mas recomendable esta idea por los felices resultados que ha producido la gloriosa batalla de la Albuera, en que por consecuencia de aquel principio tomo el mando el acreditado y digno mariscal Beresford.
A la primer anoticia que se tuvo de la venida del mariscal Soult sobre Extremadura, dispuso el Sr. Blake el movimiento de reunión de sus tropas con las del ejército aliado, con tanta puntualidad y exactitud con el plan acordado, que puede decirse que fueron calculados los momentos para verificarlo en todas sus partes, pues se reunieron sus fuerzas a las once de la noche, víspera de la batalla, sin que pudiese Soult saberlo, cuando se disponía para atacar al ejército aliado, que creía aun separado y solo en las alturas de la Albuera, teniendo este punto la particularísima circunstancia de ser precisamente el que Lord Wellington había indicado para dar una batalla.
Allí concurrimos el día 16 de este mes tres generales de las primeras jerarquías militares, allí las tropas de tres naciones, allí divisiones y generales subalternos de diferentes ejércitos españoles, y allí sin embargo ha reinado la mas cordial armonía entre los generales, la mas fraternal unión entre las tropas, la mejor voluntad de protegerse unos a otros en el mayor riesgo, y el mas honroso deseo de aventajarse en los esfuerzos, y en la gloria del triunfo, repartida tan abundantemente, y con tal igualdad que todos arrastran trofeos, y ninguno tiene que mendigar la sombra de laureles ajenos.
El mariscal Soult con ejército algo inferior al nuestro en el número de su infantería, pero superior en caballería y artillería, no se detuvo un momento en el ataque premeditado, dirigiéndose contra nuestra posición por junto al pueblo de la Albuera, que venía a quedar en el centro de la línea; pero muy pronto se conoció ser este un ataque falso, y que su objeto era ganar el flanco derecho que ocupaban las tropas españolas, atacándole resueltamente con la mayor parte de sus fuerzas, que desplegadas sucesivamente debían envolvernos por la espalda, pero nuestra segunda línea y cuerpos de reserva, sabiamente colocados, acudieron rápidamente, formando martillo con el primitivo frente de la línea, y entablándose el combate mas obstinado y sangriento. El enemigo enfurecido cada vez más, repetía sus ataques, reforzándolos continuamente con tropas de reserva, pero encontraba siempre otras que se le hicieron impenetrables por espacio de siete horas, aunque empleó en vano toda la intrepidez, y arrojo de la caballería polaca, y el formidable fuego de su numerosa artillería que era un trueno continuado sin intermisión. Al fin tuvo que ceder a las dos y media de la tarde empezando a retroceder sin dejar de combatir, entonces fue cargado y perseguido en su retirada hasta los bosques y alturas que iba ocupando, dejando el campo de batalla cubierto de cadáveres y de un número considerable de heridos que no pudo retirar, y que inundados por los fuertes aguaceros que acompañaban a la acción, formaban el espectáculo mas horroroso de la guerra, corriendo los arroyos ensangrentados por las vertientes de la alturas. La perdía del enemigo, según cálculo prudencial, confirmado después por varios desertores, asciende a unos siete mil hombres, entre los muertos se encuentra el general Verlé que quedó en el campo de batalla y el general Pepin que murió por la noche de resultas de sus heridas. Los generales Gazan, Brix y otros salieron heridos. Nuestra pérdida ha sido también considerable, aunque muy inferior a la del enemigo.
El general Blake siempre a la cabeza de las tropas donde el mayor peligro llamaba su atención, recibió un balazo de fusil rasante al brazo izquierdo con la felicidad de romperle solo el vestido y la camisa, sin hacerle daño alguno, en medio de tan inminentes riesgos hemos tenido la fortuna de quedar ileso este general, cuya pérdida hubiera sido una verdadera desgracia para la nación, De este modo dio el mas eficaz ejemplo a sus subalternos que supieron imitar su bizarría y serenidad, manteniéndose constantemente en las primeras filas todo el tiempo del combate.
Espectador inmediato de una batalla tan obstinada, no me atrevo a particularizar elogios, porque todos los generales, jefes, oficiales y soldados se han excedido a si mismos como a porfía en el valor, y firmeza con aquella serenidad acompañada del furor que exaltaba el espíritu de todos. El buen orden, exactitud y velocidad en las maniobras con un profundo silencio, poco común en semejantes casos, han sido el objeto de admiración general: no se deseaba mas que pelear, y vencer a toda costa. Los generales subalternos sin esperar a que el grueso de sus divisiones entrase en acción fueron al combate al lado de las primeras tropas, nadie faltó de su puesto y todos supieron conservarle con el valor que constituye el honor individual y el de las armas.
Soult sin haber logrado dar vista a Badajoz, tuvo que emprender ayer su retirada por Villalba y Almendralejo antes del amanecer, dejando en el bosque que ocupaba su campamento, muchos muertos y mas de 200 heridos que no ha podido llevar consigo ni enviar con los demás a los pueblos inmediatos. Va perseguido y observado por el Conde de Penne Villemur con la caballería y vanguardia del general Lardizabal y algunos batallones ingleses de tropas ligeras.
Estas son las circunstancias que he creído correspondía manifestar a V.E. por mi parte acerca de la batalla de la Albuera y antecedentes, cuyas acertadas maniobras dirigidas por el mariscal Beresford, siempre de acuerdo con el Sr. Blake, han proporcionado una gran victoria que nos ofrece otros resultados de la mayor consecuencia.
Dios guarde a V.E. muchos años
Campo de la Albuera 19 de mayo de 1811


Diario de las operaciones verificadas por el Cuarto Ejército Expedicionario en Extremadura desde el 10 de Abril hasta el 22 de Julio de 1811, y entre ellas la Batalla de la Albuera de 16 de mayo
Archivo Histórico Nacional,DIVERSOS-COLECCIONES,109,N.4

jueves, 16 de julio de 2009

El "Santísima Trinidad" podría haber sido hallado en la costa gaditana

El "Santísima Trinidad" podría haber sido hallado en la costa gaditana

EFE - 15/07/2009 18 : 05

Madrid, 15 jul (EFE).- El "Santísima Trinidad", navío insignia de la flota española en el siglo XVIII y que se hundió en la batalla de Trafalgar en 1805, podría haber sido hallado a ocho leguas de la costa gaditana por un buque hidrográfico en una demostración con un sonar de barrido lateral.

Así lo ha asegurado hoy a Efe Vicente Carrasco, director comercial de SIMRAD SPAIN, S.L., empresa dedicada a la hidroacústica marina que el pasado 23 de junio hizo una demostración a bordo del buque Malaspina por las costas de Cádiz.

"Tanto la posición como la dimensiones del buque coinciden con el Santísima Trinidad", ha afirmado Carrasco quien no obstante ha señalado que es el Ministerio de Defensa el que tiene que confirmar el hallazgo tras una inspección visual con un robot.

El descubrimiento del "Malaspina", provisto con un sonar, revela en imágenes acústicas y sombras del fondo marino que hay un buque "perfectamente reconocible tendido en el fondo" y que podría tratarse del "Santísima Trinidad", un hallazgo que ya ha confirmado la Universidad de Cádiz y el Instituto Hidrográfico de la Marina.

Carrasco ha explicado que las referencias históricas indican que el Santísima Trinidad se hundió en la batalla de Trafalgar a ocho lenguas de la costa de Cádiz, por la zona de Barbate, una situación que coincide "al cien por cien" con la sondeada a un centenar de metros de profundidad.

El buque fue construido en La Habana en 1769 y era el buque de guerra más grande construido en aquel momento con más de 61 metros de eslora y 16,59 de manga.

Por estas cifras se le conocía como "El Escorial de los Mares", aunque tras ser probado en alta mar, se dieron cuenta de que sufría de varios desperfectos que fueron corregidos en los astilleros de Ferrol y Cádiz.

Tales fueron las modificaciones ejecutadas que se convirtió en el único navío del mundo que contaba cuatro puentes, con una tripulación de 1.071 plazas.

En julio de 1779, cuando España declara la guerra a Gran Bretaña junto a Francia en apoyo a las colonias norteamericanas en su Guerra de la Independencia, el "Santísima Trinidad" fue el buque insignia de la flota española, y tomó parte en las operaciones en el canal de la Mancha a finales del verano de ese año.

Pero, sobre todo, se le recuerda por su trágico final en la batalla de Trafalgar, en 1805, donde tras una dura lucha fue capturado por los ingleses en muy malas condiciones, con más de 200 muertos y 100 heridos.

Los ingleses pusieron todo su empeño en salvarlo y llevarlo al puerto inglés de Gibraltar, siendo remolcado por las fragatas HMS Naiade y HMS Phoebe. Sin embargo, finalmente se hundiría al sur de Cádiz el 24 de octubre.

Símbolo del final del poderío español en los mares, la mayor arma de guerra de su época permanece ahora en el fondo del mar. Sus piezas de artillería fueron extraídas e instaladas en la entrada del Panteón de Marinos Ilustres.

Para más información sobre el navío en mi página: www.batalladetrafalgar.com

viernes, 10 de julio de 2009

JUAN MARTÍN DÍEZ "EL EMPECINADO"




SU CASA EN CASTRILLO DE DUERO



CASTRILLO DE DUERO


OLMOS DE PEÑAFIEL, COLINDANTE A CASTRILLO Y LUGAR DONDE EL EMPECINADO FUE APRESADO EL 21 DE NOVIEMBRE DE 1823

ARROYO BOTIJAS, AL LODO QUE PRODUCE EL ARROYO SE LE LLAMABA PECINA, DE HAY LE VINO EL APODO DEL EMPECINADO

MONUMENTO-MAUSELO DE DON JUAN MARTÍN DÍEZ, EN BURGOS

Aprovechando que en el último número (4) de la revista Alkaid aparece un artículo sobre la repercusión de la Guerra de la Independencia en la población civil, tomando como ejemplo el paso de las tropas de don Juan Martín Díez "El Empecinado" por la villa de Torrelaguna (Madrid); voy a recomendar visitar Castrillo de Duero, pueblo natal de este caudillo castellano. Juan Martín nació en 1765:

En cinco días del mes de Septiembre de mil setecientos setenta y cinco y en la parroquia de esta villa de Castrillo de Duero, yo, el infrascrito cura propio de ella, bauticé solemnemente a Juan, hijo legítimo de Juan Martín y Lucía Diez, vecinos de esta villa y en ella casados y velados, él natural de Castro de Fuentidueña y ella natural de esta villa; sus abuelos paternos Juan Martín y Micaela Sancristóbal, naturales de dicho astro de Fuentidueña; los maternos Andrés Díez y Lucía González, vecinos de esta villa, él natural de Olmos y ella de esta villa, fue su padrino Gregorio González, vecino de esta villa, a quien advertí del parentesco espiritual y demás obligaciones: nació el dicho niño el día dos de dicho mes y año y para que conste lo firmo ut supra. Don Josef de Subirán.
Además de poder ver su casa, todavía en posesión de la familia, se puede contemplar una estatua recién instalada, así como un aula-museo dedicada al Empecinado. Esta última tiene reproducciones de uniformes y paneles donde explican la carrera militar del guerrillero. También se proyecta un documental sobre su captura y muerte.Su carrera militar durante la Guerra de la Independencia está repleta de victorias, pero seguramente para él lo mejor de aquella etapa fue la triunfal entrada en Madrid, en agosto de 1812:

Las fatigas y cuidados de estos últimos días me han robado el placer de avisar sucesivamente a Vd. sus felices resultados y los más lisonjeros de las armas de nuestros aliados. Triunfantes entramos en Madrid el 12 a la una de la tarde entre las sinceras aclamaciones de este pueblo fiel y sus lágrimas de ternura al tiempo de evacuarle el grueso del ejército enemigo que dejó en el Retiro una pequeña guarnición. No se puede pintar una escena tan grandiosa, por una parte había gentes que llorando, reían; por otra se abrazaban sin conocerse, allí se agolpaban a las tropas sin temor de serlos molestos. En otros puntos las detenían sin dejarlas mover por le placer de contemplarlas por todos resonaban aclamaciones y vivas alternando la Patria, Fernando, aliados generosos y españoles. La dulce armonía que formaban estas voces arrancaba lágrimas de placer a ver a objetos insensibles, ya en el día 10 pasee dicha corte con parte de la caballería de mi mando regimiento de Madrid y algunos alemanes hasta la inmediación del Retiro. No me hirieron mas que a el oficial alemán D. Federico Escolar, y yo saqué un capitán y un soldado de dicha acción prisioneros dejando cuatro cadáveres en las calles. Es indecible el gozo que produjo también este ligero pronóstico de las ocurrencias que debían seguir. La guarnición del Retiro en número de 1900 hombres fue prisionera de guerra como a las doce del 14. Son muchos los almacenes de todo útil que se han hallado con 200 cañones y veinte mil fusiles. Después pasé con la caballería de mi mando a la capital de Guadalajara para impedir la salida de la guarnición, mientras llegaba la infantería que estaba en Arganda. La intimé la rendición y después de varias contestaciones convenimos en los capítulos que acompaño copia, que pasados a la aprobación del Lord Wellington, fueron moderados en el 4,5,6 y 8 de que modo que también acompaño. Conforme a aquella rindieron las armas a las once de la mañana del 15 en número de 851 hombres que contiene el estado que remito. Se han tomado dos banderas, dos cañones de a cuatro, un obús, 8 pedreros con tres carros de municiones. Son muchos los útiles que se han hallado, entre ellos do mil fusiles. También de los de la fábrica de San Fernando de que se entrega la dirección de ella. Las demostraciones de alegría de esta ejemplar provincia han correspondido a la evacuación del enemigo al entusiasmo que ha mantenido desde el origen de esta Santa lucha por la Patria y nuestro adorado monarca Fernando 7º, que Dios guarde y yo tengo el placer de haber trabajado en ella casi desde entonces con el ejército de haber logrado su entera libertad.
Tengo el honor de ser con toda consideración súbdito de V.E.
Guadalajara 19 de agosto de 1812
Ecmo. Señor
El Empecinado


Al término de la guerra empiezan las desconfianzas hacia su persona y el desprestigio, dado su carácter liberal y el rechazo que expresa hacia la causa absolutista:

El brigadier Don Juan Martín (el Empecinado) este cuyos sentimientos patrióticos se han hecho disfrutar la estimación y justa recompensa de la Patria, solo es en sí un buen soldado u granadero, pero no lo que exige por su confianza el empleo que en la actualidad obtiene y el mando de una División, por que careciendo aun de los principios de una educación militar son extremadamente obscuros los de la de su política, y no esté en el caso de adquirir una ni otra, antes bien dar margen con el mal ejemplo de ambas, a que se olvide la que de suyo haya adquirido…… Se presenta al frente de sus tropas no tan solo sin saber dar una voz de ella si no es profiriendo otras del uso y costumbre de la gente mas baja y soez, sirviendo de mofa a los soldados que le oyen y a quienes conduce al enemigo y ha conducido hasta aquí en estos términos, pero sin reparo al sacrificio de víctimas, que le son indiferentes, siempre que con ello logre conseguir alguna ventaja, pues es innegable que lleva en si propio las de su valor, por el que desconoce el peligro…… Vergonzoso parece manifestar su conducta, no sabiendo hablar si no es con la palabra mas obscena en la boca, no atendiendo a lo que se le dice de oficio sin proferirla a cada paso, no vistiendo ni presentándose de otra suerte que como si fuera un triste y pobre criado, faltándose de llamarse y firmándose el Empecinado, tratando y teniendo por su asociado a un traficante en carnes, y en fin otras que omito, pues esto basta, son mas que suficientes para que todos o los que piensan con juicio excusen su trato; son razones para que los jefes ni oficiales, ni política ni oficialmente se presenten en su casa, y son efectos para que el soldado le mire con desprecio, que no tiene el Empecinado partido alguno en su división y que sin dicho jefe sería esta sobresaliente.
Campamento de los Requés
19 de marzo de 1814
Cayetano María Degres


Su vida terminó en la burgalesa villa de Roa el día 20 de agosto de 1825
Comisión de la Real Chancillería de Valladolid.
Sin embargo de que por el Excmo. Receptor de la Comisión se remite a V.S. el testimonio correspondiente de haberse ejecutado en este día y hora de la una menos cuarto de su tarde la Real sentencia de muerte de horca impuesta al Empecinado con todo he creído de mi deber hacerlo yo también como lo hago por este manifestando a V.S. al mismo tiempo que hallándose el reo al pie de la misma horca y habiendo dado al parecer muestras de arrepentimiento, hizo un esfuerzo prodigioso y rompió las esposas de hierro que tenía en las manos y trató de salir por entre las filas de los valientes voluntarios de esta villa y sus inmediaciones que tenían hecho el cerco.
El objeto, Sr. Gobernador, que sin duda ofuscó a este perverso fue el de acogerse a Sagrado de la Colegial, o lograr en otro caso el que los mismo voluntarios le diesen la muerte y no sufrir la afrentosa de la horca; pero le salieron vanos sus intentos pues sólo trataron de asegurarle, y viendo ya que no quería subir por las escaleras y que se tiró al suelo, mandé que le subieran con una soga como se verificó y sufrió al tan merceda muerte.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Roa y agosto 19 a las dos de la tarde de 1825
Vicente García Álvarez
Sr. Gobernador de las Salas del Crimen de la Real Chancillería de Valladolid


Es enterrado en el campo santo de Roa, pero en 1854 se trasladan sus restos a Burgos donde descansan actualmente en la calle Fernán González.

ACTUALIZACIÓN DE 2024. SE PUEDE CONSULTAR UNA NUEVA BIOGRAFÍA DEL EMPECINADO QUE A DÍA DE LA FECHA ES LA MÁS COMPLETA DE TODAS LAS PUBLICADAS: https://www.batalladetrafalgar.com/2024/06/nuevo-libro-el-empecinado-la-vida-de.html



Archivo de la Real Chancillería, Valladolid
Archivo: Archivo Histórico Nacional:
Expediente sobre la entrada en Madrid y la toma de Guadalaja por las tropas dirigidas por El Empecinado
ES.28079.AHN/1.5.1.145.4.1.1.42.13.24//DIVERSOS-COLECCIONES,100,N.4

Informe reservado para el Estado Mayor acerca del estado en que sencuentra la 5ª División del 2ª Ejército, mandada por Juan Martín el Empecinado
Signatura: DIVERSOS-COLECCIONES,91,N.35

viernes, 3 de julio de 2009

La Cueva de los Franceses reabre sus puertas al público

La Cueva de los Franceses reabre sus puertas al público el viernes 3 de julio

La construcción del nuevo Centro de Recepción de Visitantes ha supuesto a la Diputación de Palencia una inversión de más de un millón de euros.



gentedigital.es
03/7/2009 - 09:52

La Cueva de los Franceses reabrirá sus puertas al público el viernes 3 de julio tras los trabajos de construcción del nuevo centro de recepción de visitantes. Después de un año y un mes de obras, el nuevo edificio que cuenta con una superficie de 250 metros cuadrados en planta y dos alturas, y ha supuesto por parte de la Diputación de Palencia una inversión de más de un millón de euros será inaugurado.

El objetivo del mismo no era otro que mejorar las condiciones que presentaban las instalaciones existentes y el acceso a la Cueva así como el incrementar el número de visitantes a la misma, que había sido de aproximadamente 17.000 personas en los últimos dos años. De esta forma, en la actualidad no solo se proporciona una cubrición a la entrada, que tantas veces había resultado inaccesible por las condiciones climatológicas de la zona norte de la provincia palentina, sino que además desempeñará las funciones de Centro de Recepción de Visitantes, dado que anteriormente la edificación que estaba destinada a las personas que visitaban la Cueva resultaba insuficiente para ofrecer un servicio adecuado.

A lo largo de los últimos meses la empresa Cabero S.L, adjudicataria de la obra, ha construido un pabellón de acceso a la Cueva de unos diez metros de altura con forma de prisma y ligeramente inclinado, sobre el trazado de la escalera que conduce al interior de la Cueva. Un edificio, que se concibe como un espacio abierto que cuenta con zona de recepción de visitantes, esparcimiento y descanso, zona de exposiciones, oficinas y aseos. Otro detalle sobre esta infraestructura es que el revestimiento ha sido realizado en acero corten. Un material que se adecua a las condiciones cromáticas ocres dominantes de la zona.

Desde la Institución Provincial, se pretende que el nuevo pabellón de acceso a la Cueva de los Franceses sirva no sólo como punto de partida de las visitas, sino que sea un área más dinámica y cuente con un componente lúdico y cultural. La idea es que este espacio esté abierto al desarrollo de distintos tipos de actividades y a la información sobre las posibilidades que ofrece la provincia de Palencia, con el fin igualmente de que sirva como referente de la Montaña palentina.

La misma, se encuentra ubicada en Revilla de Pomar y se trata de una zona geológica a la que pertenece el conjunto kárstico del que forma parte la Cueva, en el espacio protegido de Covalagua. Una Cueva que recibe su denominación por haber sido reposo de los restos de los combatientes que cayeron en un enfrentamiento ocurrido en el Páramo de la Lora durante la Guerra de la Independencia.

viernes, 26 de junio de 2009

LA BATALLA DE VITORIA 21 DE JUNIO DE 1813 - IV/IV


VISTA DEL DESFILADERO DE LA PUEBLA DESDE EL ALTO DE JUNDIZ

VILLODAS

A LA IZQUIERDA LOS MONTES DE LA PUEBLA, A LA DERECHA JUNDIZ, VILLODAS Y TRESPUENTES

JUNDIZ, VILLODAS Y TRESPUENTES

MONTES DE LA PUEBLA

ATAQUE DEL GENERAL MORILLO EN EL PASO DE LAS CONCHAS DE LA PUEBLA DE ARGANZÓN AL AMANECER DEL DÍA 21 DE JUNIO. MUSEO ARMERÍA DE VITORIA



ATAQUE DEL PUENTE DE MENDOZA (MOMARIO) SOBRE EL ZADORRA. MUSEO ARMERÍA DE VITORIA










ENTRADA DEL GENERAL ÁLAVA EN VITORIA. MUSEO ARMERÍA DE VITORIA


PALACIO DE MONTEHERMOSO, ALOJAMIENTO DE JOSÉ I


CASA PALACIO DE LA FAMILIA ÁLAVA

LA BATALLA

En el consejo de Generales, que bajo la presidencia del Rey José se celebró en Miranda de Ebro el 17 de junio de 1813, se discutieron los dos planes, que como único remedio para asegurar la retirada del ejército francés, eran posibles en aquel momento. Opinaron José y su Jefe de Estado Mayor el Mariscal Jourdan, obedeciendo el plan trazado en París por el Ministro de la Guerra, que era preciso á toda costa seguir la carretera de Francia por Vitoria, Arlaban y Tolosa, para evitar que los aliados, que se acercaban por instantes al límite de las provincias de Burgos y Álava por Villarcayo, pasasen por Orduña y resto de Vizcaya á apoderarse en Guipúzcoa de dicha carretera. Además, gran parte del riquísimo convoy, que llevaban, estaba ya en el llano de Álava y era preciso protegerlo.
Los Generales Drouot (Conde de Erlon) y Reille, creían mejor seguir la línea del Ebro, unirse á la división del General Clausel, que estaba en Logroño, y así, bien reforzados, entrar en Francia por Navarra, poniéndose en favorables condiciones de lucha, mientras tanto, por el aumento de fuerzas con que contarían. Predominó el dictamen de los primeros y se dieron las órdenes para que al día siguiente avanzara Reille hacia Valdegovia y camino de Orduña, para impedir el que se cortase la retirada, mientras que el grueso del ejército entraba en la llanura de Álava y en Vitoria.
En efecto, el día 18 partió Reille, con el llamado ejército de Portugal, compuesto de las divisiones de Lamartiniere, Sarrut, y Maucune, en la dirección señalada. Llegó Reille á Osma y se encontró con que la división anglo-española de Graham avanzaba desde los desfiladeros del valle de Losa. Travóse un vivo combate con los cuerpos ligeros de españoles, que venían en la vanguardia, y, por la tarde, al tener más de 100 muertos, se retiró Raille á Espejo y Berguenda. En el camino encontró muy destrozados varios regimientos de la división Maucune, que habiendo avanzado hasta San Millán, fueron acometidos desde la inmediata sierra de Govia, por otra división ligera mandada por Alten, que les mató 300 hombres, cogiéndoles las mochilas y mucha parte de sus equipajes é impedimenta. Ambos Generales franceses se retiraron por Salinas de Anana hacia Poves y OUavarre, mientras que los aliados subían por Berberana, los montes de Guibijo y la sierra de Arcamo.
En aquella noche, José emprendió su marcha á Vitoria; las divisiones de Erlon y de Gazán se reconcentraron en los alrededores de Armiñón para proteger el paso de la Puebla de Arganzón, y á mediados del día 19 cruzaron el Zadorra, ante la acometida de los ingleses, tomando posiciones á la izquierda del río, dentro ya de la llanura. El generalísimo inglés Wéllington, con la división Lowry Colé, atacó á Reille en Poves y Subijana de Morillas, obligándole á bajar á Nanclares. En Subijana durmió aquella noche el caudillo de los aliados, teniendo su ejército acampado en las inmediaciones, y allí preparó con Álava el plan de ataque, que tan grandes resultados iba á darle.
Era preciso cortar la retirada á los franceses por el camino de Arlabán, y al efecto se acordó: que el General Graham, que había bajado desde los montes de Guibijo, hacia Cuartango y Zuya, avanzase con sus 20.000 hombres desde Murguía por Záítegui y Echávarri á tomar el alto de Araca y los puentes de Arriaga, Gamarra Mayor y Durana, colocado éste sobre la carretera de Francia. El General Hill debía emprender el ataque por la derecha, ordenándole, al efecto, que con su ejército y 20.000 soldados se apoderase, en el extremo opuesto de la línea, del paso de la Puebla y de los montes que corren por Zaldiaran, entre la llanura y Treviño, mientras que Wellington, con su cuartel general y las tropas de Beresford, atacaría el centro, tomando la dirección de Nanclares y Trespuentes.
Estaban preparándose á marchar las tropas, para ocupar estas posiciones, cuando el 20 recibió Wellington un parte del alcalde de San Vicente de la Sonsierra, anunciándole que la división francesa de Clausel había llegado allí desde Logroño y que se dirigía precipitadamente por Toloño, á unirse á los enemigos. Esta noticia y el cuidado de que los franceses no ganasen la cordillera de Arlabán, le decidió á dar la batalla al amanecer del día 21. Mientras tanto, José descansó el día 20 en Vitoria, en el palacio de Montehermoso, y el Mariscal Jourdan, acosado por grave calentura, lo pasó en la cama, en la casa de don Manuel de Echánove, también en el Campillo, no dictando otras disposiciones que las de enviar parte del convoy á Salinas de Léniz escoltado por la división Maucune, en la esperanza de que Clausel llegaría al día siguiente y de que Wellington no se decidiría á acometer tan pronto. Varios propios del país, enviados en busca del General Clausel, no llegaron á su destino. La posición que habían tomado los franceses era la siguiente: en lo alto del Zadorra, las tropas de Reille ocupaban á Durana, Gamarra Mayor y Abechuco, con fuertes regimientos de dragones á retaguardia entre Arriaga, Alí, Zuazo y Lermanda. En el centro, desde Margarita por Trespuentes y Villodas hasta Subijana, se extendía el ejército llamado de Andalucía, del Conde de Gazan, cuya división Maransín se posesionó de los altos de la Puebla, desde el boquete hasta Zumelzu. En segunda línea, y como reserva, se colocó el ejército del Conde de Erlon, extendido desde las alturas inmediatas á Vitoria, por Gomecha hasta Ariñez. Toda la carretera de Francia, desde Vitoria hasta Arlabán, estaba ocupada por el convoy, por la artillería de sitio, coches en que iban las familias fugitivas y por grandes recuas de caballerías cargadas.
Al otro lado del puerto de Salinas, y sin tener noticia de cuanto pasaba, estaban Maucune, que había llegado con su convoy á Escoriaza y Mondragón, y el ejército del General Foy, fuerte de 10.000 hombres, que, para desgracia de los franceses, no acudió tampoco á tomar parte en la batalla. Contaban los franceses, sumando todas las tropas que iban á pelear en Vitoria, 56.000 hombres, y las fuerzas de los aliados se elevaban á 80.000 soldados, entre ellos 20.000 españoles.
Al amanecer del día 21 creyó urgente José recorrer las posiciones, y el Mariscal Jourdan, muy enfermo aún, montó á caballo y se puso á sus órdenes. Trasladáronse á Gamarra y visitaron toda la línea del Zadorra hasta Trespuentes. De allí subieron al alto de Jundiz, comprendiendo que había sido un gravísimo error el no fortificarlo, haciéndolo base de las operaciones, para defender el paso de los puentes del Zadorra y el desfiladero de la Puebla. La mañana había amanecido con una niebla llovediza muy espesa, que dificultaba la marcha. A las diez el General inglés Hill entró en la Puebla de Arganzón, enviando á la brigada española, que mandaba D. Pablo Morillo á que tomase las alturas de la derecha del boquete, y reforzándola luego con el regimiento 71 inglés de línea, que subió, con sus pitos á la cabeza, tocando al avanzar la airosa marcha de «Johnny Cope.» El choque en las cimas fue muy rudo, ante la defensa que hizo de ellas Maransin, pero fueron tomadas por los españoles, que, «detrás de las rocas y de los bosques—dice Thiers,—y habilísimos en defender terrenos de esta naturaleza opusieron una resistencia tenaz.
En aquellos momentos en que empezó la lucha, José y Jourdan enviaron órdenes al Conde de Gazan para que retirase sus tropas de delante del boquete y se replegase á Jundiz, pero iniciado el combate fue imposible hacerlo. Maransín fue expulsado de las cumbres, y en vano Gazan le apoyó con dos brigadas de las divisiones Conroux y Darricau, que guardaban el boquete. Estas tropas apenas pudieron subir á la mitad de las alturas, ante el mortífero fuego de los españoles. El General Morillo fue herido, pero continuó en la batalla. Empeñados en reconquistar las cumbres de la Puebla, envió Gazan contra ellas á la división Villatte, que ocupaba á Subijana y cercanías de Zumelzu, la cual subió hasta la cima, y en el feroz encuentro que allí hubo, murió el coronel Cadogán, que mandaba el referido 71 de línea. De nuevo fueron los franceses arrojados al llano por los de Morillo.
Al ver el General Hill que el enemigo había debilitado la defensa del boquete de la Puebla, pasó el desfiladero y tomó, después de gran resistencia, el pueblo de Subijana, á la una de la tarde. Tres horas había durado el ataque de las alturas.
En el extremo opuesto de la línea de batalla, en la izquierda de los ingleses, ó sea en la derecha de los franceses, el General Graham había empezado el ataque á las diez y media. La noche anterior celebró en Murguía una junta de Generales, al llegar la división española que mandaba Girón, desde Balmaceda y Amurrio, y para cuando quisieron emprender el combate desde las alturas del monte Araca, se hizo la hora indicada. El General Longa, con los españoles, y la quinta división inglesa de Oswald, se dirigió á Gamarra menor y Durana; el brigadier inglés Robinsón, después de hacer subir en hombros los cañones á Araca, que estaba cubierto de bosque y por donde no había camino alguno, tomó á Gamarra mayor cogiendo tres cañones, y Graham, con la primera división inglesa y la brigada portuguesa de Pak, tomó á Abechuco y se dirigió contra el puente de Arriaga, artillando las casas de la que es hoy venta de la Caña. Una brigada de dragones mandada por el inglés Anson concurrió á estos movimientos.
Tomados en ambos extremos Subijana y Gamarra, Lord Wellington, que ocupaba las alturas de la sierra de Badaya, frente á Nanclares y Villodas, envió la brigada Kempt, guiada por un aldeano, á tomar el puente de Trespuentes, mientras las compañías españolas de ligeros escaramuceaban al enemigo, que ocupaba la orilla opuesta. Los franceses que guardaban las cercanías del puente fueron cargados por el 15 regimiento de húsares y unos soldados de infantería, desde Iruña, al soltar los primeros tiros, mataron al aldeano que guiaba á los ingleses.
Al avanzar Hill á Subijana quiso José lanzar contra él parte del ejército de Erlon, que formaba la reserva y .centro; pero en aquel mismo momento hizo Wellington adelantar á Lord Beresford, para que pasase el Zadorra. Las divisiones 3 y 7, dirigidas por Dalhonsie, tomaron el puente de Trespuentes y el de Momario y cruzaron el río más arriba por distintos vados; la brigada Colville y otras ganaron el de Villodas y la 4 división á las órdenes de Lawry Cole cruzó el de Nanclares.
Entonces se llegó al momento crítico de la batalla. José y Jourdan desde Ariñez ordenaron al General de Artillería Tirlet que subiese 50 cañones á el alto de Jundiz, como lo hizo rápidamente, para ametrallar á los ingleses, que avanzaban desde las orillas del Zadorra, en el claro que había dejado el Conde de Gazan, al marcharse á combatir á la izquierda de Subijana y el Conde de Erlon á defender el paso del río más arriba de Trespuentes. Varias veces se detuvieron los ingleses ante el horroroso fuego que llovía desde las baterías de Jundiz; pero habiendo colocado dos brigadas de artillería inglesas en una loma inmediata, pudieron avanzar definitivamente los aliados, llevando á la cabeza á Wellington, á Beresford, á Álava y al Príncipe holandés de Orange. El cerro de Jundiz se tomó en el momento en que Jourdan ordenaba la retirada sobre Vitoria, y cuando el Conde de Erlon, viendo avanzar la numerosa caballería inglesa, que acababa de cruzar el Zadorra por todas partes, se retiró también en la misma dirección.
«Habíase ya disipado la niebla—dice el relato de Clinton,— y en las colinas y en el llano se elevaban pausadamente grandes masas de humo, en figura de guirnaldas, que doradas por el esplendoroso sol del estío, en un cielo sin nubes, ofrecían un aspecto brillantísimo. En todas partes relucían las bayonetas, y flotaban como un enjambre los estandartes y banderas de seda. Las túnicas de color escarlata de los ingleses, y los uniformes azules de los portugueses, formaban contraste con el aspecto sombrío del color gris del traje de los españoles, y del negro de los cazadores. En las alturas hacia Vitoria veíanse las masas de franceses vestidos de azul, á lo largo de las líneas de sus ligeros de infantería y de su artillería montada, y así como el uniforme gris y los cascos bronceados de los dragones y coraceros, los alegres trajes de los lanceros y húsares con sus tahalis y correajes, y los altos sombreros de la guardia, con sus caídas coloradas… Toda la cuenca se había convertido en escenario horrible de la encarnizada batalla; ardían en llamas los vallecitos, alturas y arboledas, y cada cercado ó soto, y cada arbusto servían de parapeto y de punto de desesperada defensa á los que los ocupaban.»
El pueblo de Ariñez fué tomado por la brigada Pictón, por la artillería del Coronel Gibles; y por el 52 de línea, que subió desde Margarita. Rechazado el enemigo en Ariñez, fue á caer bajo los fuegos de Hill, en Subijana, que hicieron un horrible destrozo, poniendo en completo desorden y huida al cuerpo del Conde de Gazan, que no pudo subir á las alturas de Esquivel, porque engañó á su artillería un guía aldeano al conducirla, y porque los de Morillo se habían corrido hasta Zaldiaran y Berrosteguieta. Gazan pasó por Gomecha y Armentia, y tomando el camino de la Zumaquera, se dirigió hacia Argómaniz.
Puesto en retirada el ejército francés en toda su línea de la izquierda y del centro, hizo su última resistencia desesperada en las pequeñas lomas que suben de Ali á Armentia, contra Zuazo; disparando en multitud de baterías y sosteniendo un verdadero volcán de fuego de fusilería en los alrededores de este pueblo. La división Lawry Cole tomó aquellas alturas, en las que dejaron los franceses clavados ochenta cañones. En tanto, dando un gran rodeo por detrás de Ali se dirigió á Vitoria el General Álava, al frente de un regimiento inglés de caballería, entrando por el camino de Avendaño y Portal de Aldave, para impedir que los franceses fugitivos saqueasen la ciudad, ó que los ingleses vencedores cometieran excesos. Penetró por la calle de la Herrería, y se dirigió á la plaza de Castilla y plaza Nueva, acuchillando á los últimos franceses que quedaban en aquellos lugares. Diez minutos hacía que el Rey José había hecho cambiar de caballos á su carruaje en la misma plaza Nueva, y que había huido, tomando el camino de Navarra, por el portal del Rey, en cuyo punto y frente al hospital civil le esperaban el Mariscal Jourdan y su Estado mayor, también con caballos de refresco.
Al emprenderse esta retirada habían empezado á cejar, en la extrema derecha francesa, las tropas de Reille, que se batieron desesperadamente. El inglés Graham tomó dos veces el puente de Arriaga, y lo ganó definitivamente la tercera, después de haber muerto su defensor el General Sarrut; y cuando lo defendía el General Menne. El brigadier Robinson tomó el puente de Gamarra mayor, haciendo retroceder á la división Lamartiniére, que lo sostenía. Los Generales Oswald y Longa forzaron el de Durana y se apoderaron de la subida de Arlabán y de mucha parte del convoy, que obstruía la carretera de Francia. El valiente Reille, en tanto, viéndose acorralado por Graham, que avanzaba de frente, y por los dragones ingleses que llegaban desde Vitoria, reunió las tropas de Sarrut y Lamartiniere, y saliendo al encuentro de la caballería enemiga, con las brigadas de dragones de Digeón, Tilly y Mermet, trabó en lo alto del campo de Arriaga é inmediaciones del cementerio de este pueblo, un furioso combate de dragones contra dragones, y protegió de este modo la retirada de su ejército, por el río de Santo Tomás hasta Betoño. Metido en el monte y dehesa de Betoño, entonces muy poblados, fue acometido al salir de él, en dirección á Ilárraza y camino de Navarra, por la caballería inglesa y portuguesa combinadas. Protegió su paso contra ellas con las cargas que hizo dar entre Arcaute é Ilárraza á los regimientos 15° de dragones y 3° de húsares; pero, perseguido de un modo horrible, al llegar á Matauco formó el cuadro delante de la aldea, encerrándose en él, y resistió valientemente el choque de los jinetes aliados, hasta que todo su ejército quedó á salvo, bastante avanzado por el camino de Salvatierra. Eran las ocho de la tarde, y empezaba á anochecer, cuando Reille, que hacía once horas que estaba peleando, cruzó á Matauco, no dejando tras de sí ninguna división francesa, y sí sólo el horrible é indescriptible cuadro de confusión de la batalla.
Al caer la noche, las avanzadas del ejército aliado acamparon en línea desde Ullivarri Arrázua, por Arbulo, hasta Argómaniz, y la retaguardia francesa en las inmediaciones de Salvatierra.
Habían perdido los franceses, entre muertos, heridos, prisioneros y extraviados, 7.400 hombres, retirándose aún otros 48.600 que acompañaron á José. Los aliados pagaron su triunfo con la pérdida de unos 4.500 soldados. Se cogieron en el campo de batalla 150 cañones, 432 cajas de municiones y algunas banderas. «Nunca hubo un ejército más duramente trabajado, porque los soldados no estaban ni medio batidos, y sin embargo, jamás hubo una victoria más completa Las campañas de Marlborough —dice Alizón—no presentan un ejemplo de tan señalado triunfo, y las de Cressy y Agincourt fueron infructuosas comparadas con esta.»
Las tropas inglesas que se encontraron en el combate y que tienen en sus banderas el glorioso nombre de Vitoria, fueron: los regimientos de dragones de la Guardia 3 y 5; el 14, 15 y 3 de húsares; el 16 de lanceros; el1 de Escoceses reales; el 2 de la Guardia real de la Reina; el 4 del Rey; el 5 de infantería de Northumberland; el 6 de Warwick; el 9 de Norfolk; el 20 de Devón; el 27 de Inniskillings; el 28 de Gloucéster; el 31 de Hutingdon; el 38 de Strafford; el 39 de Dorset; el 40 de Somerset; el 43 de Montmouth; el 45 de Serwoot; el 47 de Lancash; el 48 de Northampton; el 50 de la Reina; el 51 de York; el 52 de Oxford; el 53 de Shrop; el 57 de West Middlesex; el 58 de Rutland; el 59 de Nottingham; el 60 de Rifles; el 61 de Gloucester; el 68 de Durham; el 74 de Irlandeses; el 79 de Irlandeses de Camerón; el 83 del Condado de Dublín; el 88 de Connaught, y 94 de la brigada de carabineros.
Los historiadores ingleses y españoles, las crónicas particulares y la tradición, han pintado con vivos colores el horrible aspecto de aquel campo de batalla, no comparable á ningún otro de las guerras contemporáneas. En el interior de la ciudad, gracias á la oportunidad del General Álava, no hubo lástimas que llorar. Temíase, con razón, el saqueo y el incendio, como en otras partes ocurrió, y temblaban centenares de familias, ocultas en sus casas, al saber que avanzaba derrotado el grueso del ejército francés y que los ingleses habían hecho muchos destrozos en los pueblos y en los campos. Álava inspiró confianza á todos, expulsó á los rezagados franceses, amparó á sus familias abandonadas, prohibió toda clase de venganzas y recorrió la población en compañía de sus amigos y antiguos condiscípulos D. Diego de Arrióla, su primo, que fue nombrado alcalde; el Conde de Villafuerte, D. Trinidad Porcel, el Sr. Esquive!, su tío, Marqués de Legarda; D. Melquíades de Goya y los Sres. Echavarri, Urbina y otros vitorianos distinguidos. La ciudad le aclamó con entusiasmo; rodeábale el pueblo pugnando por levantarle en brazos, y gran parte del vecindario, entre el cual se veían muchas señoras agitando sus pañuelos, le saludaban y victoreaban desde los balcones. Todas las campanas de la ciudad, echadas á vuelo, sofocaban con sus grandes repiques el estruendo de los cañonazos y fusilería, que aun se oían hacia Betoño y Elorriaga. Los viejos.recuerdan, que entre los grupos que le rodearon en la plaza Nueva, apareció en uno el famoso alguacil, poeta popular, Carlos de Rico, y que instado por los circunstantes á que «echara un verso al General,» se adelantó hacia éste, sombrero en mano, y exclamó:
En junio, de trece el año, día de San Luis Gonzaga,
¡cómo ha corrido la plaga
de José, con su rebaño!
Fiero ha sido el desengaño,
pues perdiendo sus cañones,
carros, convoy y furgones,
con grave afrenta notoria,
han huido de Vitoria
los gabachos batallones.
Hora y media después que Álava, entró en la ciudad Lord Wellington al frente de su Estado Mayor, saliendo á recibirle al portal de Castilla el General vitoriano, el Ayuntamiento y todas las personas notables. El victorioso caudillo recordó á Álava la promesa que habían hecho de ir á saludar á la novia de éste, Srta. D. Loreto de Arrióla, y en efecto, subiendo á la calle de la Correría, avanzaron hasta el fin de ella, donde, en la última casa de la izquierda, frente al cantón de Santa María, estaba la casa que ocupaba el Sr. de Arriola, patrón de Aspe.
«Vi al General Lord Wellington con Álava y todo su Estado Mayor, detenidos ante la puerta de la casa de D. Javier Arrióla, donde sin apearse, saludaron á éste y á su hija Doña Loreto, que estaban en los balcones, y desde allí siguieron bajando el barrio de Santo Domingo, al campo de batalla. También Álava logró del Generalísimo inglés que no entrara ningún soldado en la ciudad para evitar desórdenes.» (Memorias del insigne ingeniero Sr. Echánove, testigo de aquellos sucesos, y que aún vive, contando ochenta y siete años.)

( I ) Visité de niño muchas veces esta casa de Arrióla, en la Correría, cerca de mi calle Chiquita, y en ella vi muchas veces los retratos de los Marqueses de Legarda, de D. Javier y de D. Diego de Arrióla, patrones de Ceánuri y Aspe. Allí se conservaban algunos curiosos objetos del campo de batalla de Vitoria, y muchos recuerdos del General, cuya vista me impresionaba sobre manera en mi imaginación de chico. Un hermano de D. Diego, el Sr. D. Ramón María, probo y entendido ex-magistrado del Tribunal Supremo, vivo aun en Madrid.

El espectáculo que se ofreció á los ojos de los Generales al pasar al otro lado de Vitoria, fue tristísimo é imponente. Desde el portal de Urbina hasta los últimos límites del horizonte, en aquellos campos, y en la carretera de Francia, había atestados y volcados más de trescientos carros y carruajes, cuyo contenido rodada por el suelo, pisoteado por el paso de la infantería y por las cargas de los dragones. Centenares de familias distinguidas, españolas y francesas, que huían á Francia, no pudieron pasar de Betoño, y poblaban el aire con sus lamentos y gritos, sentadas al lado de sus deshechos equipajes ó formando tristes grupos en torno de los cadáveres de sus deudos. Lord Wellington y Álava dieron orden de ayudar á todos, como se pudiera, amenazando con pena de la vida á los que maltrataran á aquellas gentes indefensas. Desde el camino viejo de Arana, trajeron los dragones un coche en el que venía prisionera la Sra. Condesa de Gazán. Púsola en libertad el caudillo inglés, dándole una escolta, para que se trasladara á Navarra, donde los franceses se reconcentraban.
El campo de Arana, el alto de Santa Lucía y las cercanías de Elorriaga estaban cubiertos de ricos despojos. Los bagajeros y acompañantes del ejército abrían multitud de cajas, caídas de los carros, llenas de oro y plata, de objetos de las iglesias, de los museos y de las cosas ricas particulares, y cargaban con las monedas, no sólo sus bolsillos, sino el forro de sus chaquetas y el hueco de sus calzones, bien atados á las rodillas. Bagajero hubo que, después de bien cargado, no pudo andar, por el peso que llevaba. Las tropas, en general, y los ingleses sobre todo, se aprovecharon bien de las riquezas abandonadas, en las últimas horas de la tarde del 21. En los carruajes parecieron multitud de cuadros al óleo de los mejores maestros, cortados violentamente del marco y arrollados. Muchos fueron hechos pedazos á bayonetazos, y entre ellos el de La, Trinidad, del Ticiano, robado en la catedral de Palencia.
«Los ingleses—-dice la relación del Sr. Larrea, cura de Berrostequieta —sin más Dios que sus barrigas y antojos, saquearon todas las aldeas de la parte occidental de Vitoria, que habían quedado libres de los franceses; allí segaron los trigos y cebadas para sus caballos y echaron los bueyes y caballerías de brigada á los sembrados, causando la ruina completa de los habitantes. Pero debemos á los vitorianos el generoso y católico acto de humanidad de que abrieran francamente las puertas de sus casas á todo necesitado, derramando á manos llenas la caridad, con que nos remediarnos infinitos.»
Delante de Zurbano, y en las encenagadas balsas que rodeaban al pueblo, había algunos centenares de franceses y de caballos, muertos y deshechos por la metralla y la caballería, ofreciendo aquel lugar tan horroroso conjunto, que nadie se acercó á él, ni en aquel día ni en otros muchos después. Como el camino de Navarra era de herradura y no podían pasar por él los carruajes, quedaron casi todos atascados entre los primeros pueblos, y allí se cogió la documentación de la corte de José, las cuentas, los partes cifrados de Napoleón y multitud de curiosidades y de riquezas.
Al escapar el Rey en su coche por este camino, fue alcanzado por un regimiento de dragones ingleses, el 10 de húsares. José montó á caballo, después de abandonar el coche, y huyó, protegido por su caballería. El jefe que mandaba los dragones ingleses era Mr. Windham. En el carruaje se encontraron la espada del Rey fugitivo, sus papeles, el bastón del Mariscal Jourdan, varios objetos preciosos, «otras cosas que la decencia no permite nombrar,» dice Toreno, y un cuadro admirable de Correggio.
En la carretera de Vitoria á Salinas se cogieron 40 cañones de gran calibre; muchos tiros y carruajes de los mismos y los parques y depósitos de Madrid, Valladolid y Burgos. El bastón de Mariscal del imperio del Rey José fue hallado entre los montones de equipajes de la corte, por unos soldados. Era de un pie de largo, forrado de terciopelo azul montado en oro y con las águilas imperiales bordadas. Estaba contenido en un estuche de tafilete marroquí encarnado, con broches de plata, con águilas grabadas y con el nombre de José impreso en los ángulos con caracteres dorados (Southey). Los soldados le arrancaron el pomo y la contera, y cuando lo recogió Wellington se lo envió como recuerdo de la batalla, con la bandera francesa del regimiento 100 de artillería, al Príncipe Regente de Inglaterra, quien mandó en cambio al caudillo vencedor el bastón de Feld-mariscal del ejército inglés. El capital abandonado, en las cajas de fondos de los franceses, fue de cinco millones y medio de duros, según las cuentas cogidas entre los documentos, de los cuales, sólo la quincuagésima parte pertenecía al público. Wellington durmió en Vitoria en el palacio de Álava, y al amanecer del 22 envió á Girón y Longa con su división á perseguir á Maucune y Foy por Salinas y Mondragón, y Graham por San Adrián á Guipúzcoa, marchando el resto del ejército aliado hacia Pamplona en persecución de José, que bien pronto repasó el Pirineo. E! General Clausel, que había avanzado muy despacio desde la Rioja por Peñacerrada, llegó en la tarde del 22 á la cima de los montes de Vitoria, sobre Castillo y Lasarte, y desde aquellas alturas contempló el desastre que sus compatriotas habían sufrido en la llanura de Vitoria. «Permaneció catalejeando como unas dos horas, dice la narración de Larrea, y luego que se enteró de que las tiendas de las proximidades de la ciudad eran de ingleses, volvió atrás y tomó el camino de Zaragoza, perseguido por el General Mina. Cuando se dirigía en la noche del 21 hacia Peñacerrada con sus 11.000 hombres, el coronel de voluntarios alaveses, D. Sebastián Fernández (Dos Pelos), que le seguía la pista con 1.500 guerrilleros y algunos paisanos, mandó encender en lo alto de los montes de Pipaon y Laño grandes luminarias, por entre las cuales hizo pasar á sus soldados diferentes veces, aparentando un gran ejército, lo cual hizo al General francés avanzar con gran cautela y perder mucho tiempo....» «....Al volver á Berrosteguieta, dice también, encontramos algunos pobres heridos que no prestaban oídos á la voz de su espíritu, pedían los Santos Sacramentos, mas no fue posible administrarlos por haberlos robado. Pedían también agua con la mayor sumisión, y fue muy costoso complacerles, por no encontrar entero ni siquiera un casco de vasija, que pudiese contener en sí medio cuartillo de agua. Entré en la iglesia y observé á un golpe de vista los sepulcros abiertos, las paredes quebrantadas, las mesas de los altares demolidas y todo fuera de orden, causándonos este horrible cuadro el mayor espanto y desconsuelo.»
No les fue mal en cambio á muchos vecinos de Vitoria que salieron al campo en las últimas horas del 21, porque allí adquirieron y compraron de manos de los soldados magníficas joyas y muchas monedas de plata á cambio de algunas de oro. Otros dieron con grandes cajas de caudales abandonadas en medio de montones de cadáveres, y algunos que vivían en los barrios extremos sólo tuvieron el trabajo, para hacerse ricos, de meter en sus casas las recuas de caballerías cargadas de dinero y alhajas, que sin dueño ni conductor alguno vagaban á la ventura por aquellos contornos. En diversos puntos de la llanura y en el fondo del Zadorra se sepultaron bastantes caudales, que desde entonces han sido objeto de acertadas ó infructuosas pesquisas.
Además del galardón otorgado por Inglaterra á Lord Wellington y otros generales, las Cortes españolas, á propuesta de Argüelles, le concedieron el dominio del Soto de Roma y del terreno de las Chanchinas en la vega de Granada. El Ayuntamiento de Vitoria regaló al General Álava una espada de oro con las armas de la ciudad y una expresiva dedicatoria, é hizo grabar un curioso cuadro que representa la entrada del General en la Plaza Vieja el día de la batalla.
Las consecuencias de la gran jornada de Vitoria se tocaron inmediatamente. El castillo de Pancorbo, único punto que había quedado á retaguardia en poder de los franceses, se rindió a las tropas de O'Donnell, Conde de Abisbal; las plazas de Aragón y Valencia fueron abandonadas, y San Sebastián y Pamplona, con todo el resto de las provincias, cayeron en nuestro poder. El efecto que causó tal victoria en Europa fue inmenso. Disipados los escrúpulos del Austria, entró en la conciliación de las demás potencias contra el Imperio francés, rompiendo el acuerdo de Praga, y obtuvo Inglaterra una supremacía indisputable en los negocios diplomáticos y en los destinos del continente. El renombre de Lord Wellington creció maravillosamente, como con sobrada arrogancia lo repiten sus compatriotas:
«The English General, emerging from the chaos of the Peninsular struggle, stood on the summit of the Pyrinees a recognized conqueror. From these lofty pinades the clangour of his trumpets pealed clear and loud, and the splendour of is genius appeared as á flaming beacon to warring nations.»
Víctima del espantoso desastre, sufrió el pobre ex rey José el tremendo castigo de las iras de su hermano Napoleón, que le ordenó que se separase del ejército, que se retirara á Morfontaine sin entrar jamás en París, que no le visitara ningún funcionario bajo pena de apresarle y que le sustituyera en el mando del ejército de España su mayor enemigo el Mariscal Soult.

RICARDO BECERRO DE BENGÚA.
Falencia 15 de junio de 1884.
REVISTA CONTEMPORÁNEA
ANO X-TOMO lI
MAYO — JUNIO 1884